Ademia

Capítulo 11: ¿Alucinaciones?

Parpadeo varias veces, tratando de sacar mi mente del estado aturdido en el que me encuentro, y me doy cuenta de que aún estoy de pie en la cocina. La puerta trasera permanece abierta, y en la distancia, veo a mis padres en el jardín trasero, pero no tengo ni idea de qué excusa darles para justificar mi repentina aparición en casa a mitad del día. Después de aquella impactante escena que me dejó como una loca frente a la máxima autoridad del pueblo, todo parece desmoronarse a mi alrededor, una debacle personal exclusiva para mí.

Me froto el rostro y suelto un largo suspiro. En ese momento, siento cómo mi celular vibra en mi bolsillo, y sé que es un mensaje de ella. Supongo que el verdadero problema acaba de empezar.

 

 

Cami trabajo

El jefe dijo que no te demores en tomar aire
llevas más de dos horas fuera ¿dónde estás??????

 

 

Miro la hora, 13.20hrs. Es cierto, llevo más de dos horas fuera. ¿Qué escusa podría poner? Sé que la biblioteca no depende plenamente de mí, y no niego mis responsabilidades, pero justo hoy es el día en el que llegan los paquetes que esperábamos, y me corresponde firmarlos, no Camila. No puedo desaparecerme porque sí.

Entrecierro los ojos y tecleo una respuesta. Ella responde de inmediato.

 

Tranquila, estoy en casa.

No me bromees 😡
¿te olvidaste de algo? vuelve

Después te cuento todo, ¿Sí?
Dile al jefe que me descompuse, que no se enfade.

vaaaaaaaaleee🫨

Gracias, te debo una, no lo olvidaré.

Guardo el celular en el fondo de mi bolso y me doy cuenta de que tengo varias horas para pensar en una buena excusa tanto para mis padres y mi jefe, porque ser honesta no me ayudará en absoluto. Paso por la isla de la cocina y tomo el vaso de agua que ya está servido. Estoy por darme la vuelta cuando mis ojos caen sobre el almanaque pegado en la puerta de la nevera.

Meneo la cabeza, y por poco se me escapa una risa. Tengo problemas de visión, pero no tanto como para distorsionar una semana entera de tareas y grandes X en cada cuadrado. Pero ahí está, solo las tareas de hoy, lunes, y no jueves como creí ver a mamá escribir. Resoplo, qué más da a esta altura de los hechos si vi mal o no...

Arrastro los pies hasta mi habitación y dejo caer el bolso una vez que me siento en la cama. Me masajeo la cien para aliviar el dolor de cabeza. Abro el cajón y saco una pastilla para calmar mi ansiedad. Cuando ya está en mi boca, ingiero el agua de nuevo. Estoy a punto de tronar mi cuello cuando caigo en cuenta de que no debía tomar esa pastilla porque posiblemente la chica de la farmacia se equivocó de medicamento cuando me lo entregó. Intento escupirla, pero es imposible. Toso mientras me golpeo el pecho.

Aguardo mientras respiro hondo, ya no hay caso.

Abro la cajita y dejo que se resbale el prospecto. Lo desenvuelvo. Entorno los ojos para leer la información del medicamento. Maldición, no puede ser que la letra sea tan pequeña.

Bla, bla... bla, bla, bla...

Las palabras del prospecto parecen burlarse de mí, como si siempre hubieran estado allí, esperando a ser descubiertas. Frunzo el ceño cuando llego a las reacciones adversas: mareos, náuseas, insomnio, cambios de humor, y algo que me corta la respiración: "en casos raros, se han reportado fuertes alucinaciones".

¿A... Alu... cina... ciones...?

"—¿No recuerdas nada? —Repite en voz baja, sus ojos miel clavados en los míos, viéndome extrañado. La sensación de miedo aumenta en mi pecho. 

—¿De qué estás hablando? —Corto el contacto visual para ver su pecho por un segundo. No tiene nada... ¿Dónde están todos sus moretones y lastimaduras?

—Te caíste en el parque.

—Sí, lo sé.

—De ahí lo que está en tus brazos. Te traje aquí, y rápidamente te quedaste dormida.

—No es cierto —niego varias veces con la cabeza de nuevo manteniendo el contacto visual. Suelto una risa a medias sin poder creer lo que escucho—. Nos secuestraron, Tyler, ¿qué estás diciendo? Ese maldito lugar estaba casi en el medio de la nada, dos días encerrados. Atravesamos el bosque por horas, casi nos morimos congelados y... y...

El rostro de Tyler es un poema. 

—¿Secuestro? ¿De qué estás hablando? 

—¡¿Qué te sucede?! —Exclamo y lo empujo con los puños cerrados. Él ni siquiera se mueve—. Me besaste y fuiste malo conmigo, ¡¿Qué pasa contigo?! Ni siquiera te conozco, eres un pervertido, no te hagas el que nada pasó.

—Chlorine, es que eso nunca pasó. En todo caso, tuviste un sueño muy lúcido."

El recuerdo me inquieta. Tyler... ¿Él tenía razón?

¿El secuestro, el casi asesinato, los hombres con pasamontañas, las babosas, las palabras de mi jefe, todo... Solo fue una constante invención? No puedo ser tan tonta de creer que sí, no se llega a alucinar con tan poco... ¿O sí? Negar las reacciones adversas del medicamento que claramente explica todo sí sería irresponsable de mi parte.

Pero, entonces...

La frustración se apodera de mí, sin dar tregua. Siento la angustia palpable en mi pecho, y todo me parece dar vueltas.

En un intento desesperado por aferrarme a alguna explicación lógica por defecto al sentir que me están arrebatando algo, recuerdo el almanaque, la foto que le tomé. Mis pasos se apresuran hacia el cajón de mi escritorio, y mis manos tiemblan al sacar la foto doblada a la mitad. El corazón me late tan rápido que parece que me estuviera golpeando con intención desde adentro.




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