Ademia

Capítulo 16: No me dejes sola

—Ven aquí —Se aproxima y me coge de la muñeca. Todas las capas de mi piel se contraen de inmediato cuando observo el contacto directo de su mano.

—Tú no, tú no... —balbuceo como si de pronto fuera tonta.

—Guarda silencio.

Mi ceño se frunce con desconcierto cuando me obliga a avanzar, empujándome con determinación hacia la salida, como quien lleva un burro de su correa porque no quiere moverse. Parpadeo.

—¿Qué estás haciendo? —Mi voz suena más débil de lo que esperaba mientras intento resistir su empuje —Cómo te atreves a decir que vives aquí. Si tu casa, tu casa... —Trago saliva ante el recuerdo de su verdadera casa.

Bien, Chlorine, no entres en pánico, no recuerdes eso.

Me ojea por encima de su hombro. Abre la puerta, y entiendo que lo está haciendo muy en serio.

—No quiero que estés aquí, vete. —Su tono hace que no dude de su acción demandante.

—¿Qué dices? —mis dedos se aferran al marco de la puerta, deteniendo nuestro avance—. ¿Por qué estás en la casa de Kell?

—La pregunta debería ser, ¿Por qué estás tú aquí, en mí casa? —suelta un jadeo de frustración. Me suelta la muñeca, y me rodea. Coloca sus manos en mi espalda, intentando moverme—. Debes irte, ahora. Es una orden.

Pongo resistencia, no me echará de esta casa, ¿Qué clase de broma es esta?

—¿Piensas que creeré tu explicación? No vives aquí. ¿Qué estás tramando? Dime frente a Kell todo esto, él me dará las supuestas explicaciones, si es que las hay.

Impacto contra su pecho con cada paso hacia atrás, pero yo parezco una fuerza imparable y torpe chocando contra una roca inamovible. El empujón cesa, pero mis pies dejan de tocar el suelo. Los brazos de Tyler me impulsan, y en un segundo mi rostro queda viendo directo a su perfil. Busco con rapidez su cuello para sujetarme con fuerza. Ahogo la respiración ante el movimiento involuntario que estoy haciendo

Parezco un bebé al que lo están cargando.

—¡¿Qué haces?! —exclamo, conmocionada— ¡Bájame ahora!

—No. Estás cambiando las cosas. No te comprendo, de verdad que no lo hago —frunce el entrecejo—. No sé qué diablos estás haciendo tú en este lugar. Y en este día, Ademia, en este día.

Ademia.

El nombre resuena en mi mente como un eco perturbador, y el miedo se cuela en cada poro de mi piel. ¿Es esto un mal sueño? ¿Una alucinación? Espero en silencio, deseando que la alarma suene y me despierte. Aún no he ido a casa de Kell, aún no he escuchado sus chistes malos ni he ido de paseo. Todo fue perfecto... Hasta que él apareció de pronto.

Pero aunque ahora quiero estar en un sueño que fue bonito y con un mal final, su contacto tan palpable, mis manos directamente en su piel cálida... No. Esto no es un sueño. Estoy despierta y esto está pasando de verdad.

Sin darme cuenta, él me saca de la casa. El frío del aire exterior me golpea de inmediato, y el suelo duro bajo mis pies me hace estremecer. Retrocedo dos pasos, tratando de poner distancia entre nosotros.

—¿Qué estás tramando? —Lo apunto con el dedo.

Se termina de enderezar, y ladea con la cabeza.

—¿Qué tan bien me conoces?

—No lo hago en absoluto, eres un psicópata. Ya has rebasado todos los límites existentes que he podido soportar, y te has librado de todos mis intentos de denuncia —no me da pena admitir lo último—. Mi trabajo, mi celular, mis recorridos... Ahora la casa de Kell. Has... Has ocupado todo.

Tyler da un paso hacia mí, su altura y su presencia haciéndome sentir controlada desde todos los ángulos. La brisa helada despeina un poco su cabello que cae en su frente, pero él parece inmune al frío en su totalidad. Su mirada se intensifica, y puedo ver la lucha interna reflejada en sus ojos. Bien dicen que los ojos son la ventana del alma.

—Todavía no lo entiendes. Tú siempre me verás como el tipo malo, el que te causa problemas, porque todavía no puedes ver todo fuera de tu perspectiva —toca mi cabeza con su dedo índice de una forma tan suave que no me muevo por temor a quebrar el tacto—. Y te comprendo. No importa lo que creas, no importa qué soy para tí, en este momento solo quiero que te alejes lo más que puedas. Este tipo malo es el único que quiere salvarte la vida —cierra los ojos por un momento para dejar salir un largo suspiro—. Solo por hoy, solo esta vez. Sin pelea, sin preguntas, por favor. Te prometo que te buscaré y te lo explicaré todo, ya sabrás qué está pasando. En cualquier momento él...—su oración se corta abruptamente.

Doy un pequeño salto ante el espanto y la sorpresa. Una gran sombra se despliega por el suelo, semejante a una mano gigante y espectral, y tira de Tyler con fuerza, arrastrándolo hacia dentro de la casa.

—¡Tyler! —grito ante el primer impulso. Sus ojos se encuentran con los míos por un instante, cuando se sujeta con fuerza del porche, llenos de terror y sorpresa.

La puerta se cierra de golpe seguido de un estruendo. Permanezco estática, incapaz de comprender lo que acaba de pasar, mis piernas tiemblan tanto que apenas me sostienen.

—¿T-Tyler? —mi voz es apenas un susurro.

El ensordecedor silencio empieza a acelerarme el pulso cardíaco. Él está adentro. Y también está Kell.

Oh, Kell.

Sin premeditar mucho en mis altos grados de cobardía, avanzo tirando al fondo de mi mente todos los posibles pensamientos que podrían detenerme, no puedo dudar cuando se trata de Kell, con él no. Me tropiezo varias veces con mis propios pies ante la forma intranquila de moverme hacia la puerta. Cuando llego, hago maniobras brutas con el picaporte conteniendo la respiración, pero no cede, la puerta no se abre.

—No, no, no, no...—Balbuceo. ¿Qué hago? —¡Kell! ¡Kell, ¡¿Estás ahí?!

El pitido de mi corazón inyecta mis oídos de ignorancia, como si tratara de ocultar un sonido que debería de estar escuchando. La adrenalina se arremolina en mis venas, cada latido un martillazo en mis sienes. Mis oídos aguzados intentan discernir cualquier sonido, cualquier indicio de movimiento dentro de la casa. Pero el silencio persiste, opresivo, como si la casa misma estuviera conteniendo el aliento junto conmigo.




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