Adicción Irresistible ©

10|Bad Wolves.

 

MAXINE.

 

Miento si digo que estar en este auto, con un Janssen, en una noche llena de extraños sucesos, no me levanta el ánimo. Porque lo hace, y de una manera que jamás me habría planteado. Sorprendentemente, él tiene un Mercedes Benz en lugar de la aclamada Jeep rustica que todas las chicas piden.

Me agrada más el Mercedes.

También mentiría si digo que no me ha sorprendido al extremo el hecho de que fuese a mi casa a pedirme que le acompañase a un concierto, suponiendo que tiene cientos de amigos y chicas que desearían estar en mi lugar. Sin embargo, y por alguna extraña razón, Mickey Janssen me ha escogido a mí.

Esto de ser amigos comienza a resultarme extrañamente una locura.

El auto está impregnado con el aroma de su perfume, y no me quejo de ello. Más bien, huele demasiado bien. Me atrapo inhalando con fuerza como si quisiese grabar su olor en mi memoria.

Sin darme cuenta, hemos llegado al estadio atestado de fanáticos que gritan, cantan, y silban eufóricos el nombre de los Bad Wolves. Él aparca el auto, y encontrar un lugar vacío nos toma alrededor de veinte minutos.

Tan pronto apaga el auto, y el ambiente se torna silencioso, dejo escapar un suspiro airoso.

—¿Por qué estamos aquí? —pregunto, girando la mitad de mi cuerpo hacia él para confrontarle.

Sus ojos se clavan sobre los míos, y la esquina de su labio se eleva.

—¿Hemos venido a un concierto?

—No. Me refiero a, ¿por qué me has invitado a mí? —digo. Mi voz es vacilante, y recelosa.

Él enrosca sus dedos con fuerza alrededor del volante, y hunde un hombro como si no supiese la razón.

—Supongo que no quería venir solo, y... —se queda callado durante lacónicos segundos. Su mirada regresa a la mía, y sonríe apenas—, quería pasar un rato diferente, ¿sabes? Con una persona diferente.

Asiento.

Enhorabuena, Janssen. Después de la discusión con mis padres, creía que la noche iba a ser una fatalidad.

Tal vez él podría cambiar eso.

Sonrío, y llevo mi mano a la manija del auto.

—Tengamos una noche diferente, entonces. —digo, antes de empujar la puerta, y salir del auto.

Mickey hace lo mismo. Nos dirigimos un último vistazo antes de proceder a caminar hacia la entrada del estadio.

Puedo escuchar los gritos frenéticos de los fanes, incluso a la distancia. El clima está entre tibio y frío. Una suave brisa hace bailar mi cabello, y debo llevarlo detrás de mis orejas para poder obtener una mejor visión del lugar. Miro los guardias de seguridad que se encuentran en la entrada, y luego la eterna fila a un costado de la entrada.

—No me digas que eso es para adquirir las entradas... —comento.

Él deja escapar un suspiro, y asiente.

—Mierda.

Nos dirigimos al final de la fila, y trato de calcular la cantidad de personas que se encuentran por delante de nosotros. Hay por lo menos unas setenta personas primero que nosotros.

—Iré a ver si podemos obtener las entradas de alguna otra manera —explica, alzando la cabeza por encima de la fila especulando la distancia que nos separa de la entrada.

Libero una carcajada sarcástica.

—¿Te refieres a que intentarás usar tu apellido para que nos dejen entrar?

Él me mira, y se lleva la mano derecha a la nuca.

—Nop. No he dicho eso.

—Pero es lo que ibas a hacer. ¿Me equivoco Janssen? —le sonrío con una ceja levantada.

Él exhala, y asiente, cediendo.

—Tal vez sí. Pero, ¿qué importa? —se encoge de hombros, desinteresado—. Si debo resignarme a cargar con esta maldición, por lo menos podría sacarle un provecho.

—¿Maldición? —frunzo el ceño insinuándole a que me ofrezca una mejor explicación.

Noto el movimiento de su nuez de Adán al deglutir, e inhala con brusquedad.

—Así es. Esto de ser un ‹‹Janssen››. —replica como respuesta.

Muevo mis labios a un costado, y sin dejar de asimilar lo que acaba de decir, asiento.

—Ser una ‹‹Collins›› es peor. Créeme. —refuto.

Él estira sus labios en una sonrisa torcida, y arquea las cejas.

—Pareces llevarlo bien.

—Se me da la actuación, acosador. —canturreo, dibujando una juguetona sonrisa en los labios.

Mickey frunce el ceño.

—¿Acosador?

—Te has metido en mi casa, y me has hecho saltar de una ventana —le miro con burla, y él hunde sus dedos sobre su mentón.

—Era casi un primer piso. No exageres. —rueda los ojos en dirección al cielo.

—Acosador. —repito bajito, y él alza una ceja, desafiándome a volver a decirlo.




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