Adolecente

Silencio en Casa

En un rincón del barrio, sin color,
vivía un chico solo, sin amor.
Padres ausentes, siempre en su cruz,
su infancia rota, sin norte ni luz.

La madre en fiestas, risa y licor,
el padre un fantasma sin pudor.
Y él, con los ojos llenos de gris,
buscaba en el viento algo de raíz.

Las noches eran su único hogar,
hablaba a la luna, solía llorar.
En su pecho ardía un fuego sutil,
un grito mudo, un dolor infantil.

Cayó en las sombras, sin dirección,
amigos de humo, falsa ilusión.
Una aguja, un trago, una señal,
el alma rota, el cuerpo mortal.

Una noche fría, de cielo cruel,
se desplomó bajo un farol fiel.
La vida huía, lenta y sin voz,
rezó por nadie, ni un “por favor”.

Y en su delirio, justo al final,
vio a unos padres de amor real.
Pero al abrir los ojos, ya sin fe,
solo el silencio volvió a su piel.




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