Ademia

Capítulo 20: Travis

Una débil brisa mueve los pocos mechones de pelo que me rozan la mejilla. Tengo los ojos cerrados, acatando sus órdenes sin decir nada. Sus manos, tan cálidas como de costumbre, toman las mías con delicadeza. Al parecer, no es que me estoy volviendo loca... Sino que las pequeñas voces de mi cabeza, todas desesperadas por querer escucharse más alto que cualquiera, atropellandose entre sí, son el resultado de haber conocido mi inconsciente de forma literal. Haber bajado a ese lugar y luego abandonarlo, provocó una ruptura en mi cabeza. Una molestia demasiado persistente que me hará añicos en cualquier momento.

Y no pienso volver a tomar esas pastillas...

En palabras de Tyler, conocí el inconsciente, y este llegó para quedarse. Me condenó. Técnicamente no es mío, es de Ademia, pero, es decir, ¿El mío también? Claro... sigo siendo yo. Todavía no me acostumbro.

Así que, por mis propios medios no puedo hacer nada. Solo cerrar los ojos y confiar.

De pronto, empiezo a ver rojo a través de los párpados, eso significa que hay luz. La brisa desaparece, y la humedad fría choca contra mi mejilla.

—Ya puedes abrir los ojos.

De a poco empiezo a hacerlo.

Lo veo. Aunque mi atención va a mí alrededor.

—¿Dónde..? ¿Cómo es que..? —No puedo terminar ninguna de las preguntas que empiezo a formular. ¿A dónde se fue mi habitación?

—¿Te gustó? Espero que no hayas sentido nada.

—¿Sentir qué cosa? ¿Cómo es que estamos aquí?

No debería de sorprenderme ya a estas alturas las habilidades de Tyler, pero es que me esperaba todo menos pasar de estar de pie en mi habitación, a estar en la mitad de una carretera, de frente a...

No es cierto.

—¿Ya lo reconoces?

La media sonrisa de incredulidad desaparece de mi cara.

—¿Es el pueblo vecino? —Pregunto sin poder creerlo.

—Sí, qué buena memoria.

Solo le tomó cinco segundos pasar de estar en mi habitación a estar parados a veinticinco kilómetros de distancia, como si fuera la actividad más casual del mundo.

Retrocedo un paso, giro sobre mis pies. Observo los árboles, las casas que se ven a lo lejos, estamos en el comienzo de Yelizovo, y todo es efectivamente real. El aire, el clima, mis pies en el cemento gris de la carretera, el cielo se siente cerca por la cantidad inmensa de nubes grises.

—Es una locura... Oye... —Lo miro. Sonrío de costado. Los ojos me estallan de ardor por el frío, pero también de una extraña emoción—. ¿Qué clase de magia negra hiciste? ¿Sabes a cuánta distancia estamos?

Ensancha su sonrisa.

—No es magia negra. Solo moví el mundo. Es una técnica que algún día tú también podrás manejar.

—¿Moviste el mundo? ¿Que yo también podré usarlo en algún momento? —Exhalo, el vapor crea una pequeña nube—. De verdad que dices cosas muy locas, Tyler. Pero en tu mundo, se supone que yo puedo... ¡Así que eso está bien!

Sigo observando a mis alrededores. Ahora entiendo por qué me dijo que me colocara todo el abrigo posible. Y por supuesto, él se sacó el suyo de la misma nada.

Acabamos de viajar.

—El cambio de escenario te está afectando, ¿no es cierto?

—¿Ah? —Resguardo las manos en los bolsillos de mi impermeable amarillo.

—De pronto eres más positiva, y menos gruñona por todo.

¿Entonces sí me afectó?

No puedo concebir una sola queja. ¡Con razón!

—¿Y cómo me lo quito? —Levanto la barbilla.

Suelta una pequeña carcajada, leve, grave. Niega lentamente con la cabeza, mirándome fijamente. ¿Qué encuentra gracioso?

—¿Así que estás todo el tiempo molesta conmigo solamente por gusto?

¿De verdad quiero responder a esa pregunta? Hago una mueca ante lo poco agradable que sería hacerlo. Es increíble lo mal que me cae.

"¿Y el odio es hacia mí o hacia tí?" Su pregunta hace eco en mi cabeza. Y mi respuesta todavía más.

"es hacia... mí".

Todavía no descubro la verdad detrás de eso.

—No es solo eso. Qué más da —Me encojo de hombros—. Solo... solo estoy normal. De seguro usaste algo sobre mí para que esté así, no importa.

—¿Sí? ¿Estás segura?

—Sí. —Trago saliva—. ¿Se puede saber cuál es la razón de venir hasta este lugar?

Debo entender las cosas con la mente despejada. Honestamente, no sé qué hizo en concreto, pero la mente no se me parte en dos. Tampoco tengo la sensación de que tengo cosas quebradas dentro de mi cuerpo. Que por cierto, fue muy incómodo porque no me he roto ningún hueso pero tuve que cargar con la sensación de que sí. Sea lo que sea, sí funciona. Y es extraño.

Con los demás todo es confuso, nadie me responde, nadie sabe nada, nadie vio nada, nadie entiende mis quejas, nadie me dice nada. Pero con Tyler, aunque la información que me ha dado es muy limitada, es más de lo que yo hubiera podido conseguir sola. Noto que fuera de Tyler las cosas no tienen sentido, pero junto a él sí.

¿Acabo de expresar una necesidad por él? No, no lo necesito. ¿Cómo pensé eso? Solo es... solo es que hay algo que no me cuadra.

Ademia. Kell murió hablándome de ella, de mí.

Entonces... Debo seguir por este lado.

—Para divertirnos, pero hay un límite. Solo podemos llegar hasta este pueblo. Pero no te preocupes que vamos a encontrar cosas interesantes para hacer.

—¿Y cuánto tiempo estimas que nos va a llevar tu plan?

—Pues, los días que sea necesario. —Se encoge de hombros.

¿Días?

—¿Apoco sabes qué día es hoy?

—¿Es domingo?

—Exacto. Mi padre no tardará en subir a buscarme para ir a la feria. Soy hija de un jardinero, y no has visto a un jardinero enfadado en toda tu vida.

—Me encargué de eso. Ya pongámonos en marcha.

Emprende camino hacia el pueblo. Parpadeo atónita.

—Oye, no me dejes hablando sola —Corro para llegar a su lado. Lo miro de reojo—. ¿A qué te refieres con que te encargaste de eso? ¿Qué le hiciste a mis padres? —El aire se me atasca en la garganta.




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