Capítulo 25
-Christofer-
Cuando Bastián me vio llegar, su expresión se conjugó entre la ansiedad que cargaba y la adrenalina que empeoró cuando vio mi aspecto. Mi camiseta blanca, estaba manchada de moho, y lodo, ni hablar de la sangre que se había salpicado sobre mi pecho cuello y rostro.
Se impactó al verme en ese estado, que para mí era totalmente decadente y deprimente, pero para él era tan estremecedor que lograba desencajarlo por completo. Lo observé sin expresar emoción alguna. Después de todo eso me salía demasiado bien. Más aún con todo lo que había tenido que pasar. No estaba pudiendo sentir nada y eso era peligroso, no para él, sino, para mí.
—Así debía ser muchacho, así debía ser—palmeó mis hombros con nerviosismo, deslizó sus manos sobre su nuca algo perdido, pues la agitación lo estaban ahogando. —¿Dónde está Claus? Estuve llamándole a su móvil y no contesta.
—Vendrá pronto —solté inmutable.
La mirada escueta de Bastián buscando el valor suficiente para preguntar todas sus atrocidades. Esas, que le carcomían el pensamiento por desear salir de una buena vez a través de sus labios.
—Con respecto a tú… —le interrumpí
—Mi padre está muerto. Podrás comprobarlo a través de las noticias dentro de poco. —respondí sin quitarle la mirada de encima, mi odio estaba explotar dentro de mí, pero me sentía tan acabado que no sabía si podría llegar a golpear a Bastián.
Él aún no estaba satisfecho del todo, su avaricia era insaciable, nada parecía detenerlo.
—¡Claro! Eso está muy bien, ahora lo me inquita saber es:
—Hijo de perra—dije sin miramientos, mi voz cuando soltó aquel insulto escapo entre mis labios deseando lastimarlo— ¿Acaso no logras ver mi estado? —mis manos se prendieron a su cuello arrastrándolo hacia mí, Bastián me golpeó tratando de detener mi impulso, ese mismo, que me llevó a enloquecer cuando estuvo a punto de pronunciar el nombre de Nina.
—Tranquilo, solo iré a verificar…—comenzó a toser —solo es eso…
Lo solté casi tirándolo al suelo, se tambaleó atropellándose con una mesa estrecha, la lámpara y el exuberante florero cayeron agracias a mi violenta envión, por el choque rompió con su espalda un espejo que yacía detrás.
—Mala suerte—entonces la voz de Charles se hizo presente, vestía con el mismo gabán nuevo que había deseado usar la última vez que lo vi.
—¿Qué mierda dices Charles? —escuchó Bastián conteniéndose molesto por la interrupción repentina.
—oí el ruido de algo rompiéndose, y mi madre solía decir que aquello era un mal augurio…
—¿Quién es él? —pregunté imperturbable, viendo a Bastián componerse, acomodó su saco y ajustó su corbata, tomó del cajón de la misma mesa con la cual se había chocado hacia unos minutos, su móvil y una linterna.
—Lo siento, él siempre fue mi plan B después de ti claro está, te lo presento: Charles.
Charles deslizó su bastón extendiéndolo, como ya lo suponía, eso significaba que no debía acercarme a él.
—¿Desde cuándo cuidas a viejos ciegos? —inquirí estoico.
—Desde que los ciegos son útiles, no todos, pero este sí. Vámonos Charles.
Si alguien pudiese sentir lo que yo quizás la desolación no me invadiría de esta forma tan cruel, sentía que había hecho todo mal, aunque pretendí estar en todas partes, aunque me esforcé por encaminar y torcer el destino, sentía que no había logrado nada. Una horrenda culpa comenzó a invadirme, es como si hubiese clavado sus dedos sobre mi pecho, y dolía, vaya que dolía...
Conduje hasta mi casa, cuando llegué tomé mi móvil, llamando a Ferdinand.
—Tranquilo, está conmigo, le han dado un sedante porque ha estado muy nerviosa, está fuera de peligro y te aseguro que bien cuidada…—la seriedad en el tono de voz de Ferdinand me calmaba, pero mi angustia no se disipaba—Es bueno saberlo…—dije casi sin aliento—estoy disponible, voy a conducir hasta tu casa, tú también necesitas atención. —dictaminó—No. —respondí de forma atajante —no es el momento para que sigas siendo fuerte, vamos, estas a medio acabar no sigas tirando de la cuerda, no te olvides que eres tan humano como todos nosotros, idiota—exhalé liberando la presión que oprimía mi pecho—Ferdinand ya hiciste demasiado, es hora que descanses, no te preocupes, voy a estar bien.
Corté la llamada.
Ya en mi habitación contemplé el vacío que me rodeaba en esa inmensidad.
Deje mi móvil aun lado de la cama, toque mis costillas comenzaron a doler lo suficiente como para entrecortar mi respiración. Me senté, mis hombros se cayeron junto con mis brazos, me sentía desbastado. Un amanecer prominente comenzó a filtrarse por las ventanas de mi habitación.
—¿Y si me convierto en polvo? Me siento a punto de desparecer…
Mi voz resonaba en ese inmenso vacío. Observé mi revolver lo había dejado tirado a uno de mis costados. Me eché hacia atrás cayendo sobre la cama.
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Editado: 28.10.2022