Adicta a ti

Cierra la boca y bésame

- Estoy cansado. Vamos a dormir. - Dijo Cristian mientras calentaba mi otro pie antes de levantar la colcha para cubrirnos a los dos y cerrar los ojos. Sabía que no quería continuar con el tema que había iniciado antes.

Sin embargo, no iba a huir de nuevo. Me volteé y lo miré con toda sinceridad mientras decía.

- Sólo fui álvar porque mis emociones me superaron. No pensé que te encontraría ahí ni que acabaríamos así. Pero no quiero ser alguien tan rastrera y desvergonzada como él. Lo siento.

Me disculpé con Cristian porque en verdad me trataba como una reina. Sin embargo, era un Donjuan, un hombre que una y otra vez estaba rodeado de muchas mujeres. Por lo tanto, no creía que su vida fuera a experimentar ningún cambio significativo sin mí. En cuanto a mí, Al fin y al cabo, seguí haciendo la esposa de Erick. Por lo tanto, no pretendía causar problemas antes de divorciarme de él. Para colmo, Gabriela había vuelto.

Tenía la sensación de que su regreso complicaría las cosas y me haría sufrir más. En consecuencia, tendría que pensar en Cómo afrontar las dificultades que se me avecinaban.

- Entonces, creo que lo mejor este... - Noté que su expresión se volvía sombrear, como si hubiera nubes oscuras cerniéndose sobre él. Por un momento pensé que abandonaría la habitación. Sin embargo, se dio la vuelta y pegó sus labios con los míos, impidiéndome decir nada más. - Tu... - Intenté liberarme de su agarre, pero era demasiado fuerte. Me rodeaba con un brazo y me colocaba el otro y la nuca, con los dedos corriendo de manera salvaje por mi cabello. El hombre me besaba con hambre, como si quisiera devorarme.

Se dio cuenta de que intentaba hablar, así que me mordió con fuerza en el labio. Empecé a descargarme de dolor y estuve a punto de llorar. Al darse cuenta de ello, acercó enseguida sus labios a las mías y me lavé las lágrimas de la comisura de los ojos. En cuanto sus labios se separaron de los míos, aproveché para jadear antes de que me besara de nuevo.

Su lengua era tan flexible como una serpiente, pues exploró cada parte de mi boca. Al final dejé de resistirme y me apoyé en su cuerpo para recuperar el aliento después de aquello. Mi cerebro estaba confuso y no podía recordar nada de lo que había pensado antes.

Cristian tomó la cigarrera que tenía junto a la cama y encendió un cigarro antes de fumar en silencio. Pude ver sus ojos oscuros mirando hacia abajo a través del humo blanco. Para mi sorpresa, parecía estar molesto.

" ¿Era por lo que le había dicho?.

Este pensamiento solo apareció durante una fracción de segundo antes de desaparecer. " No... No puede ser. No saltan atractiva ni encantadora como para que un tipo como él se enamore de mí. Solo soy una mujer que hasta mi propia marido detesta".

- Cristian, quizás deberíamos...

Estaba decidida continuar la conversación una vez más. Se podría decir que a veces era muy testaruda, sobre todo cuando se trataba de algo que Había decidido, no me detendría hasta conseguir mi objetivo. Por ejemplo, creía que era pura mala suerte estar casada con Erick. Desde niña, siempre había sido cobarde, y todo en lo que me había empeñado nunca acababa bien.

Pero en cuando abrí la boca para hablar, Cristian se inclinó y puso sus labios sobre los míos. También aspiro el humo en mi boca a propósito. Al inhalarlo por accidente, empecé a ahogar. Así, aprovechó la oportunidad para introducir su lengua en mi boca.

Mi mente se quedó en blanco por sus besos. Estaba confundido sobre lo que estaba pasando. Cuando recobré el sentido, me di cuenta que había encendido otro cigarrillo. Me quedé pensando un rato si de día seguir con el tema.

Sin embargo, esta vez fue el que envió el primer paso. Hecho una cucarada de humo y se puso un dedo en los labios. Fue una invitación para que me callara, ya que levantó las cejas y me miró directo a los ojos.

- ¡Shh, no digas nada y bésame!.

Fuimos capaz de decir una palabra en toda la noche. Cada vez que intentaba hablar, Cristian cantaba sus labios contra los míos, y el ciclo volví a repetirse. El hombre no me dio la oportunidad de hablar siquiera de ello. Sin embargo, cada vez que se separaba del beso, me preguntaba en qué pensaba.

Al final, me desmayé de vergüenza por sus apasionados besos.




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