Adicción Irresistible ©

21|Escapar Juntos.

MAXINE.

 

Todavía no puedo sacarme de la cabeza la noche anterior.

Después de pasar casi tres horas charlando de por qué el cielo es azul, o sobre la inmortalidad de los vampiros, terminamos marchándonos.

Pasar tiempo con Mickey me causa dos grandes y extrañas sensaciones; la primera, sorpresa. Me sorprende la forma en la que es capaz de robarme una sonrisa con exagerada facilidad. Nunca me he dado tan bien con cualquier otra persona. Hasta con Justin, que suele sacarme de quicio. ¿La segunda sensación? Miedo. Pues sí, miedo. Me asusta la forma en la que me siento cuando estamos cerca.

Me asusta la forma en la que hace que mi corazón se acelere, o que mi respiración de vuelva errática. La forma en la que tiemblan mis manos, y las comisuras de mis labios cosquillean añorando su contacto.

Simplemente, me asusta.

Me asusta no poder controlar esto que siento.

Pasándome una mano por el cabello, exhalo un suspiro. He llegado demasiado temprano al instituto esta mañana. Tal vez porque no conseguí conciliar el sueño en toda la noche, lo cual explica el motivo de porque luzco como un mapache zombi ahora mismo.

—¡Maxine Marie! —alguien presiona mis hombros, haciéndome exaltar. Mis pulmones vuelven a su función respiratoria al percatarme de Lotty.

Frunzo el ceño, ajustando una mueca amarga en mi rostro.

—¿Marie? ¿Estuviste husmeando en mi expediente estudiantil? —le pregunto en mal tono.

Ella me dedica una sonrisa inocente, y sacude su mano al aire.

—Puede que tal vez... pero me gusta mucho tu nombre. De hecho, es bastante genial. Mucho mejor que Lothodora.

—¿Lothodora? ¿Ese es tu nombre? —casi me atraganto con mi propia lengua al reprimir la risa.

Ella asiente, y suspira. —No me mires así. Cosas como esas suceden cuando tus padres deciden ponerte el nombre de tus abuelos, y estos, casualmente, no combinan en lo absoluto.

Suelto una risita. Pobre, Lotty.

No parece muy contenta al decirlo. Más bien, lo dice con un atisbo de reproche.

—¿En dónde estuviste anoche? Estuve explotándote el móvil a llamadas —ella se saca su móvil del bolsillo trasero de su jean acampanado, y me enseña las llamadas. Hizo alrededor de quince llamadas.

Me muerdo el labio, y sacudo la cabeza.

—Me quedé sin batería —hundo un hombro.

Ella alza las cejas. Pero por más que quisiese contarle lo que verdaderamente hice anoche, prefiero guardármelo para mí. Nunca he sido de las personas que van por la vida soplando a los cuatro vientos lo que hacen o dejan de hacer. No, paso.

Nos dirigimos a la cafetería del instituto. Bueno, en realidad, ella me sigue.

—¿Sin batería? Pero sí te conectaste a las tres horas —dice, acusativa.

Y entonces, me detengo. Girándome sobre los talones de mis zapatillas puntiagudas, y haciéndole tropezar con sus propios pies.

Subo una ceja. —¿Estás intentando decir que te mentí?

Ella se cruza de brazos, y sus labios se separan un poco. Pero, termina moviendo su cabeza de arriba abajo en un asentimiento.

Exhalo un suspiro, y accedo. No sé por qué me cuesta tanto ser sincera con ella. Sé que no va a juzgarme dígale lo que le diga. Tal vez hasta pueda aconsejarme, y guiarme en este asunto... ¡Oh, para! No te equivoques, Maxine. Ella es cercana a Mickey. Quizás, hasta le haya contado un par de cosillas...

¿Habrá mencionado lo nuestro a alguien?

¿Lo nuestro?

¿Desde cuándo tenemos algo?

Sacudo la cabeza, obligándome a salir de mi ensimismamiento.

—Creo que hay alguien. —lanzo la bomba.

Sus azulados ojos se abren con sorpresa, y sus labios se ladean en una ‹‹O›› demasiado exagerada. Temo que pueda ser la nueva cueva de las moscas. Sacudo mi mano frente a su rostro, obligándole a reaccionar.

—¡Oh! Pero qué maravilla, Max. ¿Quién es? ¿Lo conozco? ¿Tiene lindas posaderas? ¿Estudia aquí? ¡Oh, por Dios! ¡Exijo saber quién es el susodicho! —me ruega, uniendo sus manos a modo de suplica. Me río. Está actuando demasiado melodramática. Tal vez solo quería ahorrarme este teatrillo de confesar la verdad.

Mencionarle en voz alta.

Pido un café con extra de canela, y aguardo en la barra por el mismo. Ella sigue suplicándome a que termine de matarle la intriga.

—Hagamos algo. Te daré pistas; si aciertas, te lo confirmo —sugiero.

Ella asiente, y recarga su codo del mesón.

—¿Tiene pelo castaño? —pregunta.

Niego. Cuando pienso en el pelo de Mickey, pienso en el color dorado. Es más dorado que castaño. Dorado claro. Un hermoso tono dorado.

—¿Es alto?

—Sí —confirmo,

—¿Juega algún deporte?

Bueno... sí pertenece al equipo de futbol masculino del instituto. Más para nadie es un secreto de que odia estar en esa posición. Supongo que lo suyo es el arte, y la creatividad. Crear música. Sí, definitivamente la música se le da de maravilla.

Me gustaría algún día enterarme de que consiguió entrar a una banda como los Bad Wolves. Me alegraría la vida.




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