Adicción Irresistible ©

35|Clichés.

Maxine.

 

Tengo el corazón en la boca.

Puedo sentir a mi saliva tornándose amarga. Presiono los labios mientras el gélido gel es esparcido en la zona de mi vientre. Entrelazo los dedos con fuerza, y obligo a mis pulmones a inflarse con aire.

Noto a Justin a junto al doctor, con las manos en el interior de los bolsillos de sus vaqueros oscuros y una expresión impasible. No encuentro morfina alguna en el rostro de Justin. Nunca le había visto con tanta desesperación antes.

Le lanzo una mirada con las cejas frunciéndose, ligeramente. Justin no tarda en comprender a lo que me refiero, y se limita a relajar la postura. Suspiro, en modo de agradecimiento. Regreso mis ojos a la doctora, y ella acaba de terminar de distribuir el baboso gel sobre la parte baja de mi abdomen. Se inclina hacia el estante con los dispositivos que suele emplear para realizar este tipo de pruebas, y me dirige una sonrisa amable antes de que el dispositivo haga contacto directo con mi piel.

—Tranquila, señorita Collins —su voz suave consigue disipar los nervios a menguas.

Asiento, y me esfuerzo en sonreír. La sonrisa se estropea en el camino, porque termino esbozando una mueca sacada de una película de horror.

—Solo respire. Concéntrate en respirar —la doctora hace un gesto para que inhale junto a ella; solo que no consigo controlar ningún puto músculo del cuerpo ahora mismo—. Max, respira —se gira hacia un impaciente Justin—. ¡Ey, bonito! Tú también, respira.

Observo a Justin dedicarme una momentánea mirada antes de obedecer las palabras de la doctora.

Bueno, supongo que ella tiene razón.

Solo que desde hace un par de noches en la que descubrí que existía la probabilidad de estar embarazada, no he podido volver a respirar con normalidad. Ya me he hecho las pruebas que han sido solicitadas por la obstetra, y ahora estamos comprobando en qué estado se encuentra... el mini fruto de mis decisiones.

Emulando las acciones de la doctora, comienzo a inhalar con profundidad, y posteriormente, a exhalar todo el aire contenido en mis pulmones. Avisto a Justin mientras hace lo mismo, y empiezo a pensar que, en lugar de una consulta médica, me siento como si estuviese en una de esas sesiones de meditación.

—Ya, hágalo rápido —le pido. Mis palabras flaquean un poco, pero trato de ocultarlo desplegando una sonrisa.

Ella asiente. —Genial, aquí vamos.

Me remuevo ligeramente sobre la camilla al sentir el frío contacto del aparto contra mi piel. Entonces, de modo automático, abstractas figuras en una intensa escala de grises comienzan a aparecer en la pantalla. No le quito la mirada a la doctora de encima, y mis dedos se sientes entumecidos por tanto mantenerlos apretados.

—Oh, miren que maravilla —dice ella. Suena tan emocionada por el montón de figurillas que observa en la pantalla, que mi cerebro empieza a elucubrar dos posibles razones: O, no estamos viendo las mismas figuritas deformes o... me he vuelto incapaz de discernir la realidad a raíz de mis nervios.

—¿Qué cosa? —inquiero con incredulidad.

Ella desliza el aparato de un punto a otro, y luego se detiene para mirarme.

—¿Hace cuánto me comentaste que no veías a tu menstruación? —dice, preparando la libretilla entre sus manos.

Trago grueso. —Hace casi dos meses.

Ella asiente, y anota lo que le digo.

Mi corazón se siente como un saco de boxeo que ha sido utilizado hasta el cansancio. Llevo meses sintiéndome como un puto saco de boxeo.

—Bueno, según las pruebas que te hemos realizado, y la ecografía que acabamos de hacerte, tienes alrededor de siete a ocho semanas de embarazo, señorita Collins —explica, descansando la libretilla sobre el escritorio.

Parpadeo con fuerza, y me llevo las manos a la cara.

¿Casi dos meses?

Pero... el festival fue hace tan solo un mes.

Ahueco mi rostro entre ambas manos, y me esfuerzo en retroceder en el tiempo.

¿Fue en mi primera vez con...?

De repente, el aire se vuele escaso y me atacan unas insoportables ganas de vomitar. Debo cubrirme la boca para evitarlo.

Los dedos de Justin se hunden sobre mis hombros con sutilidad. Agradezco que esté acompañándome en medio del huracán de emociones que me ha sobrevenido.

—Bien, doc. Entonces, seguiremos viniendo a los controles —dice Justin al notar que he quedado enmudecida.

La doctora me dedica una sonrisa llena de compasión, y se marcha para darme mi espacio y poder volver a vestirme. Justin me ayuda a bajarme de la camilla, y mis piernas tiemblan como un par de gelatinas cuando entro en contacto con el frío suelo.

—¿Dos meses? —cuestiona. Sin embargo, su voz dista mucho de sonar como un reproche.

Me saco la bata de encima, y procedo a ponerme mi holgado vestido veraniego. Peino mi cabello con las manos, y me tomo algunos segundos para salir de mi trance.

Mirar a Justin con sus ojos grises rodeados por enormes círculos opacos me hacen pensar que él tampoco ha estado durmiendo bien. Está cargando sobre sus hombros un peso que no le corresponde llevar. Tiene demasiado peso con lidiar con su abusivo padrastro y proteger a su madre como para obligarle a quedarse a mí lado. Él no merece esto.

Además, puedo lidiar con esta situación por mí misma.

Siempre he podido sola.

—No tienes por qué hacer esto —le digo, cuando he terminado de amarrarme las trenzas de las zapatillas.

—¿Hacer qué cosa, Max?

Suspiro con fuerza, y trato de no derrumbarme justo ahora. Necesito demostrarle mi punto.

—Hacer todo esto. Tomarte la molestia de venir a acompañarme al médico o... todo lo que has hecho por mí. Es, simplemente, demasiado —me planto justo frente a él, y aunque Justin es, por largos centímetros, más alto; no permito que me vea como a alguien inferior. Durante mi vida entera, luché conmigo misma para no demostrar mi vulnerabilidad.




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