Adicta a ti

¿Robaste las llaves de mi casa?

Una cálida y mullida manta me cubría.
Al momento siguiente, sentí un suave beso en mi mejilla.

Después, pude oírlo arrastrando los pies por la habitación, y finalmente me di cuenta de que estaba limpiando el desorden que habíamos hecho. El corazón se me apretó dentro del pecho con una emoción extraña y ajena que no podía identificar.

Cuando terminó de limpiar me llevo a mi habitación y me arropó, acordándose incluso de servirme un vaso de agua y dejándolo en la mesita de noche. " Qué bueno... Amigo".

Por completo agotada, me quedé dormida poco después de qué saliera de la casa.

Registré a alguien de manera vaga, acostada a mi lado mientras dormía cuando me desperté, vi a Erick tirado en la cama, apestando alcohol.

" ¿Así que no había ido a buscar consuelo en otro mujer, si no en el alcohol?" . Me pellizqué la nariz mientras el asco brotaba de mi interior aún así, me levanté de la cama para prepararle un baño Luego de ayudarle a quitarse la ropa y a meterse en la bañera antes de bajar a preparar unos platillos para aliviar el dolor de la resaca que se avecinaba.

En el pasado solía hacer esto por él, ya que me daba pena que se quedara hasta tarde para asistir a cenas y reuniones de negocios, pero al recordarlo ahora, quería reírme de mi propia estupidez. No se merecía en absoluto mi compasión.

Después de tomar los analgésicos, Erick me sorprendió presionándome sobre la cama e intentando besarme, con el regusto del alcohol todavía en la boca.

Cuando se sentó encima de mí como un rey sentado en su trono, supe que o bien seguía borracho o bien me confundía con otra chica.

Volteé la cabeza hacia un lado para evitar su boca. El sexo entre nosotros nunca había sido algo habitual. Es más, me había creado una aversión a él después de descubrir que me engañaba.
Sin embargo, no captó la indirecta, se hernió sobre mí y me besó la oreja mientras sus manos se deslizaban bajo mi pijama.

- Amor... - Cristian me había hecho esto mismo antes, pero se sentía asqueroso cuando era Erick quién lo hacía.

Me pregunté de manera breve si yo también me había vuelto adicta a Cristian. " Será cierto el dicha de que el mejor camino al corazón de una chica es a través de su cuerpo, después de todo?".

- Es tarde. Deberíamos dormir un poco. - Le dije a Eric con las manos apretadas contra su pecho en un intento de apartarlo. - Además, tienes trabajo mañana por la mañana.

Sin decir nada más, le di la espalda y subí las mantas hasta la barbilla. No dijo nada, se dio vuelta y se durmió enseguida.

"¿Esperaba esto? ¿Que no le devolviera su afecto?".
Eric siguió llegando tarde a casa durante los siguientes días, Aunque ya no olía alcohol, no sé atrevía a mirarme a los ojos, como antes.
Mi amor por él se había extinguido hace mucho tiempo, y me Estaba preparando para divorciarme de él.

Cristian, en cambio seguí haciendo visitas frecuentes a la casa, llamándome "Antonella" en público y " Zorrita" en la cama.

- ¿Me extrañaste, zorrita descarada?.- Volvio a aparecer en mi sala de la nada.

Antes de que me diera tiempo de reaccionar, ya me había abrazado.

Volteé un poco la cabeza para mirarlo.

- ¿Robaste a escondidas un juego de llaves de mi casa?. - Estaba segura de que había cerrado la puerta principal con llave.

- ¿Qué quieres decir con " robar" ?. - Levantó la llave en el aire, agitándola con una sonrisa inocente. - Siempre he tenido una.

"Oh". Había olvidado que cuando la cerraduras de nuestra casa se rompió hace medio año, Eric no había hecho nada para solucionar el problema. En cambio, Cristian había sido el que salió a buscar un cerrajero para nosotros.

" ¿Eso significa que tienen las llaves de nuestra casa desde hace medio año? ¿Que pensaba hacer con ellas?".

- ¿Planeaste acostarte conmigo durante estos seis meses seguidos? - Pregunté con curiosidad.

Su sonrisa se desvaneció sustituida por una expresión por completo sería..

- Para empezar, siempre fuiste mía.

La afirmación me conmovió.

Sin embargo, había una vocecita en el fondo de mi cabeza que me recordaba que las serenatas y alabanzas de los hombres no eran de fiar. De hecho Erick me sirvió de ejemplo.

Empezó a reírse como un idiota cuando no le contesté.

- Tengo hambre ¿Que vamos a comer hoy?.

- Cerdo caramelizado. - Al instante, su expresión se abrió como si recordara el sabor del horrible cerdo caramelizado de antes.

- ¿Podemos comer otra cosa?¿Por favor Anto?. - Gimió, acurrucando su cara entre los pliegues de mi cuello.

Conteniendo la risa le pregunté.

- ¿Por qué? ¿No te gustó cuando lo cociné para ti la última vez?.
Levantó la cara.

- Me encantó. - Dijo a la fuerza, esta vez, no pude evitar que se me escapara la risa.




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