Adicta a ti

Una mujer cualquiera

Cuando me desperté por la tarde, Cristian ya no estaba por ninguna parte. Hacía tiempo que me había acostumbrado para que desapareciera en el aire sin informarme antes. Si no fuera porque nos conociéramos, habría pensado que era un criminal o algo así.

La lujosa suite presidencial había sido amueblada con todo tipo de artículos de lujo. Mientras me cepillaba los dientes, empecé a preguntarme si llevaba lo suficiente para pagar la habitación, ya que anoche salí con prisas y sin la cartera.

Resultó de esas no eran mis preocupaciones porque alguien había pagado la cuenta por adelantada. El personal me trajo un conjunto de ropa nueva y mi almuerzo cuando me desperté.

Me entregó un plato de sopa y me dijo.

- Señorita, por favor, termine esto antes de irse.

A echar un simple vistazo, me di cuenta de que era la sopa que me había antojado cuando me mantuvieron castigada en el hospital.

Sentí que mis ojos empezaron a rebosar de lágrimas por las cosas que había hecho Cristian cuando Erick ni siquiera se molestó en traerme una. " ¿Podrías dejar de coquetear conmigo si es que no estás aquí? ¡Me siento mal por sentirme bien! ¡Me temo que el día de la despedida me va a doler muchísimo por los grandes recuerdos que tenemos!".

Aunque era una sopa normal a simple vista, me tragué todo el plato en cuestión de segundos. Una vez que terminé la sopa, comenté.

- Por favor, infórmale al chef que está algo a poco condimentada para mi gusto.

El empleado respondió con una sonrisa en silencio. Dejé de meter los narices en sus asuntos y me fui una vez que recuperé mi bolsa. Si me hubiera girado por última vez, habría visto a Cristian en la entrada con el personal que se había acercado a su lado.

Poco después de que Cristian y yo nos juntamos, me dijo que era el dueño del hotel. Es decir, que él había preparado personalmente la sopa para mí.

Como ama de casa, no tendría que preocuparme por llegar tarde. Me marché después de pasar por la sede de la familia Salas y luego entregué el contrato firmado a las recepcionista.

Cuándo encendí el teléfono, estaba de mal humor por los mensajes desagradables de Erick. No pude evitar preguntarme si las cosas habían llegado a un punto sin retorno para nosotros.

Mientras me perdía mis pensamientos, recibí otra llamada suya. Tras unos segundos de duda le contesté y pregunté.

- ¿Sí?.

Era evidente que, a Erick, que estaba al otro lado, me sorprendió mi tono insensible. A su vez, comentó con sarcasmo.

- ¿Qué? ¿Intentas deshacerte de tu marido después de pasar una noche con Cristian? No puedo creer que le guste una mujer cualquiera como tú.

No pude reprimir más mi ida cuando empezó a insultarme.

- ¡Siento mucho haberte decepcionado, pero no soy tan capaz como tú! ¡De ninguna manera voy a participar en una sesión tan desenfrenada después de un aborto espontáneo! ¿Por qué Parece que eres tú el que se lo está pasando mejor sin mí?.

- ¿Estás tratando de engañarme otra vez? Si no fuera así, ¿Por qué habrías apagado el teléfono? ¿Dónde estabas?.

- ¿Por qué? ¿Se supone que tengo que volver y permitir que me humilles con otra mujer que has traído a casa? . - Ya no podía molestarme sus comentarios. Resultó que era capaz de defenderme todo el tiempo. Por desgracia, tuve que aprender la lección por las malas. Tras unos segundos de pausa, añadí. - ¿Dejamos de meternos con el otro cuando somos bastantes parecidos? Ya que me consideras una mujer cualquiera, ¿Por qué no coqueteas con Gabriela a ver si te presta atención?.

- ¡Cierra la boca y deja de insultar a Gabriela!. - Me gritó a su vez el enfurecido hombre. Si hubiera estado a su lado, me hubiera bofeteado de nuevo.

Gabriela era la persona de la que estaba enamorado. A lo largo de los años, hacía un viaje a Ciudad Luna para celebrar su cumpleaños. Nunca me había enfrentado a él porque no estaba a la altura de ella en muchos aspectos.




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