CAPÍTULO 4
-Christofer-
Mis movimientos eran inútiles e imprecisos marche hacia delante una vez más, pero mi oponente contratacó invalidándome nuevamente. Solté mi espada quitándome la careta que cubría mi rostro.
—Hoy estás muy distraído—me recalcó Ferdinand haciendo lo mismo—La esgrima: es el arte de defenderse—me recordó—y… Chris: tú no te estás defendiendo—aclaró
—lo sé, simplemente no estoy de humor…
—hace dos semanas ganaste todos los asaltos y de la nada: ¿paso a ser mejor que tú?—inquirió divertido
—Disfrútalo mientras dure— dije caminando hacia un banco donde había dejado mis cosas. La pantalla de mi móvil estaba encendida indicando un nuevo mensaje.
Me sentía confundido incluso me cuestione mil veces si lo que hice hacia días atrás había sido lo más acertado, tendría que haberla dejado caer quizás con eso ahora no me sentiría tan perturbado, incluso su presencia en mis pensamientos era permanente, insistente al punto de sentir que lo que hice por ella aquella noche fue un total error.
Alargué algo que necesariamente tendría que haber acabado hacía días atrás, solo deseaba descubrir el único punto con el cual ella se destruía, aun mi maldición no lograba mostrarme aquello, si me hizo algo en el pasado ¿por qué no debía pagar con sufrimiento como los demás? Morir así nada más no era justo, no lo considere razonable, mucho menos para alguien que punzaba mis entrañas con una intensidad casi inquietante. Solo debía conocer ese lugar sensible para lograr acabar con ella también.
Miré mi teléfono: Soy Katia, estoy esperándote afuera, te he extrañado…
Odiaba el hecho de sentir que no tenía ni el más mínimo recuerdo, solo pedazos desordenados que cada tanto aparecían en mi mente, desee casi a gritos que Katia fuese una de las personas que lograse sujetar mi existencia para no sentirme tan perdido.
Nada, no había nada que me ayudase a mantener algo que me era tan defectuoso, vacío y lapidario: no sentir.
La calidez de Katia no lograba entibiar la frialdad que llevaba por dentro.
—En el pasado: ¿te he amado? —estaba haciendo una pregunta tan tonta como inocente, y si a eso le agregamos el contenido oculto que impregnaba de importancia las respuestas pues deseaba descaradamente sentirme parte alguien.
—demasiado—respondía simplemente engalanado esa palabra con sus labios que sonreían adornando una respuesta que no me satisfacía del todo.
—¿hasta qué punto? En el pasado; ¿Cuántas veces he pensado en ti? ¿Te lo dije alguna vez?
—me has amado en el pasado como en este presente, incluso lograste que yo estuviese perdidamente enamorada de ti: antes, ahora, siempre…—tomó mi mano colocando la palma de la suya, dejando a la vista una fina línea blanca que la atravesaba—mi cicatriz, —deslizó su dedo por la línea de su palma—éste recorrido marca nuestro pasado, nos ha unido todo, el dolor, las alegrías, el amor, —iba acercándose lentamente a mí, sonrió de manera muy sensual —y…el deseo…—susurro besándome.
Pero aun besando a Katia, mi boca se movía deseando desterrar de mi interior a esa desconocida que ocupaba demasiado lugar en mis sueños.
Ella me tenía en vilo, si antes era un simple acumulo de recuerdos confusos, ahora, era tan tangible por mí que aquello me desesperaba, empujándome a una impulsividad arrolladora a pesar de mis esfuerzos por contenerme de aquello que consideraba incontrolable: Nina.
-Nina-
Un mes después.
Desde el incendio casi la mitad del funcionamiento del hospital se había paralizado, con el tiempo poco a poco todo regresaba a la normalidad, incluso yo, el día estaría soleado según el pronóstico de mi móvil.
Sonreí cuando observé a Charles cantando sentado como de costumbre en una de las esquinas más transitadas. Cuando decidí cambiar de residencia busqué un apartamento cerca de las inmediaciones del hospital para poder ir caminando, me agradaba mezclarme con la gente, el bullicio, me hacían recordar que aún seguía existiendo.
—¡hey Charles!—cuando oyó mi voz detuvo el sonido de su guitarra—el mejor cantante de blues de toda la avenida hoy no fuiste para que te revisen por ese catarro que llevas hace días—anuncié para encontrarme con su amplia sonrisa.
Charles de setenta años, hacía años que cantaba tocando la guitarra para ganarse la vida, comenzó hacer eso desde que quedó ciego de ambos ojos debido a su complicación por ser diabético.
Él rio divertido
—prometo que iré—sonrió dejando su guitarra a un lado— ¿Saliendo más tarde del trabajo?—abrí la bolsa de papel que llevaba sacando de allí un vaso de café.
—Así es, fue una noche agotadora— comente alcanzándole el café
—Y la mañana recién está comenzando para mí—rio Charles bebiendo un sorbo
—hace días que no veo a Viviane: ¿La has visto pasar?
—sí, ayer por la tarde, me dijo que iba a ver a su hijo, esperemos que tenga suerte esta vez.
—Es verdad—murmure arrugando la bolsa de papel para guardarla dentro del bolsillo de mi saco de lana.
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Editado: 28.10.2022