7 DÍAS DESPUÉS
Estoy en la cama.
Recostada boca arriba.
La pastilla está en la mesa.
No la tomo.
Otra vez.
La ventana se abre.
Otra vez.
Lo hace como si no me diera cuenta.
No me muevo.
—Ya sé que estás ahí.
—Te quise dar tu espacio. Debe ser duro por lo que estás pasando.
Oigo que Tyler entra definitivamente en la habitación.
Escucho sus pasos.
—¿Quieres hablar?
No respondo.
—Puedes decirme lo que quieras. Has estado mucho tiempo en silencio.
Lo escucho suspirar.
—Cualquier cosa, pero habla.
—No logro sentir nada. Si es lo que te preguntas.
Me cubro los ojos con el antebrazo.
—¿Tristeza?
—No.
—¿No?
—Me encantaría decir que me consume una tristeza inimaginable, pero en su lugar... Hay hectáreas de vacío.
Mi voz es muy débil.
—No concibo pensar, mi mente está en blanco. No puedo interpretar nada. Solo hay vacíos. Tú hablas... Yo respondo. Tú haces silencio, yo respiro. No... No hay actividad alguna.
Escucho que se acerca.
—Estás pasando por un duelo.
—Un duelo... Ni siquiera tiene una tumba... Ni siquiera... —me levanto y quedo sentada en la orilla de la cama—. Kell no está en la memoria de nadie.
—¿En la memoria de nadie?
Levanto la mano.
Alcanzo la pastilla que mi madre a puesto hoy temprano en mi mesa.
Se la muestro.
—Esta porquería, si la tomo, ya no podré recordar a Kell. Solo tú y yo sabemos lo que sucedió. Ni mis padres saben de él, y en su lugar, la casa de Kell ahora es una construcción común, con una familia que al parecer siempre ha vivido allí —toso—. Cuando me dejaste en mi casa, mamá y papá no sabían de quién hablaba. Tuve que fingir que me había equivocado. Guardé silencio y no he salido de mi habitación. No existe, Tyler. Le lloro a alguien que solo tú y yo recordamos.
Se hace un silencio.
—¿Cómo sabes que las pastillas provocan eso?
Levanto la mirada.
Lo observo.
Parpadeo lentamente.
—La última vez que sucedió algo así.... Empecé a tomar estas pastillas. Eventualmente olvidé todo, pero apareciste y todo se volvió un dejavu. Porque todo se estaba repitiendo, y recién ayer me acordé de tu famosa pregunta... De por qué tomo esas pastillas. Para olvidar, Tyler, para olvidarme de algo que no debí de haber visto, o de haber hecho, no lo sé. Pero cuanto menos la tomo, más recuerdos mantengo conmigo, y no quiero que Kell se vaya... Tal vez esta teoría es estúpida, pero Kell aún sigue en mi memoria y no pienso perder lo último que me queda de él.
Me recuesto en la cama.
Mis ojos se clavan en el techo.
—¿Y no harás nada? Hablas del asunto con tanta claridad, que no puedo entender cómo no te escuchas. Mira lo que has dicho. Dijiste algo que te volvería loca saber una semana atrás. Dicho sin alteración en tu voz, totalmente automática, plana. Sabiendo algo así, y aún así te dejas vencer... Tú, no puedes...
—No me des un discurso motivacional.... —lo interrumpo—. ¿Sabes? Podría pudrirme eternamente en esta cama, viviendo eternamente en este estado. No me digas nada bueno, porque no lo hay. Y no me digas lo que ya sé... Yo también tengo oídos.
Silencio.
Respiro hondo.
Tyler se da la vuelta.
Se sienta en mi escritorio.
Gira la silla en mi dirección.
Toma mi diario.
Un lápiz.
Y comienza a escribir.
Me mira.
Hace algo en la hoja.
Repite la acción.
—¿Qué diablos estás haciendo con mis cosas?
—Escribo.
—¿Escribes?
—Escribo. Escribo lo que sientes.
—¿Sí? —Se me escapa una risa. Es seca, más una tos que una risa.
Deja de escribir.
—Perder a un ser querido es desgarrador, de hecho, es tan doloroso que cambia de forma según la persona que lo transite. Es indescriptible y personal. Se comparten características similares, pero no es posible entender a profundidad lo que siente el que lo vive. Si me dices que hay un vacío devastador en tu mente, en tu cuerpo, y solo te funcionan los ojos para observar, es porque no murió Kell, moriste tú también. Se fue con Kell la persona que eras con él.
Pestañeo.
Kell...
—Se fue lo único real que tenía... —Susurro.
Puedo sentir algo.
Mi labio tiembla.
Un hormigueo en las manos.
—El vacío es la ausencia total de quién eras, porque lo volcaste en él. Se fue con él todo lo que considerabas que eras tú.
Ser yo...
—¿Sabes por qué estoy aquí?
Niego con la cabeza.
—Estoy aquí para mostrarte que eres alguien.
—¿Reviviras a Kell?
—Algo mucho mejor. Vistete y ven.
El hormiguero de mis manos vuelve.
Él deja el diario en el escritorio.
Se levanta.
Me mira.
—¿Tú te burlas de mí?
Frunce su ceño.
—¿Burlarme de tí?