Adicción Irresistible ©

37|Después De Ella.

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Canción: Train Wreck - James Arthur.

 

Mickey

Mickey.

 

No debí haberle dicho todo aquello a Maxine. Sobre todo, porque en el fondo de mí, solo se resumía a mi herido corazón hablando. Soltando mentiras con la única intención de... ¿Herirla?

No, diablos no. Mi último deseo es herirla. Ella sigue importándome, incluso cuando tras arriesgarlo todo, no había ganado nada. Ella no se sentía del mismo modo. No quería huir, no quería arriesgarse. Lo entiendo. En cierto punto, lo hago. Me he sentido del mismo modo que ella durante la vida entera; he tenido miedo de arriesgarlo todo por el hecho de terminar perdiendo más de lo que pude haber dado de mí.

Me dolió cada palabra. Me destrozó más de lo que imaginé que lo haría.

Fueron segundos eternos. Segundos que ansiaba fervientemente a que llegaran a su final. Pero, no sucedieron de ese modo. No acababan. No se detenían.

Por primera vez en toda mi existencia, había mostrado mi vulnerabilidad ante alguien más. El amor me había hecho abrirme al punto de exponer cada una de mis debilidades. Nunca fui el tipo de chico que expresaba sus sentimientos. Desde pequeño, el hecho de expresar mis emociones, mis pensamientos, mis miedos... era tan complicado.

Pero con Maxine... ella lo hacía todo tan fácil. Parecía sencillo. Ella era tan diferente a todas las demás personas que había conocido en toda mi vida. Siempre lo fue. Siempre lo será, supongo. Cuando el mundo se le venía encima, ella estaba ahí, de pie, sujetando al universo con todas sus fuerzas. Incluso, cuando ya no las tenía.

Maxine Collins siempre ha sido fuerte, no solamente para ella, sino para todos los demás. Nadie la merece verdaderamente. Ni siquiera yo la merezco.

Salgo del baño, y localizo a su melena rubia al final del corredor desolado. Ella abandona el establecimiento, y mis impulsos de correr tras ella y decir la verdad, me dominan. Decirle que no pienso nada de las atrocidades que salieron de mi boca. Incremento la velocidad de mis pasos en dirección a la puerta del instituto cuando la pierdo de vista.

Empujo las puertas con ambas manos, y enseguida, me hallo con el vasto aparcamiento del instituto atiborrado de vehículos. Aplico todo mi esfuerzo en localizarla entre tanto barullo, y las gruesas gotas de lluvia que empiezan a descender del cielo, solo complican la misión que me he encargado.

Alzo la cabeza por encima de los vehículos, y muevo los ojos hacia todos los ejes. Norte. Sur. Este. Oeste. No le encuentro por ningún sitio. Noto que mi suéter ha comenzado a ceñirse sobre mi piel por la humedad. La inclemente lluvia se desata torrencialmente, nublando mi visión.

Entonces, tras un par de segundos, mis ojos le encuentran.

Ella se encuentra alejándose en dirección al exterior del aparcamiento. Sostiene el móvil entre los dedos, y se encuentra, incluso, más cubierta de agua que yo.

Apresuro los pasos en su dirección, procurando evitar tropezarme. Trato de no perderla de vista, pero ella avanza con determinación. Ni siquiera echa un vistazo sobre su hombro, u hacia los lados. Se encuentra sumergida en su móvil.

De refilón, un par de tenues luces capturan mi atención. Las luces transitan por la misma avenida, que ella se encuentra a segundos de cruzar. El corazón se hunde con fuerza en mi pecho. Ella no se ha percatado de las luces todavía, y cruzo los dedos para que el conductor del auto consiga detenerse a tiempo.

Dios mío.

Con el corazón latiéndome nerviosamente adentro del pecho, comienzo a correr hacia ella. Sin embargo, se encuentra a varios metros de distancia. Como si el fin de mundo estuviese persiguiéndome, corro lo más rápido que he corrido jamás en la vida. Las piernas me tiemblan al igual que el pecho. Que no te pase nada. Que no te pase nada. Por favor, Max.

Las luces no se detienen, así mismo como Maxine no se detiene tampoco. Puedo intuirlo, pero no quiero aceptarlo. Me niego a aceptarlo.

—¡Max, cuidado! —grito con todas mis fuerzas. Me falta el aliento, y no me detengo durante ningún momento. El nudo en mi garganta me perfora, y el frío se cuela en el interior de mis huesos, haciéndome estremecer—. ¡Maxine!

Ella no me escucha. No llegó a escucharme.

Súbitamente, todo sucede en cámara lenta frente a mis ojos.

Luces.

Maxine.

Impacto.

Y, no pude llegar a tiempo.

No pude salvarla.

No lo logré. Perdí.

El miedo bloquea a cada uno de mis sentidos, de inmediato. El corazón se me detiene durante escasos segundos que parecen eternos. Todo transcurre en cuestión de segundos, pero a mis ojos y a mis sentidos, llevo la vida entera observando la escena.

Mi burbuja de enajenamiento explota.

No tengo idea de cómo consigo arribar a la escena en la que el cuerpo de Maxine se encuentra reposando lánguidamente sobre el frío pavimento de la avenida. El auto se ha detenido, y sus intensas luces me ciegan por completo. Me arrodillo frente a Maxine. Ella tiene los ojos cerrados, y la palidez tiñe cada centímetro de su delicado rostro.

Rodeo su cuerpo entre mis brazos, atrayéndola hacia mí. Está fría. No se mueve, y al tomar su pulso, no obtengo ningún signo. Deseo pensar que no tengo la menor idea de cómo tomar pulsaciones, y que ella está bien.

Deseo pensar que ella está y estará bien.




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