Lunae estaba atada.
No con cuerdas.
Con palabras antiguas grabadas en su piel.
Con runas calientes que goteaban deseo y control.
Cael la miraba como se mira a una joya antes de romperla.
Con devoción y rabia.
Ella temblaba.
No de miedo.
De impotencia.
De saber que lo conoció demasiado… y aún así no supo lo que él escondía.
—Te amé como solo se ama a una diosa, Lunae —dijo Cael—.
Y me diste el exilio como respuesta.
Hoy… me vas a dar lo que merezco.
Él se desnudó.
Su cuerpo era hermoso y quebrado.
Tatuajes tribales cubrían su torso.
Cada uno una promesa incumplida.
Se subió sobre ella, pero no la tocó aún.
Colocó su frente sobre la de ella.
—Este ritual no es carnal —susurró—.
Es ancestral.
Y vos sabés cómo funciona:
la energía entra, el alma se parte… y el hijo nace en sombra.
Lunae cerró los ojos.
Y en su mente…
lo sintió.
Eryon.
---
🌑 EN EL BOSQUE
Eryon corría como si la tierra lo devorara.
Las alas en su espalda brillaban.
Las venas de su cuello latían con rabia.
La sentía entre sus dedos.
Sus suspiros.
Sus gemidos reprimidos.
Y algo más.
El falso placer.
La invasión.
El dolor disfrazado de sexo.
—¡NO! —gritó.
Y el bosque se partió en dos.
---
🌘 EL RITUAL CONTINÚA
Cael acariciaba el vientre de Lunae.
Sus labios apenas rozaban los pezones tensos.
Pero ella no se rendía.
—No vas a entrar —le escupió.
Él sonrió.
—No necesito entrar por donde creés.
Y bajó su boca.
Acarició su pubis con la lengua…
pero no con lujuria.
Con dominio.
Y mientras lo hacía, recitaba encantamientos.
Cada palabra era una cuchilla astral.
Cada roce, una llave que abría puertas internas.
Lunae gimió.
Sí.
Pero no de placer.
De fragmentación.
---
🌓 ERYON LLEGA
El santuario estalló en humo cuando él aterrizó.
Los acólitos huyeron.
Las velas explotaron.
Y Cael levantó la cabeza… con su boca aún húmeda.
—Llegás tarde, alado.
—Llegué justo.
Eryon caminó hacia ellos.
Cada paso era una amenaza.
Sus ojos no tenían pupilas.
Eran dos lunas oscuras.
—¿Querés a Lunae? —dijo Cael, de pie ahora, con la erección aún marcada bajo la tela.
—No la quiero.
La reconozco.
Y sin aviso, se abalanzó sobre él.
---
🌕 BATALLA DE SOMBRA Y ALAS
Cael y Eryon luchaban como dioses caídos.
Garras contra símbolos.
Alas contra cadenas.
Furia contra historia.
Lunae, aún atrapada, gritó:
—¡No lo mates… todavía!
Ambos se detuvieron un segundo.
Lo suficiente para que ella se liberara a sí misma.
Y cuando lo hizo, su cuerpo flotó.
Desnuda.
Sangrando luz lunar.
Y con la voz de las que han parido mundos:
—Mi cuerpo no es altar de nadie.
Ni siquiera del destino.
Y entonces lo eligió.
Se acercó a Eryon.
Lo miró.
Lo lamió.
Y dijo:
—Te quiero dentro.
Pero no hoy.
Hoy… matamos lo viejo.