AdiÓs A La Luna

“El Recuerdo del Principio”

El sueño no empezó con un sonido.
Empezó con una ausencia.

No había cielo, ni tierra, ni aire.
Solo un espacio sin forma…
hecho de pulsos.
De respiraciones.
De recuerdos que no pertenecían a nadie.

Y ahí, en medio del vacío, ella estaba.
Desnuda de cuerpo y de alma.
Pero no frágil.
No esta vez.

El fuego negro flotaba a su alrededor,
como si la reconociera.
Como si esperara sus órdenes.

> —Así era antes de los nombres —susurró una voz.
—Antes de los dioses. Antes de la luna.

La voz era masculina y femenina a la vez.
Suave como el viento, profunda como una marea.

Lunae giró.
Frente a ella, una figura surgió del vacío:
piel hecha de sombra líquida,
ojos como constelaciones muertas,
y una sonrisa que era… dolor y ternura a la vez.

—¿Quién sos? —preguntó ella.

—No “quién”.
Qué.
Soy la primera chispa.
Y vos… fuiste mi llama.

El vacío se iluminó con su roce.
No la tocó.
Pero el calor que emanaba la atravesó.
Imágenes se abrieron en el aire:
un templo de obsidiana,
una mujer con su rostro entregando un beso a la oscuridad,
y un grito que no era de miedo,
sino de creación.

> —Nos separaron —continuó la voz—.
Los nuevos dioses temieron lo que creamos.
Te dividieron: cuerpo, alma, fuego, luna.
Te dieron un nombre nuevo y una historia falsa.

Lunae sintió una lágrima arder en su mejilla.
Pero la lágrima no era agua.
Era luz negra.

> —Ahora volvés a recordar.
Por eso la espiral.
Por eso la marca.
Porque la creación… quiere completarse otra vez.

El fuego negro se alzó como un velo.
La envolvió.
No dolía.
No quemaba.
Era como una caricia que despertaba memorias enterradas:
risas antiguas, voces que hablaban su nombre original,
y una sensación que no era humana:
ser todo y nada al mismo tiempo.

—¿Y Asher? —preguntó ella entre susurros.
—¿Por qué siente lo mismo?

> —Porque fue parte de vos.
El reflejo que te arrebataron.
Tu gemelo perdido en el tiempo.
La otra mitad del fuego.

La respiración de Lunae se quebró.
El vacío pareció estremecerse con su pulso.
Y por un instante,
vio lo imposible:

Ella y Asher, unidos antes del tiempo,
dos llamas danzando alrededor de un corazón sin forma,
creando lo que luego los dioses robarían: el alma de la luna.

> —No naciste para servirles —dijo la voz—.
Naciste para recordarnos.
Para traer de vuelta lo que fue borrado.
Pero el precio…
es la pérdida.

El fuego negro comenzó a hundirse en su piel,
absorbiéndose lentamente.
Su cuerpo brilló, y luego se apagó.
Solo quedó ella,
jadeando,
despierta en la oscuridad de la noche real,
con Kaïron dormido a su lado
y Eryon velando en silencio.

Y por primera vez, Lunae recordó su verdadero nombre.
Uno que no pertenecía a los hombres, ni a los dioses,
sino al principio de todo.

> —Seraphis. —susurró.
El nombre prohibido.
El nombre que había iniciado el fuego.

Y lejos, en alguna parte del mundo,
Asher abrió los ojos al mismo tiempo.
Una lágrima de fuego negro cayó de su mejilla.
Porque también lo recordó.




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