Nunca olvidaré el primer día que te vi, tu corto cabello Rubio rojizo se movía al compás de tu caminado y tus brazos delgados se balanceban al caminar. Estabas sereno y en tu lindo rostro se reflejaba la molestia de un chico de 17 años. Me pareciste un misterio, me causaste nervios.
Meses después nos hicimos grandes amigos, pero yo me estaba enamorando de ti. Amaba escucharte hablar, reír y llorar, por tus padres, por su divorcio. Lloraste en mi hombro y yo acaricie tu cabello rubio suavemente, y mientras tus lágrimas caían, y tus hermosos labios de corazón emitían gemidos de tristeza, me di cuenta que eras la persona que necesitaba.
Habían pasado un año, y yo me enamoraba más de ti, de tu calor y cariño. Pero tú morías lentamente y en silencio. Hasta que una noche sin estrellas, me llamaste y me suplicaste que fuera al parque. Me asusté y corrí, apresurandome por llegar a tu lado. Al llegar a tu lado, me abrazaste y entre lágrimas y sollozos me contaste la verdad. Me invadió el miedo. Una vez terminaste de hablar, dejé que mi corazón hablará por mi.
Y me permitiste besarte.
Y ahora estoy aquí, frente a tu tumba, diciéndote lo mucho que te amo y te necesito, dejando esta rosa blanca en tu honor y belleza. Y, suplicandote que me esperes, que iré a tu lado, pero no en este momento, así que por ahora sólo vengo a decirte:
—Adiós, dulzura ".