CAPÍTULO 3
-Nina-
Había elegido el horario de noche en el hospital por que en urgencias el trabajo era demandante y últimamente estaba necesitando de toda esa adrenalina. Cuando llegaba a casa por la mañana solo deseaba dormir, gracias a mi arduo trabajo sentía que los días se acortaban un poco más, mi mente no vagaba en el pasado, ni yo me quedaba descubriéndome lo sola que me sentía.
Me encontraba sentada dentro de una pequeña sala, el hospital estaba más convulsionado que de costumbre si a eso le sumábamos que había obreros que trabajan durante el día reparando varias salas y pisos contiguos que dificultaban el tránsito de la gente y de todo el personal, miré mi reloj y aún eran las cuatro de la mañana me faltaban tres horas más de trabajo, me sentía agotada apoyé mi cabeza sobre la pared, quedándome dormida…
Logro oír el sonido de fuegos artificiales, me veo observando el cielo, mientras pequeñas bolas de fuego multicolores revientan sobre la oscuridad que me envuelve una y otra vez, de pronto volteo, y comienzo a correr, mis pisadas marcan la tierra húmeda, giro una vez más y mi cabello se acopla contra mi cara, respiro de forma violenta, me asusto, mis jadeos son inconsistentes y dolorosos.
Estoy escapando, pero: ¿de quién?
Me detengo para enfrentar aquello de lo que estoy huyendo, paralizándome al notar que huyo de: Luca.
Abrí los ojos de un salto, ahogando un grito, me enderecé estremecida, moví mi cabeza perturbada.
—Disculpe señorita: ¿la he asustado?—observé a un hombre que se asomaba por la puerta con parte de su brazo vendado.
—No...¿Qué necesita? —inquirí componiéndome nuevamente.
—no sé si me recuerda, pero usted me dijo que viniese para cambiar las vendas de mi brazo —respondió tímidamente.
—¿Era una quemadura verdad?—dije intentando hacer memoria
—sí, y un corte en el abdomen, pero ya me quitaron los puntos hace una semana
—Claro, suba al cuarto piso, voy enseguida—el hombre asintió cerrando la puerta.
Busqué en una repisa un pequeño frasco, quizá necesitaba tomar las pastillas, cuando las vi deslicé una mano por mi nuca, lanzando un suspiro para luego guardarlas en el bolsillo de mi jean el frasco de pastillas que Britanny me recetó para según ella ‹‹calmar mi angustia ››, hacía tiempo que no las tomaba, a pesar de que le había jurado mintiendo que lo haría.
Subí por el ascensor al tercer piso, era la parte menos poblada del hospital las refacciones estaban comenzando allí mismo, los obreros solo habían dejado una sala para atenciones poco urgentes. Cuando entré me llamo la atención no encontrar al hombre de hacía rato, llame a recepción desde el teléfono de la sala.
—Rebeca—¿si Nina?—creo que un paciente se ha perdido, debía estar en el cuarto piso para el cambio de un vendaje, anuncia por el altavoz que lo estoy esperando—seguramente se ha confundido, con lo revuelto que está este hospital es lo más seguro—eso creo, si lo ves dile por favor que lo estoy esperando, lleva un brazo vendando—claro.
Llevaba rato esperando, ya había acomodado las cosas, pero seguía sin aparecer, de pronto escucho una sirena, salgo hacia afuera, pero no veo a nadie pasar por los pasillos, vagamente escuchó gritos, camino nuevamente hacia el teléfono, este sonó como si supiese que mi mano estaba por atrapar el auricular.
—¡Nina! ¡¿En qué piso me dijiste que estabas?!— estoy en el piso cuatro—dije exaltada—¡baja ahora mismo! ¡El tercer piso se está quemando!
Corrí hacia la puerta, la abrí dando un portazo, a medida que avanzaba por las escaleras el humo no tardo en abrazarme por completo, ya todo era un descontrol los gritos a medida que bajaba se hacían más notables, me topé con otra enfermera Renna que llevaba de la mano a un niño y en brazos a una niña.
—¡Se ha producido un cortocircuito en la sala de los archivos! ¡Tenemos que sacar a toda esta gente de aquí! —me gritó bajando hacia el segundo piso por las escaleras.
El denso humo estaba penetrando por todos lados, corrí hacia una de las salas, levante de las camas a una anciana y a dos hombres menos convalecientes, me quité la chaquetilla entre al baño y la mojé para luego estrujarla con fuerza.
—¡vamos a bajar cubran sus rostros con esto!
Mientras bajábamos el denso calor producido por el fuego se hacía sentir, Ian, uno de los médicos apareció entre el descomunal lio
— ¡Llévatelos!—dije
—¡¿hay más gente?!—exclamó tomando a los ancianos
—¡no lo sé!
—¡Si hay más!—grito Rebeca acercándose desesperada a nosotros—¡el hombre con el brazo vendado, le dije que subiera al cuarto piso! ¡No lo he visto bajar!
—¡bien! ¡Voy por él!
— ¡el fuego! ¡No creo que podamos controlarlo!—aseguro Ian
—Ve a ayudar a los demás, no te quedes aquí—replique, Rebecca me miro temerosa
—¡No subas!—exclamó
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Editado: 28.10.2022