Ademia

Capítulo 18: Una Historia

No podría poner en palabras lo que mis ojos vieron. Podría hacer comparaciones, podría soltar lágrimas hasta empapar el suelo, intentando que el agua imitara las imágenes de lo que había presenciado. Pero nada se acercaría ni siquiera a lo que vi.

Exhalo un largo bocado de aire.

Fue luminoso.

Pensé que los ojos de Tyler, dos astros dorados como un reflejo de su propia esencia luminosa, serían la cumbre de la belleza, de lo que yo podría admirar en vida. Pero no fue así. Lo que aconteció... lo que realmente se manifestó... fue como si el sol mismo se hiciera añicos ante mi mirada.

Esa máquina, ese lugar, se "encendió". Recuerdo ver a Tyler tensarse. Su expresión mostraba lo asustado y molesto que estaba al mismo tiempo. Recuerdo el dolor que sentí en el brazo cuando me lo sujetó con fuerza. Supe que no estaba en todos sus sentidos, porque las venas de sus ojos estaban inyectadas de rojo y no respondía a mi queja. Fue la única vez que él lució como un niño indefenso, y yo una mera espectadora. Lo protegi, lo recuerdo bien, yo coloqué mi mano sobre la suya, sin saber exactamente qué hacer y por qué.

Esa escena perturbó mi mente. Se supone que él es una criatura poderosa, con dones extraños y que no le teme a nada, pero estaba mostrándose tan sumiso y vulnerable que... Tuve miedo de mí. Ni siquiera pude tocarlo por mucho tiempo, sentía que iba a quebrarse con mi tacto.

El aire vibró. Todo nuestro alrededor se volvió blanco.

No un blanco vacío, no un blanco de nieve, sino uno demasiado puro, demasiado cegador, demasiado vivo. No había sombra, no había lugar donde esconderse. Solo la luz...

—¿Por qué la encendiste? —Preguntó con la voz temerosa.

—¿Encender qué cosa? No he hecho nada.

—Tu mente, la mente de A... Ademia —Tragó saliva.

Lo siguiente que sucedió...

Muchas cosas llegaron como misiles disparados de lugares que no sabría apuntar cuál. Todo se adhería como chicle en el aire a una gran velocidad. Hasta que fue tomando forma. Se edificó un muro. Recuerdo esforzarme por ver cada detalle de lo que estaba delante de mí. Eran plumas blancas... pelajes, garras, leones, cuervos, manos, sangre, pieles verdes de humanos gigantes... habían muchas criaturas de aspecto angelical, como pidiendo auxilio, y de aspectos lúgubres, estrujados formando un muro muy alto. Y la luz estaba más radiante detrás del mismo.

Y ni siquiera puedo volver a describir aquello. Apenas puedo traer a mi memoria vagas referencias.

Sentí a Tyler soltarme. Supe que corrió a ponerse delante de mí, protegiéndome, pero su silueta era apenas un borrón entre tanto resplandor. No me permití parpadear. Aguanté la respiración. Las lágrimas calientes se deslizaban por mi rostro.

No. Recuerdo que no eran lágrimas.

—Esto no es llanto, esto es sangre. Chlorine, mírame.

Su voz era una súplica. Lo repitió tantas veces que se grabó en mi mente como un eco distante. Pero no le hice caso. Mis pies se movieron solos. Recuerdo haberlo apartado, y él no pudo llegar a tocarme de nuevo. Rodeé el muro.

¡Y vi algo! ¡Yo lo vi!

Sé que miré detrás del muro, está grabado en mi mente dicha acción.

Sé que me arrodillé y lloré.

Sé que grité.

Mi garganta aún duele.

Sé que sentí miedo, sé que mis manos temblaban.

Sé que giré el rostro y Tyler estaba llorando, detrás de mí, pero no por lo que estaba pasando, sino porque se estaba ocultando de mí. Su expresión de miedo, estando de pie ante el muro, él solo quiso ocultarse de mí. Sus alas estaban desplegadas, caídas en el suelo a ambos lados.

Y sentí su terror. La bruma negra bajo nuestros pies conectaba nuestras emociones. Podía sentirlo. Podía sentir todo lo que él sentía. Como si nuestras almas fueran raíces del mismo árbol.

Pero no lo recuerdo. No recuerdo qué vi.

Salimos de aquél lugar, sin saber de qué manera sucedió. No recuerdo cómo logramos escapar de esa situación petrificante. Tal vez el agujero nos escupió, o quizá la desesperación nos dio la fuerza. Lo único claro es que nos alejamos del mismo hasta llegar al auto, donde intercambiamos una mirada cargada de confusión y terror.

—¿Qué pasó? —susurró Tyler, su voz apenas un hilo. Al parecer, él no guardaba recuerdo alguno, pues había bajado sabiendo que, una vez fuera del pozo, su memoria se desvanecería.

Pero yo tampoco lo recordaba todo. Una parte de lo sucedido permanecía en mi mente, vívida y tangible, pero la visión detrás del muro, lo que me hizo llorar y horrorizar hasta la médula, eso era una laguna.

De camino a casa, le conté todo lo que sí recordaba, pero por alguna extraña razón omití toda su reacción cuando todo se fue por la borda; incluyendo su estado tan vulnerable cuando me alejé de él. Traté de minimizar eso, y lo sustituí por reacciones que él tendría normalmente. Y no sospechó nada... Escuchó en silencio, asimilando mi relato con el mismo asombro con el que yo lo había vivido. Ambos estábamos desconcertados y preocupados. Pero mis pensamientos habían vuelto, algo volvió a latir en mi muñeca, en mi cuello, en mis oídos, en mi... pecho..

Esta noche, la cena con mis padres transcurrió con normalidad. Algo en mi interior me otorgaba la suficiente fuerza como para construir una máscara que ocultaba mi verdadero estado. Papá estaba exultante por una buena venta a una familia que se negaba a decorar su pequeño jardín, y yo me obligué a participar, aunque mi mente estaba en otro lugar, muy lejos de los números y las alegrías familiares.

Respiro hondo, y exhalo el aire lentamente. Parpadeo. Mi mente es un desastre...

La luz fluorescente de la cocina me parece más dura que de costumbre, y el calor del agua que llena la bacha no logra disipar el frío que siento por dentro.

Mientras el agua caliente corre sobre mis manos, el chirrido de la esponja contra la cerámica me taladra los pensamientos. Intento concentrarme en la tarea, frotando un plato con esmero, pero la sombra de Kell todavía se siente como un peso muy grande sobre mis hombros. Sujeto la esponja con tanta fuerza que mis nudillos blanquean, mis ojos fijos en los azulejos.




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