Adicta a ti

Demasiado intenso

Me quedé sin palabras. Entonces sentí que la mano de Cristian subía poco a poco por mi pierna, levantando mi falda y tocando el interior de mis muslos.

Por instinto intente cerrar las piernas, pero sus rodillas se deslizó entre ellas antes de que pudiera hacerlo. Procedió a besarme con ferocidad, empezando por los labios y bajando por el cuello.

Mi respiración se aceleró, las llamas me comían por dentro.

- ¿Acabas de darte un baño?. - Preguntó de repente. - Huele a jabón floral. No te duches la próxima vez, prefiero tu olor natural.

- Tengo olor corporal. Dudo que te guste si no me ducho. - Por supuesto que era una broma y solo quería ver su reacción.

De inmediato se congeló, con sus labios aún pegados a mi estómago y medio de un beso.

Pensé que me iba a echar al segundo siguiente. En lugar de eso, levantó la cabeza para dedicarme otra sonrisa encantadora y aniquiladora

Luego, me agarró por la cintura y me atrajo hacia él con un rápido movimiento. En un hambre de cerrar de ojos, sentí el dolor agudo de su lógico llenándome, y mis brazos se agarraron a él por reflejo.

Parecía estar contento con mi reacción y me miraba con toda calidez mientras me sujetaba la nuca de manera sirve para poder besarme.

Los movimientos repetitivos de sus caderas me hacían daño, le vi arañar su espalda sin querer por puro dolor. A pesar de ello, ni siquiera se inmutó, simplemente me bajó de nuevo a la cama y se detuvo brevemente para preguntarme.

- ¿Estás nerviosa?. - Cuando respondí que no, me mordísqueó a los labios. - Entonces aflojate.

- Ya me siento bastante suelta.

Me dejó escapar una carcajada.

- Entonces debo ser demasiado grande para ti.

Mientras yo ponía los ojos en blanco con exasperación, añadió.

- ¿Verdad?. - Sin embargo, antes de que pudiera preguntar de qué estaba hablando, acelero de repente su paso. Grité de dolor, mi visión se volvió borrosa por las lágrimas.

Agradecí que estuviéramos en un hotel de cinco estrellas con paredes insonorizadas.

Me di cuenta de que esa inversión estaba preguntando si creía que su longitud era demasiado grande.

Sin embargo, tuve que me diga que era bueno en esto.

- ¡Ah!. - El dolor que sentí ahí abajo me hizo gritar una vez más. Sus empujones habían aumentado de manera brusca en velocidad y profundidad como sí estuviera descargando su frustración.

- Espera, para... - Intente apartarlo. - No te has puesto condón...

- No puedo parar... - Me mordió el cuello, y sus movimientos Se volvieron aún más potentes y desesperados que antes.

Después de lo que pareció una eternidad, al fin me despromé sobre su cuerpo sudoroso, por completo agotada de energía. Y así, me quedé dormida.

Cuando al fin volví en mí, el sol aún no había salido. Estaba tumbado a mi lado, con la cara humeda en mi cabello y el brazo echado sobre mi hombro, durmiendo de manera profunda mientras usaba mi cuerpo como almohada humana.

" Tal vez debería decirle también a ver el cabello con champú".

Pero en lugar de hacerlo, le quité el bazo de encima con cuidado, intentando salir de la cama y volver a ponerme la ropa sin despertarle. Para mi disgusto, volví a caer en la cama con un simple tirón de su brazo, encontrandome atrapada en su abrazo una vez más.

Me giré para encontrarme con su mirada somnolienta y medio dormida.

- Antonella. - Murmuró con calma.

Por alguna razón, fui yo la que se sintió nerviosa de repente.

- Yo...

- ¿Tú?. - Parpadeó mirándome con sus largas pestañas, abriendo la boca como si fuiera a continuar, aunque no le salieron palabras. Por alguna razón desconocida, me retorci incomoda.

Después de un rato de vacilación, me acerqué a él y le rodeé el cuello con un brazo para darle un beso.

- Qué casualidad. - Le sonreí. - Anoche tenía ganas de divertirme. No pensé que me encontraría contigo.




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