Despierto sobresaltada, mis ojos se encuentran con la visión de un sillón rojo, acentuando su color contra la madera oscura de la mesa que se encuentra frente a mí.
—Vaya, parece que tu sueño es realmente profundo. Pensé que te despertarías después de un rato.
—¿Dónde...? ¿Qué...? —Mis palabras son un murmullo confuso, luchando por asimilar la escena que me rodea—. ¿Qué está pasando? ¿Cómo es que estoy aquí?
—Te desmayaste, y te traje a un lugar seguro. —Su voz es calmada.
Mis ojos exploran la estancia del antiguo bar de Simón, un rincón perdido. La luz tenue que se filtra a través de las ventanas desgastadas baña el espacio de madera por doquier en un resplandor suave, casi atemporal.
Creí haberlo visto clausurado este lugar. Queda casi al final del pueblo, y alejado del mismo. Al parecer estoy en lo incorrecto. El hombre del mostrador me mira y se toca el sombrero en forma de saludo.
Trago saliva.
—Conversar... ¿Pero...? Caí de la azotea y luego tú... —me comienza a temblar la voz mientras trato de recordar los detalles—. Y después... ¡Te salieron! ¡Te salieron a-alas!
Instintivamente, mis manos se aferran a mi pecho, sintiendo el latido acelerado de mi corazón y las lágrimas que se me ahogan en la comisura del lagrimal a punto de escapar. ¿Tuve otra alucinación?
No es posible que los efectos adversos se sigan presentando, es insólito. No puedo correr con esta pésima suerte.
—¿Crees que fue solo una alucinación? —Cuestiona con desconcierto—. No era la forma más convencional, pero era la única manera de salvar tu vida.
—¿Leíste mi mente? —Ensancho mis ojos.
—Sí. Si eso te dará calma.
—¡Claro que no!
Paso saliva por mi garganta.
Tyler está sentado con un brazo descansando en la mesa, su postura es relajada pero sus ojos afilados transmiten seriedad, como si me controlara con ellos y anticipara mis movimientos.
Mi mente se encuentra igual que un rompecabezas, y cuando uno dos piezas enseguida se desfiguran formando otra totalmente distinta.
Hago a un lado los mechones de cabello que caen sobre mi rostro. Extrañamente mis dedos no se enredan en el esperado nido que seguramente tengo por peinado.
—Lo acomodé porque intuyo que te hubieras sentido incómoda. Al fin y al cabo es mi culpa que estemos aquí. —Se aclara la garganta. Con agilidad, su mano derecha viaja a su nuca y mira por un segundo hacia otro lado.
Parpadeo un poco desconcertada. No me esperaba esa declaración. La idea de que haya tocado mi cabello me es... Ajena. ¿Por qué el detalle?
—No era necesario... —carraspeo ante lo ronca que suena mi voz a causa de la tensión—. Tyler... —Meneo la cabeza—. No entiendo lo que está pasando, por qué sigues mencionando el secuestro, por qué haces esto. ¿Qué hago aquí ? ¿De qué circo has salido y por qué tenías alas? ¡Nos aventamos de una azotea!
Tomo aire. No puedo ordenar mis palabras para que tenga coherencia, quiero expresar tanto que posiblemente se me enreden las palabras.
—Vale, tranquila. Te aseguro que esto no es algo que hago a la ligera —revuelve su cabello, casi frustrado—. Si supieras la verdad, entenderías por qué he tomado esta decisión. Te lo contaré todo, lamento haber negado lo que sucedió y decir que todo fue un sueño... Salió mal, no creí que llegaría a mayores. Es una historia complicada.
—¿Compli...? —Vacilo—. ¿Complicada? ¿Por qué esperaste tanto para decirlo? Después de que hice el ridículo frente a mi jefe, me humillé frente a la autoridad de este pueblo y mi medicación... —Cierro con fuerza mis ojos—. Todo es... Todos son... ¡¿Por qué sigues apareciendo en mi vida?! ¡¿Por qué todos parecen estar mintiéndome?! ¡Dim-!
Se abalanza sobre mí para cubrirme la boca con su mano mientras sostiene mi nuca con la otra. A una velocidad... Inhumana.
Abro los ojos mientras me quedo paralizada viendo fijamente los suyos color miel. Mi instinto tarda en activarse, y con mis manos, teniendo un poco de miedo, sujeto con fuerza su muñeca y brazo rígido haciendo un vago intento por defenderme. Pero siento bloqueadas todas mis defensas.
—Sh... —Susurra. Parpadeo—. Vale, no alces la voz, todos pueden oírte —Suaviza su expresión, y eso me hace temblar, pero no de miedo—. Así que prométeme que no reaccionarás mal y yo prometo darle una respuesta a todas y cada una de tus preguntas.
El bar está vacío pero solo asiento con la cabeza fingiendo que le he entendido. Él me imita y poco a poco me va soltando, hasta que vuelve a sentarse.
Arrastro la vista de lado a lado, acomodando mi postura. Si tuviera que hacer una lista de cosas a las que temo en este momento. En el puesto número uno no estaría el morir, ni mi madre, ni mucho menos lo que pueda esconder mis últimas semanas en verdad, sino que mi gusto por la acción de Tyler.
¡Me odio! ¡¿Cómo podría ser tan hormonal en este momento?! Pero es extraño. Se sintió como si ya lo hubiera experimentado. Pero con él. Otra vez, como ese deja vu.
¿Qué cosas digo? ¿Por qué le doy riendas sueltas a mis pensamientos? No me tiene que agradar, y mi lista de miedos tiene que dejar el puesto número uno en el puesto tres millones. Frunzo la nariz de lado a lado para quitar por completo el aroma que se me quedó impregnado en la piel. Su mano olía a colonia varonil, como a un aroma exótico.
Me cubro con disimulo la nariz para acariciarla y sacar más rápido la sensación de sus manos todavía en mi boca.
—Tú eres como yo. —Dice de pronto. Recompongo mi postura.
—¿Qué?
—Somos lo mismo —se señala y me señala—. Sabes perfectamente de lo que hablo.
—¿No? —Frunzo el ceño—. No sé de qué estás hablando.
—Deja de ocultarte, Ademia.
Me recorre un escalofrío por la espalda. Bajo la mano.
—No digas ese nombre... —exijo—. Estoy empezando a creer que te has confundido de persona. De todo lo que dices, el 98% de las cosas no las entiendo y se supone que lo sé. Así que ten cuidado.