Punto de vista de la princesa elfo Yainna. Ciudad de A'fanore.
Desde lo alto de una torre miro el amanecer en nuestra hermosa ciudad, las personas están seguras y felices. Todos han trabajado muy duro para hacer brillar está ciudad nuevamente. Las plantas y los árboles floreciendo, le dan a la ciudad una belleza indescriptible y un perfume natural único.
Varias cataratas nacen de lo más alto de las montañas dejando caer su agua cristalina al vacío desde una gran altura y reflejan la luz del sol devolviendo varios haces de luz multicolor.
Han pasado varios días desde que mí padre envió a buscar a Vanko y todavía no tengo ninguna noticia de él. ¿Será que se arrepintió?, o ¿tal vez les pasó algo?.
No lo creo, las guerreras elfo son muy fuertes, un bandido común no podría con ellas. Tendré que hablar con mí padre para que mande a alguien más a buscarlos, solo por si acaso.
–Yainna, te noto muy distraída el día de hoy, ¿Acaso no piensas ir a las prácticas de entrenamiento el día de hoy?–
"Buen día Caera. Disculpame, no había notado tu presencia. Estaba pensando en ese chico, ya debería haber llegado hace días".
Caera me mira de reojo y me toca con el codo.
–¿Te preocupa el bienestar del chico?–
"Deja de decir esas cosas".
–Perdón princesa, yo solo decía. Es que tu rostro cambia de color cada vez que hablamos de el.–
"Ya, no debí haberte preguntado nada".
–Ho, ¿Enserio? ¿Entonces no querrás escuchar la noticia que tengo para darte?–
"¿Qué?, ¿Acaso ya llegó?, ¿Por qué no me lo dijiste?".
–Si, ese es el rostro del que hablaba.–
"Ya, deja de burlarte y dime dónde está".
–No está detrás de mí, si eso es lo que estás buscando. Pero si, tengo una carta que llegó hoy. Y, adivina de quién es.–
"¿En serio?".
–Parece que ese niño es mucho más dedicado que usted en su entrenamiento. Aparentemente ha alargado su viaje para poder adquirir algo de experiencia junto a las guerreras que lo acompañan. Según lo que dice la carta, les está yendo muy bien, hasta han ganado algo de dinero.–
"Eso explica porque estaban tardando tanto. Espera, eso significa que se volverá todavía más fuerte y me dejará todavía más abajo, no puedo permitirme eso. Yo debo ser la maga más poderosa del mundo, no un simple humano".
–Es lo que le estoy tratando de decir princesa, hay que ponernos a entrenar cuánto antes.–
"Me pregunto ¿Qué clase de entrenamiento estará haciendo?"
–En la carta no dice nada, pero la misma fue enviada desde Pueblo Blanco, un lugar al que suelen ir los que se quieren iniciar como aventureros.–
"¿Qué? Los aventureros suelen ser guerreros contratados para misiones de riesgo".
–Si, incluso hay una mazmorra para principiantes en ese lugar, lo más seguro es que las guerreras elfo lo hayan llevado ahí a entrenar y de paso hacerse de algo de dinero.–
"Eso quiere decir, que ingresará a la escuela con experiencia real en combate. No es justo, jamás lo superaré así, mí padre nunca me permitiría entrenar en una mazmorra".
–Por eso es que le solicite a tu padre un maestro invocador para tus clases.–
"Pero yo no soy invocadora, ¿Para qué querría aprender magia de invocación?".
–Te confundes princesa, el invocador no es para que te enseñe su magia. Más bien, será un oponente de entrenamiento.–
"Ho, eso significa que podré entrenar peleando con toda clase de criaturas invocadas".
–Es lo más cercano a luchar en una mazmorra y además tu padre no tendrá quejas, ya que tu seguridad no estará en peligro. Eso creo.–
Ella sostiene su pera en expresión de duda.
–El maestro Zaphiro es algo especial con sus entrenamientos, su último discípulo aún no despierta. Tal vez por eso es que está disponible.–
"¿Qué dijiste?".
–Oh no, nada, nada. (disimula)
Creo que ahí viene, nos vemos.
Que tengas suerte.–
¿Por qué se habrá ido tan apresurada?
Un elfo de apariencia desprolija, mal peinado, camisa blanca mal cerrada, pies descalzos y sucios, un pantalón negro sujetado por una cuerda común y un baculo de madera similar al palo de una escoba. En apariencia no era muy diferente de un ebrio sacado de un callejón. Incluso, huele como uno.
"Buenos días, usted debe ser el maestro Zaphiro".
–Va, otra niña mimada de la realeza, no debí confiarme de esa tramposa de Caera. Es la última vez que hago apuestas en un bar.–
"Disculpe, no soy una niña mimada. Yo soy la prin…".
(Interrumpe).
–Si, si. No te pedí presentación. Tal vez, ni siquiera me esfuerce en recordar tu nombre.–
Pero, qué sujeto tan grosero. Ni siquiera creo que sea un verdadero maestro y tampoco se ve tan fuerte.