Mis ojos miran el techo. No veo nada, ni las grietas ni el yeso. Supongo que todavía no enfoco bien la vista. Habré dormido apenas unas pocas horas. Sí... y ya está amaneciendo. Giro mi cabeza.
¿Todavía no se ha ido?
Sigue recostado, durmiendo, como si no hubiéramos pasado otro sábado de porquería.
Suspiro. No entiendo cómo se atrevió a quedarse en mi cama, todavía sin remera, boca abajo, y cerca de mí. Yo ni siquiera me recosté del todo en mi propia cama porque no recuerdo ni siquiera haber sucumbido ante el sueño. Siento mis pies casi llegar al piso. Todo esto es una completa locura.
Sigo soñando cosas que parecen reales pero sé que no lo son. Esos sueños no desaparecen cuando despierto, simplemente se almacenan como recuerdos. ¡Y eso está mal! No puedo sucumbir ante lo fantasioso. Vamos, ¿Quién basaría su realidad en simples sueños? Parece inevitable y tonto... Pero luego... Me quedo de pie en esa frontera que se me ha impuesto. O peor, que yo encontré. La frontera, la línea borrosa entre lo que mis sentidos me gritan que es real y esa horrible sensación de que todo esto, Tyler a mi lado, sus alas, la historia de un amor olvidado, no es más que un eco, un susurro en la oscuridad. ¿Es esto el final de mi mente? ¿Atrapada en un sueño, construyendo mundos para justificar una existencia que quizás ya no es mía?
¿Esa es la verdad detrás de todo esto? ¿Esto significa "Ademia"? ¿Algún día, de todo lo que pienso, habré dicho algo que haya acertado al menos un poco?
Tyler, respira suavemente a mi lado. Su presencia es reconfortante, sí, pero también una pregunta sin respuesta. Él es la prueba de un pasado que mi memoria se niega a recordar. Y aun así, yo siento el peso de lo que fuimos, más no para la parte lógica que me mantiene cuerda.
Si mi "yo" se define por esas vivencias y recuerdos, ¿existo yo de verdad? ¿O es solo algo que mi mente crea para no desaparecer?
Mi mano, por inercia, se aprieta contra mi pecho. No son solo tres emociones batallando; es la conciencia punzante de que todo lo que percibo, siento y recuerdo, es una orquesta disonante. La figura de Kell, la revelación de Ademia, el amor de Tyler... ¿Son hilos de un tapiz que mi mente teje desesperadamente para dar sentido a la nada, o son vestigios de una verdad mayor que se niega a ser comprendida? La idea de que nada lo construyo yo, sino que todo ya existe, los recuerdos, las emociones, resuenan con una verdad aterradora. Si la realidad es un escenario preestablecido, una ilusión proyectada por una conciencia que quizás ya no habita un cuerpo, entonces, ¿cuál es el propósito de esta existencia, de este amor, de este dolor? Solo sería una extraña en mi propia historia, esperando despertar en un lugar que quizás ya no existe.
—Vaya que tus pensamientos son caóticos... —gruñe.
Qué susto...
—¿Y a tí qué? ¿Ahora me lees la mente?
Me enderezo, y mis ojos se topan con la libreta en mi escritorio. Debería de anotar rápidamente algunas preguntas.
—¿Me quieres privar de escucharte? Tu dilema se oye poético.
—¿A qué viene esa cursilería? No te comportes raro...
—Tranquila, fiera. De todos modos, no sé hacerlo —se ríe un poco—. Pero es que estabas pensando en voz alta.
¿Ah?
El pulso se me acelera. Lo miro por sobre mi hombro. Está tranquilo, con una mano sosteniéndose la cabeza y el codo sobre la cama, mirándome. Que se... que se peine, y se ponga una remera... ¡Ahora!
—¿No lo sabes? Tienes el hábito de balbucear cuando estás pensando mucho. Supongo que no lo notaste porque la voz bajita pasa desapercibida con tu voz mental.
Las mejillas me arden. ¿Por qué sabe eso?
—¿Y por qué no me avisaste? —trago saliva—. Me haces quedar como tonta. Debí hacerlo muchas veces y hasta ahora lo dices.
—Es que ahora sí has dicho muchas cosas interesantes y se me escapó el comentario. Las otras veces simplemente no quise hacerte enfadar. Lo siento.
Entrecierro los ojos.
—¿Ves? Casi te enfadas, pero mira, ahora has reaccionado bien. Apenas me tiras esa mirada.
—Me pondré de malas si no te pones una remera y no sales de mi cama. Anda, muévete.
Me pongo de pie y me vuelvo a sentar en la silla del escritorio. Toco mis mejillas, Dios, siento que van a estallar de calor, ¿Qué me pasa?
Y ahora esto. Pienso en voz alta... Maldita sea. ¿Tengo que prestar más atención cuando pienso? Lo que me faltaba.
Recojo el lápiz, con la punta temblorosa, y observo la hoja en blanco de mi libreta sobre el escritorio. La luz de la mañana, ahora más fuerte, entra por la ventana e ilumina el polvo suspendido en el aire. ¿Qué anoto? Mi mente es un revoltijo.
—¿Sabes qué deberías de anotar? —De pronto habla, su voz es más despierta ahora. Antes de que pueda reaccionar, me quita la libreta y el lápiz de las manos. Los levanta en el aire con facilidad.
Me pongo de pie de inmediato, mi silla chirría contra el suelo.
—¿Qué estás haciendo? Devuélveme mis cosas.
—Anota esto... porque a tu... —Esquiva todos mis intentos de alcanzar la libreta. Su cuerpo, flexible y fuerte, se mueve con agilidad. Apenas muevo el brazo y ya sabe a dónde empujaré —... a tu vida le hace falta...
Con el aliento cortado por el forcejeo, me detengo, mis puños ahora apretados a los costados. No quiero gastar fuerzas. Veo cómo traza unas líneas rápidas en la hoja. Luego, con un movimiento rápido, gira la libreta y la planta frente a mí. Una sola palabra, bien marcada, parece reírse desde el centro de la página:
—Diversión. D. I. V. E. R. S. I. Ó. N
—¿Se supone que deba responder algo en concreto? —Frunzo el ceño.
—Bueno, sí.
—¿Deletrear también es uno de tus poderes ocultos? —Levanto una ceja.
Tyler esboza una sonrisa ladeada, esa que apenas le curva un lado de los labios, pero que me resulta extrañamente... bien a la vista. Ya sabes, luce bien.