AdiÓs A La Luna

Los que Vienen del Vacío

Lunae miraba el cielo como si fuera un espejo roto.
Y aunque su cuerpo era nuevo, su memoria seguía llena de cicatrices.

La profecía hablaba de un segundo despertar.
Uno que vendría con alas de lobo y labios de diosa.
Uno que traería placer…
y destrucción.

Ella era la mitad.
Y Eryon… el pecado final.

Pero no estaban solos.

No del todo.

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🐺 BOSQUE DE CIERVA ROJA — NOCHE

Eryon se acercaba a las ruinas donde la sintió por primera vez.

El olor de su piel, aunque nunca la había tocado, lo guiaba como un lamento.
La tierra temblaba bajo sus pasos.
Las alas en su espalda crujían para liberarse.

Y entonces los sintió.

No eran humanos.
Tampoco bestias.

Los Vacíos.

Criaturas sin alma.
Exiliadas de la luna por traicionar los ciclos.
Vestían piel humana, pero sus bocas olían a hierro oxidado.
Y sus ojos… estaban vacíos como la muerte.

Uno de ellos habló:

—El vínculo debe ser roto.
—No lo entiendo —gruñó Eryon.
—Si te unes a ella, te romperás. El mundo se romperá. Todos los que tienen nombre… sangrarán.

Eryon se relamió los labios.

—Entonces aprendan a sangrar.

Y el lobo alado saltó.

El combate fue sucio, visceral, elegante.
Garras, alas, colmillos y fuego.
Pero algo lo distrajo.

Una sensación ardiente en la piel.
Como si alguien… lo tocara desde lejos.

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🌓 EN UN SANTUARIO BAJO TIERRA

Lunae se bañaba en un pozo de leche de luna.
Sus dedos recorrían su cuerpo como si lo explorara por primera vez.
La piel estaba viva.
Los pezones endurecidos.
Y el centro de su placer… llamaba.

“¿Me sientes?”
La voz llegó sin viento.

Ella cerró los ojos.
Y gimió.

No de placer puro.
Sino de vínculo.

Él estaba peleando.
Y por dentro, ella ardía.

Deslizó una mano hacia su ombligo.
Y lo sintió allí.

Una conexión. Una electricidad. Un deseo que no era solo físico.
Era cósmico.

—Si mueres antes de llegar a mí… lo destruiré todo —susurró.

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🌑

Cuando Eryon mató al último Vacío, sus alas se abrieron por completo.
El cielo tembló.

La luna se puso roja.

Y en lo alto de la montaña, una figura lo observaba.
Cabello blanco. Piel gris.
Una mujer con el vientre tatuado de símbolos prohibidos.

—Así que el último lobo encontró a su diosa —murmuró.

Junto a ella, tres criaturas hechas de sombras despertaron.

Y abajo… el deseo se volvió necesidad.




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