Miro hacia la entrada esperando a cierta persona, pero no aparece. Solo fue coincidencia.
El bullicio de los últimos clientes abandonando la biblioteca se mezcla por unos segundos con el pitido de mi oído. Qué día... Me acaricio la sien dando pequeños círculos.
Me despido de mi jefe y de Camila, los ecos de sus voces se desvanecen mientras apago las luces y aseguro la puerta. El silencio del lugar se cierne sobre mí mientras me doy la vuelta para marcharme. Empiezo a caminar en dirección al supermercado, y mientras atravieso los caminos de barro, el ambiente cambia. Adoro respirar el aire fresco después de una llovizna, tiene un efecto curativo en mí. El aroma es como comer limón, agrio pero delicioso.
El cubículo gigante de infraestructura sólida marrón me recibe cuando estoy a pocos pasos de entrar. La luz amarillenta y la música como de discoteca muy por debajo de lo molesto me absorbe de inmediato.
Comienzo a hacer mis compras, recorriendo el lugar hasta llegar a la sección de toallas femeninas. Miro por encima de la góndola, y por un instante, vislumbro a alguien parecido a Tyler en altura y complexión. Me inco por reflejo. ¿Acaso vi bien? Vuelvo a levantar la cabeza lentamente, buscando confirmar mi sospecha, pero no lo veo en ningún lado.
Vaya, sí que estoy delirando. Solo fue un susto... Van dos veces que tengo el presentimiento de que está cerca de mí. Pero por suerte solo es eso, un presentimiento vano.
—¿Qué se supone que sea esto? —Escucho una voz detrás de mí que me sobresalta.
Canté victoria muy pronto.
Me giro rápidamente para encontrarme con Tyler, quien me inspecciona con una ceja alzada.
—Joder, ¿Por qué no apareces como una persona normal? Deja de hacer eso... —Frunzo los labios, tratando de disimular mi nerviosismo.
—Si me has visto, ¿Por qué te asustas? —Me cuestiona, mostrando el paquete rosado de toallas.
El calor sube como el mercurio de un termómetro a mis mejillas, y en un acto reflejo, le arrebato el paquete de toallas de las manos. A pesar de mi pobre intento por esconderlo detrás de mí, ya sé que las ha visto.
—No es nada, no te interesa. ¿Qué haces aquí?
Vale, qué inteligente que soy. No es un parque o una calle, es un poco obvia la respuesta pero pasar de no encontrarmelo jamás a casualmente verlo en todos lados es muy extraño. Tyler ojea detrás de mí, y luego baja sus ojos hasta encontrarse con los míos.
Trago saliva.
—¿Por qué hueles diferente?
—¿Huelo.... qué?
—A que hueles diferente. ¿Tiene que ver con esto? —señala las toallas, y una oleada de vergüenza me recorre—. Nunca he visto algo así.
—Estás loco. —Digo, dándome la vuelta y pegando el paquete de toallas a mi pecho, aferrándome a él como si se me fuera a escapar.
Sale con cada frase que me deja desconcertada. Imposible saber su próximo movimiento.
Con un poco de prisa camino hasta el mostrador sin reparar en él. Pero en vez de tomar la ruta directa, mejor voy en zigzag para, con suerte, perderlo y que deje de verme. Soy tan inteligente. Resoplo. El supermercado no es tan grande, así que estoy haciendo mi mayor esfuerzo mientras recorro pasando por todas las góndolas.
De pronto todo esto se siente como un laberinto que yo misma he creado tratando de huir de un chico que no me da el coraje de decirle de frente unas cuantas verdades. Un aplauso para mí, claro. El ambiente se vuelve más denso, casi tan tangible que podría traspasarlo y ver el agujero que causé.
Estoy por dar la vuelta en la sección de fideos tras haberme arrepentido de mi decisión, cuando me choco con él sin haberlo previsto.
—Lo siento, ¿Te hice daño?
¡Sí! ¡Sí y sí!
—No. Solo deja de aparecer así, lo digo en serio... —Suelto un quejido. No es como si estuviera empeñando todo mi esfuerzo, patéticamente, tratando de perderte, no—. ¿Qué es lo que quieres? Tengo prisa.
Trato de pasarle por al lado nuevamente pero él me imita con agilidad. Doy un paso atrás.
—Tienes razón. —Dice y no entiendo a qué se refiere.
—¿Razón en qué?
—En que el secuestro sí pasó.
Secuestro.
Las luces del supermercado tintinean.
Intento buscar algún atisbo de burla en su semblante, como si lo estuviera leyendo igual que en los libros, pero es frustrante no saberlo en la vida real. Porque ni siquiera puedo conciliar el hecho de que esté hablándome en serio. Mi mente intenta comprender lo que está sucediendo junto a sus palabras, y finalmente una explicación lógica resplandece en mi mente.
—¿Te enteraste de la denuncia, no es cierto?
Busca venganza, es obvio.
El pueblo es pequeño, era cuestión de días para que la noticia llegara hasta él. No me avergüenza, lo volvería a hacer si no fuera porque es imposible. Por falta de pruebas, más que nada.
—¿Denuncia? ¿De qué estás hablando? —Arruga el ceño y hace un gesto de desconcierto—. Estoy diciéndote algo más importante que eso.
—¿No lo sabes..? ¿Tú-? —Niego con la cabeza—. Da igual. ¿Por qué sacar el tema de nuevo? ¿Te estás burlando de mí? Porque hasta donde sé, tu insistencia por decir que fue un sueño hizo que tuviera muchos problemas.
¡Al fin lo dije!
No me voy a guardar la oportunidad de reprocharle eso. De tan solo recordar todo. Me enoja de gran manera.
—¿Me denunciaste? —Hace una mueca de disgusto—. Estoy aquí para decirte que el secuestro sí sucedió y todo lo que dije fue por algo que no lo entenderías aunque te lo dijese todo.
—No sabes si lo entendería o no porque ni siquiera te has molestado en intentarlo. ¿Pero sabes qué? Deja, no me interesa. Permiso. —Hago el amago con toda la intención de irme de una vez por todas.
—Eres buena mintiendo —detengo mi andar, ¿Y ahora qué?—, y yo soy bueno quitando máscaras, ¿No es cierto, Ademia?
Ese n-nombre... Otra vez.
Es como vivir un deja vu. Algo que ya pasó cuando era tan solo una niña... Viendo cosas que no debía... Pero ya quedó atrás. ¿Qué estoy haciendo mal?