AdiÓs A La Luna

Lo Que No Puede Ser Contenido

La espiral seguía allí.
Pequeña.
Enroscada como una serpiente dormida en su mano.
Negra… pero no opaca.
Era como si la oscuridad misma tuviera su propia luz.

Lunae no la mostraba.
La sentía arder a ratos, como un suspiro bajo la piel.
Y algo en ella le decía que no debía compartirla todavía.

Pero el mundo no le daría tiempo.

Fue en el bosque.
A plena luz del día.
Cuando creían que podían caminar sin que nadie los rastreara.
Cuando Kaïron tomaba su mano.
Cuando Eryon, por primera vez, sonreía.

Ahí llegaron.

Encapuchados.
Montados en bestias aladas.
Miembros de una nueva secta.
No adoradores. No asesinos.
Recolectores.
Querían su sangre.
Su fuego.
Y el hijo… para alimentarlo a una bestia ancestral.

El ataque fue brutal.
Flechas.
Fuego.
Gritos.

Kaïron peleaba como un lobo desatado.
Eryon era una llamarada viva.

Pero eran muchos.
Demasiados.
Uno de ellos alcanzó a Lunae.
La sujetó del cuello.
Le colocó un grillete de plata negra.

—El fuego del dios es viejo —le dijo al oído—.
Pero lo que llevás dentro…
eso no es divino.
Eso es… renacimiento.
Y todo nacimiento… necesita una muerte.

Ella gritó.
Y entonces… el fuego negro despertó.

No fue luz.
No fue calor.
Fue silencio.

Uno tan profundo, que el aire se colapsó.
Los árboles se curvaron hacia atrás.
Los pájaros cayeron, muertos en el aire.

El encapuchado explotó sin sonido.
Su cuerpo se volvió ceniza…
y luego nada.

Kaïron y Eryon retrocedieron,
pero no por miedo a ella.
Sino porque el fuego negro los reconoció.
Los rodeó.
Los tocó.
Y los protegió.

—¿Lunae? —murmuró Kaïron, temblando.

Ella no respondió.
Sus ojos eran completamente oscuros.
No había pupilas.
No había blanco.
Solo la espiral, girando en sus iris.

Los enemigos huyeron.
No por cobardía.
Sino porque sus cuerpos no podían estar en la misma realidad que ese fuego.
Algunos se evaporaron.
Otros enloquecieron.
Uno se arrodilló, se arrancó la lengua y comenzó a cantar en una lengua muerta.

Y entonces, como si nada,
el fuego desapareció.
Lunae cayó de rodillas.
Sangre en la nariz.
Respiración errática.

Kaïron corrió a sostenerla.
Eryon la rodeó con su capa.
—¿Qué fue eso…? —preguntó, horrorizado y fascinado a la vez.

Lunae alzó la vista.
Su voz era apenas un suspiro.

—No fui yo…
fue él.
El otro.
El que aún no tiene nombre.

Kaïron tragó saliva.
—¿Y puede… salir otra vez?

Ella cerró los ojos.
El símbolo en su mano brillaba, lento, como un corazón dormido.

—Cuando me amenacen, sí.
Cuando me lastimen…
también.
Pero si me rompen el corazón…
no sé qué va a pasar.

Y con eso, el silencio volvió.
Pero ya no eran los mismos.

Ahora todos sabían:

> Algo más poderoso que el dios antiguo habita en ella.
Y cada emoción fuerte puede despertarlo.

No solo era la madre de una profecía.
Ahora…
era una amenaza para el mundo entero.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.