Adorando a Venus

C A P I T U L O 1

OLIVER:

Paso mi mano sobre el escritorio cerciorándome que no hay ni una sola mancha ni pelusa. Mis libros están ordenados alfabéticamente en el librero, sobre en mi escritorio se encuentra el historia de mis pacientes que veré dentro de una hora.

Todos vienen por problemas de pareja. El  mismo duento de siempre: la mujer o el hombre con problemas de celopatía, histeria, luego vienen los pleitos sin sentido y terminamos con la reconciliación. Y caemos en el círculo vicioso.

La puerta se abre con fuerza que golpea la pared.

—Señora no puede...

—¿Me puedes explicar que haces aquí? Alina me dijo que no llegaste a la cita

Nuevamente, como rutina mi señora madre ha llegado a recriminarme y acusarme de algo que no soy culpable.

Linda, mi secretaria me pide que la disculpe y asiento. Cierra la puerta expresando pena.

Pobre chica, nunca terminará de acostumbrarse a los arrebatos de mi madre.

Con total serenidad le respondo: —Claro que llegué, pero eran las 5:05 y ella no estaba allí.

—Pero la cita era a las cinco –espeta.

—Usted lo ha dicho ¡a las cinco de la tarde! Sólo pude esperarla cinco minutos, sino pudo llegar a esa hora supuse que no lo haría ni en veinte minutos después. Sabes que detesto con todo mí ser esperar a las personas y aun así fui tolerante con ella.

Olivia se cubre la cara con sus manos y finge llorar de desesperación. —¿Hasta cuándo Oliver? ¿Hasta cuándo te vas a dignar a atender una cita?

Me acerco a ella y coloco mi mano sobre mi hombro para intentar reconfortarla.

—Sé que le gusta tener todo bajo control, usted puede controlar a sus empleados y organizar miles de fiestas como lo desee, pero yo no soy su empleado. Yo sé en qué momento saldré con alguien, entiendo su frustración pero...

—Pero nada —se aleja pero mantiene su mirada conectada con la mía—, solo un día olvídate de tu psicoanálisis y no intimides a las chicas.

Sale hecha una furia.

Ya se le pasará.

Recupero la compostura y continúo con la rutina. Mi madre siempre viene a alterar mi ambiente que también, ella interviniendo se está volviendo parte de mi rutina.

El primer paciente pasa y comenzamos con la terapia.

 

Dos sesiones más y logro terminar con el día agotador.

Lo primero que hago es conectarme con el mundo después de 9 horas. Será algo extraño pero no toco el celular durante el trabajo, mucho menos entro a redes sociales. Para cosas de mayor grado de importancia todos tienen el número del consultorio y mi secretaria se encarga de recibir mis llamadas.

Bufo al leer los quince mensajes que me ha mandado uno de los tontos de mis amigos. Cree que yo voy a denigrar mi trabajo dándole consejos de cómo ligar ¿es en serio?

Otros quieren que les resuelva sus problemas como si fuese el todo poderoso. La única sensata es mi amiga y confidente, Annie.

Después de responderle a Milton que puede consultar una revista de adolescentes para que resuelva su problema, me encuentro con cinco mensajes de mi madre recalcándome que vaya a visitarla.

"Es de suma importancia. Tengo una noticia. Quería agregarte un emoji pero ya sé que no te gustan y no quiero molestarte. Pero ven YA"

Exige.

Aunque no tenga ganas de oír más sermones, optaré por ir. Trataré de ser paciente con ella, así como ella lo fue conmigo de adolescente.

 

Apenas llego me grita que tome asiento. Aparece con café justo como me gusta, casero.

Bien, tenemos un buen comienzo.

—¿Recuerdas a la chica White? La hija de Isabela, mi compañera de yoga, hace muchos años atrás.

—¿La niña latosa con nombre de planeta del sistema solar?

Ella asiente entusiasmada y aplaude como si hubiese hecho un gran acierto.

Esa alegría en sus ojos representa el peligro que se avecina.

—Vendrá a vivir a San Diego. Dejó España porque al parecer consiguió un empleo en nuestra ciudad y su madre se contactó conmigo. Será muy difícil para ella viajar hasta el otro lado del mundo y llegar a un país que ya no recuerda. Entonces, me ofrecí a ayudarla ¿sí?, cuidaremos de ella en lo que consigue algún departamento.

Un rotundo NO se viene a mi cabeza. Si de pequeña fue exasperante, ahora de adulta tiene más espacio para guardar la personalidad de un ser humano irritante. Hablaba y hablaba como perico, siempre estaba llena de energía.

Cuando su madre y la mía se reunían para meditar, ella no paraba de seguirme a todos lados. Si accedía a jugar con ella es porque yo organizaba los juegos y siempre elegía el escondite porque así ella corría a ocultarse en algún lugar y yo iba a mi habitación a ver televisión. Le hacía creer que siempre me agotaba buscándola. Se pasaba horas escondida esperando a que yo llegase a encontrarla en su escondite.

—¿Cuidaremos? Yo tengo mi propio departamento, y ella vendría a vivir con usted. Yo me excluyo de sus planes.

—Sí, pero...—le da un sorbo a su café, tratando de ganar tiempo y pensar en cómo decirme las cosas sin alterarme



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En el texto hay: comedia, amor de infancia, amor

Editado: 06.11.2018

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