AdiÓs A La Luna

Epílogo — La Promesa de la Llama

Años después, entre bosques que aprendieron a crecer con cenizas y praderas que guardaban el calor en sus raíces, nació una niña de ojos partidos: uno claro como el alba, otro oscuro como la noche sin luna. Creció al abrigo de una abuela que había pertenecido a los clanes de guardia y que le contó, en voz baja, las historias de la mujer que fue luna y del hombre que fue luz.

—¿Los dioses miran? —preguntó la niña una tarde en que el cielo mostraba una luna redonda y tranquila.
La abuela sonrió, arrugando las manos. —No miran, pequeña. Arden en nosotros.

La niña alzó la vista y vio la luna titilar como si le guiñara un ojo. En sus manos, sin saberlo aún, jugaba con chispas que cobraban vida: un destello de fuego y la calma de la plata mezclados en un gesto infantil.

El linaje continuaba en silencio, no por azares ni por profecías, sino porque la memoria había decidido respirar otra forma: la de quienes eligen amar aun cuando el mundo exige miedo.

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Y así termina este ciclo: no con la derrota de la oscuridad, ni con el aplauso de la luz, sino con una lección que se repite cada noche desde entonces: el fuego puede sanar tanto como puede destruir; la luna puede ocultar sombras tanto como devolver el reflejo. Todo depende de quién sostenga la llama.

Fin

Gracias por haber llegado hasta aquí.
Gracias por caminar con Seraphis (Lunae), Asher, Kaïron, Eryon y con todos los que tejieron y deshicieron pactos en estas páginas. Gracias por dejar que la noche y el fuego fueran a la vez terror y ternura en tu imaginación.

Esta historia nació para explorar lo que ocurre cuando el deseo y la memoria se confunden: cuando los amores imposibles trazan destinos, cuando los linajes duelen y protegen, y cuando el sacrificio no siempre significa pérdida, sino posibilidad.

Si te quedaste con ganas de más, ya hay un eco en camino: nuevas voces, nuevos conflictos, otra luna que despierta. Pero por ahora, gracias por leer, por sentir y por acompañarme hasta el último eclipse.

Con todo mi afecto y gratitud,
Raquel Ortiz




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