Adhuc Tempus

Capítulo 22

Capítulo 22

 

-Christofer-

Mis pulmones parecían reventar bajo todas mis exhalaciones compulsivas, corrí con desesperación ¿era hoy? Abrí las puertas que se mecían sin sentido por la ventisca, la luz de la mañana era insipiente, todo parecía brillar en la terraza de uno de los edificios más altos de la ciudad, fue entonces cuando lo vi, con el rostro perdido en la nada misma meciéndose con el viento aun llevaba sus manos aferradas a uno de los hierros de seguridad que él había atravesado poniéndose al filo de una muerte segura.

—Siempre me pregunté qué se sentía ver morir a los demás con tanta anticipación, ¿ya me has visto? —inquirió desencajado clavándome la mirada.

—Bastardo… no lo hagas…—respondí acercándome a él con cierto sigilo mis brazos parecían moverse con autonomía propia mis dedos se habían convertido en garras porque deseaba cazarlo a como dé lugar.

Laurent sonrió para luego lanzar un grito colmado de paranoia sus dedos se prendieron al barrote tornándose rojizos sus uñas palidecieron ante semejante fuerza.

—¡Acaso me quieres con vida para seguir torturándome con tu existencia! En este punto de mi vida ni siquiera sé diferenciar entre la realidad y mi propia locura, eres el maldito reflejo de todos mis pecados.

Me acerque aún más, nuestra distancia se había acortado lo suficiente.

—Te quiero vivo, porque ya no deseo buscar en ti la venganza—cuando dije aquello algo pareció impactar en Laurent, ya que bajó por segundos la guardia, y eso, me permitió tomarlo de uno de los brazos, con extrema ferocidad me prendí a su cuerpo.

A pesar de que él forcejeó incluso resbalando vociferó alaridos de terror cuando sus pies tocaban el aire, pero gracias a mí no cayó por el precipicio, logré a travesar mis brazos bajo sus axilas ajustándolo contra mi pecho, el cuerpo de Laurent estaba sobre el mío con todo su peso, cualquier movimiento que él hiciera lo más seguro es que nos caeríamos los dos.

—Habría…habría…deseado que me odies y que busques realmente venganza, eso, me habría hecho mejor que esta compasión tuya que me da asco, ¿acaso no me ves? —llevo sus manos sobre mi rostro apretando su mandíbula junto con sus dedos sobre mi cara—¡acaso no lo ves!

—¡si! —vociferé—y aun así no voy a permitir que mueras.

Aflojó sus dedos moviendo sus manos sobre mi rostro como una especie de caricia perturbadora.

—Cuando decidí acabar contigo pensé que mi vida seguiría igual, pero, eso no ocurrió, no conmigo. Muchas veces me cuestioné el porqué, sin encontrar respuesta alguna a semejante controversia, hasta que un día te vi en mis pesadillas, una, otra, y otra jodida vez…me hablabas y cuando lo hacías un abrumador remordimiento, ¡sí! Eso...era ¡remordimiento! Me carcomía por dentro, entonces comencé a olvidarte bebiendo y tomando pastillas para quitarte de mí desquiciante realidad. Hasta que un día apareciste y mi alma enloqueció por completo.

Lo ajusté con mis brazos con fuerza atravesándolo como un nudo, forjando una fuerza brutal a través de un abrazo, prácticamente levanté su cuerpo para arrastrarlo sobre la barrera que nos daba por la cintura.

—Esto se terminó…—jadeé deslizándolo por el barral hasta cruzarlo de forma definitiva. Cuando lo logré solté su cuerpo que cayó desplomado sobre el suelo. Caí vencido de rodillas totalmente agotado, el sudor hormigueaba por mi rostro, mis labios se habían resecado con tal intensidad que cada vez que deseaba tragar me dolía.

—No, te equivocas— comenzó a enderezarse, a la par y ya casi sin fuerzas, atrapé su muñeca asegurándome de que no cometiera ninguna locura—¡suéltame, maldita sea! —vocifero moviendo su brazo con una violencia feroz. Me puse de pie.

Le lancé un puñetazo, provocando que se quede quieto de una jodida vez.

Una vez más cayó al suelo de rodillas, aún seguía sosteniéndolo por la muñeca. Su cabeza colgaba, su mirada se perdía en el suelo, parecía llorar, ya que gimió y de pronto un par de lágrimas cayeron escurriéndose por su nariz hasta tocar el suelo ensombreciendo el gris del cemento, la sangre de su boca comenzó también a salir bajo su llanto desconsolado.

—Mi impotencia siempre fue tu madre, continuamente intuí todo eso que ella ocultaba en secreto, cuando nacieron Lanz y tú, jamás habría deseado que uno de los dos tuviese lo mismo que tu madre, porque yo ante ella me sentía estúpido e indefenso, no concebía que ella fuese superior a mí, entonces Lanz era esa parte de mí que deseaba rescatar mientras tú Luca, eras como tu madre, te detestaba.

Cuando nombró a mi madre solté su muñeca lo tomé por la camisa levantándolo hacia mí, para volver a golpearlo.

Mi puño se enterró con desmedido aborrecimiento sobre su cara. Gemí soportando con demasiado autocontrol, él estaba anhelando provocarme para salirse con la suya.

 Jadeó escupiendo aún más sangre. Yo, no estaba pudiendo soportar sus palabras…

—Golpéame, no importa—balbució salivando una vez más, —qué miserable soy, es horrendo sentir la derrota, alguien como yo, acabado…—rio por lo bajo meneando su cabeza en forma negativa—pero así debía ser…después de todo yo era quien se sentía débil ante una bondadosa esposa, ¿qué hombre desearía hostigar tanto a la madre de sus propios hijos obligándola a que se quite la vida? Puse todo el peso sobre tu maldición, jugué contigo a través de tu madre y tu hermano. Te hice sentir un ser humano malvado, porque no pudiste llegar a salvarlos a ninguno de los dos….




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