AdiÓs A La Luna

La Fusión

El templo temblaba.
Las piedras gritaban.
El portal de sombras abierto bajo los pies de Aélion devoraba la tierra centímetro a centímetro.
Los lobos alados caían uno tras otro.
Las tribus apenas podían sostener el frente.

Y allí, en el altar partido,
Lunae, Kaïron y Eryon sabían que el mundo se terminaba.

Aélion sonrió, con el corazón del dios menor hecho pedazos entre los dedos.

—Ya está, amor.
No me queda nada que perder.
Ni a vos.
Ni a este mundo.
Todo va a volver a mí.

Lunae respiraba con dificultad, las runas de su vientre brillando.
El niño —o lo que fuera que crecía en su interior— se agitaba como un relámpago.

Kaïron le sujetó el rostro con fuerza.
—Si lo sellamos, podemos morir, Lunae.

Eryon se acercó, los ojos ardiendo como soles.
—Pero si no lo hacemos, todo muere.

Ella los miró.
No había miedo.
Solo una certeza: eran uno.

—Entonces lo haremos —susurró.
—Pero esta vez… sin límites.

Se colocaron en triángulo, sus cuerpos pegados,
su energía ya vibrando como una tormenta.

Kaïron le besó el cuello, un mordisco que sangró y liberó la sombra.
Eryon tomó su cintura, rozando la cicatriz del vínculo,
y le susurró en el oído:
—Abrite… Lunae…
dejános entrar.

Y ella lo hizo.

No solo en su cuerpo.
En su alma.

La energía estalló.
Sombras y fuego se entrelazaron,
sangre y luz se fundieron.
Lunae gritó mientras sentía a ambos dentro de ella,
no como amantes…
como prolongaciones de su propia vida.

Kaïron rugió, las alas de sombra desintegrándose en energía pura.
Eryon se arqueó detrás de ella, su fuego encendiéndolos a todos.

Tres cuerpos.
Un solo latido.
Un poder imposible.

Aélion se dio cuenta demasiado tarde.

—¡No! ¡No lo hagas, Lunae!
¡Vas a matarte!

Ella abrió los ojos.
Brillaban como dos lunas llenas.

—Prefiero morir completa…
que vivir como tu mitad.

El poder se liberó.
No como un ataque.
Como una implosión.

El altar se partió en dos.
El portal comenzó a cerrarse, tragando las sombras con chillidos inhumanos.
Aélion fue arrastrado, pero se aferró al borde, los dedos sangrando.

—¡Esto no es el final, Lunae! —rugió—
¡Ese niño… es mío!

Ella se inclinó hacia él.
La energía de la fusión aún la atravesaba,
Kaïron y Eryon sosteniéndola por la espalda.

Y le susurró al oído, justo antes de soltarlo:

—Este niño es lo que vos nunca vas a ser…
libre.

Y lo dejó caer.

Aélion desapareció en el abismo.
El portal se cerró con un rugido ensordecedor.

El silencio fue absoluto.
Solo se oían los jadeos de ellos tres,
aún entrelazados, temblando,
casi sin fuerzas para mantenerse en pie.

Kaïron hundió el rostro en el cuello de Lunae.
—¿Estamos… vivos?

Eryon se apoyó en su vientre, sintiendo el latido de la criatura.
—Estamos.
Por ahora.

Lunae los abrazó a ambos, temblando.
Sabía que habían ganado…
pero también sabía algo que no podía decirles.

Cuando habían liberado la fusión,
había sentido algo más despertar en su vientre.
Algo que no era luz ni sombra.
Algo que susurraba su nombre.




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