Adicción Irresistible ©

20|Touché.

        

 

MAXINE.

 

Las cosas habían cambiado con Kevin desde aquella noche.

Nuestra relación cercana e íntima se había deshilachado hasta el último hilo. Podía sentir la tensión cada vez que tropezábamos en el pasillo, o cuando mis padres nos hacían preguntas en común. Supongo que todos podíamos notar la diferencia. Él se había decepcionado a tal punto que se esmeraba cada segundo del día por recordármelo.

No lo niego. Fue una tortura al principio. Sin embargo, tras días pensándolo, no había ni un ápice de remordimiento en mí. Si se suponía que debía caerme a pedazos por su actitud distante hacia mí, no lo hice. Siempre me demostré fuerte e indiferente hacia él.

Nos encontramos en la sala de estar esperando el momento en el que tengamos que llevar a Kevin al aeropuerto. En realidad, mis padres le llevaran. No pienso mover un dedo afuera de casa en plena tormenta.

Mamá se encuentra sentada a su lado, acariciando el hombro de mi hermano. Papá está de pie junto a la puerta, mirando su teléfono para chequear la hora. Mientras tanto, Toretto se acurruca en mi regazo sobre la moqueta de pelo.

—Ya deberíamos marcharnos. Se hará tarde, y podrías perder tu vuelo, hijo —anuncia papá, abriendo la puerta.

Mamá se pone de pie, y me dirige una mirada.

—¿Segura de que no quieres acompañarnos?

Solo niego con un leve movimiento de cabeza. Ni siquiera alzo la mirada, pero puedo alcanzar a oír el suspiro pesado que abandona sus labios.

Escucho el sonido del repiqueteo que ocasionan sus zapatillas de tacón cuando sale de casa junto a papá. Kevin toma su maleta. Se para frente a la puerta, y sus ojos profundos se clavan sobre los míos.

Pienso en levantarme, y despedirme. Pero no sé si él esté de acuerdo en ello.

—¿No te despedirás? —pregunta. Su ronca voz perforando mis oídos.

Es la primera que hablamos directamente tras aquel suceso.

Me pongo de pie, y Toretto me lame los pies enfundados por suaves mediecillas de puntitos coloridos. A pasos gráciles, avanzo hacia él. Sus ojos siguen perforándome a medida que avanzo.

Cuando me detengo, no sé muy bien cómo debo actuar. Ha habido una fisura en nuestra confianza. Tal vez ha sido mi culpa.

Kevin exhala un suspiro, y se acerca lo suficiente. Sus brazos firmes rodean mi cuerpo en un abrazo, y no le devuelvo el abrazo hasta que me siento segura de que no me va a rechazar. Mis dedos se enlazan por detrás de su espalda, y mi cabeza se esconde en su pecho. Sus manos le dan suaves caricias a mi cabello, y sus labios se presionas reiteradas veces sobre mi cabeza.

El calor humano me agrada, y hasta consigue sacarme una lágrima. Me apresuro en borrarla del mapa con el dorso de mi mano.

—¿Por qué siento que no te vas a alejar de él? —dice tan pronto nos separamos.

Me muerdo el labio, y sacudo la cabeza. Mis ojos se anclan sobre los suyos.

—Porque no lo haré. Puedes decírselo a quienes quieras, pero no me harás cambiar de decisión, Kevin —el labio me tiembla mientras hablo. Me pone sensible el sentir que ahora somos completos desconocidos.

Él inhala hondo.

—¿Desde cuándo? ¿Desde cuándo sientes algo por un Janssen?

Detecto un atisbo de tristeza en su manera de articular las palabras. Me desintereso en ello. No tengo ni la menor idea de qué responder a su pregunta. Ni siquiera sé que siento exactamente. Solo sé que no quiero dejarlo. No quiero que se acabe.

—No lo sé.

Kevin se toma la cabeza entre las manos, y su respiración se hace audible.

—¿No te podré hacer cambiar de opinión? —luce decepcionado. Pero esta vez, no de mí. Sino de él mismo.

Meneo la cabeza, decidida.

—Yo no te digo a quién debes amar, y tú no me dices con quién debo estar. ¿Sí, Kevin?

—Bueno... —asiente. Sus dedos se presionan con fuerza sobre el aguante de su maleta. Sus nudillos se tornan blancos—. Sólo cuídate.

Le miro mientras abre la puerta, y echa un vistazo al exterior. Parece preocupado. Lo refleja en la forma en la que me mira.

Soy consciente de que solo hace lo que cree que va a protegerme. No lo hace con mala intención. Solo intenta cuidarme porque siempre ha sido así. Siempre me ha cuidado, incluso cuando las cosas no sean de la mejor manera.

—Estaré bien —le digo antes de marcharse.

Él se gira. Una genuina sonrisa se forma en sus labios.

—Lo sé. Lo sé, Max.

Y se marcha en dirección al auto.

Un torrencial de lluvia cae en el exterior. Mi madre se ha subido al auto, y papá le ayuda a meter la maleta en el baúl del auto. Luego, ambos se suben al vehículo. Miro a Kevin mantener el contacto visual conmigo a través de la ventanilla. Su rostro desvaneciéndose a medida que las gruesas gotas de lluvia se acumulan en la ventanilla.




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