Capítulo 3: Desafío en las Aguas
El sol comenzaba a ocultarse detrás de las colinas que rodeaban Iskanara, sumiendo la ciudad flotante en una luz dorada. El océano, siempre en movimiento, reflejaba la suave luz como un espejo quebrado, mientras los Väelith y los Arthea se preparaban para el día de entrenamiento.
Siria Arthea observaba la costa desde la orilla, sus ojos brillando con determinación. La arena se adhería a sus pies descalzos, pero no le importaba. Sentía la tensión en el aire; los Väelith estaban cerca, y ella no iba a dejar que su orgullo se interpusiera en su camino. La humillación del primer día todavía pesaba en su pecho, pero había algo más profundo que eso, algo que la mantenía en pie.
Calyon Väelith apareció entre las rocas, caminando con esa arrogancia natural que le daba la seguridad de ser el líder. Sus cabellos azules se agitaban con la brisa marina, y sus ojos plateados brillaban con frialdad. Como siempre, no mostró ningún interés en las demás personas. En su mundo, solo había espacio para los Väelith.
"¿Estás preparada, Arthea?" Su voz cortante resonó en el aire, como el choque de dos olas contra las rocas.
Siria se giró lentamente, su expresión feroz y desafiante. "No solo preparada. Estoy lista para derrotarte."
Calyon sonrió, pero no era una sonrisa amistosa. "Veremos si puedes siquiera tocarme." Dijo mientras comenzaba a caminar hacia el centro de la arena, donde la batalla entre los dos sería decidida.
Los otros Väelith se agruparon cerca, observando, con sus miradas fijas en Siria. Naeris se cruzó de brazos y observó con una expresión cínica, como si disfrutara de la posibilidad de ver a su hermano humillar a una Arthea. Varion se recostó contra una roca, relajado, pero su mirada fija en la chica revelaba una curiosidad oculta. Zayren, sin embargo, parecía distante, observando desde la distancia, su rostro imperturbable.
Siria tomó una respiración profunda, concentrándose en el sonido del océano. Recordó las enseñanzas de su pueblo, cómo el agua fluye y se adapta, cómo puede ser tanto suave como feroz. Sabía que debía ser rápida, ágil, como el mar cuando se desata en tormenta.
El sonido de la campana marcó el inicio del duelo. Calyon se lanzó hacia ella con velocidad, como una flecha en el aire. Siria esquivó su primer golpe con facilidad, deslizándose hacia un lado y dejando que la arena se deslizara bajo sus pies. Pero él no se detuvo, girando sobre sí mismo y atacando de nuevo.
"¿De verdad crees que puedes ganarme, Arthea?" Su voz resonaba con desdén.
Siria no respondió. En lugar de eso, dio un paso atrás, esperando el momento perfecto. Calyon la siguió, pero no la alcanzó. Con un movimiento rápido, ella giró sobre sus talones y, con una patada fuerte, lo empujó hacia atrás. Calyon cayó, pero se levantó rápidamente, mirando a Siria con ojos llenos de ira.
"Eso fue un accidente", gruñó, el brillo plateado en sus ojos se intensificó. "No tienes ni idea de lo que te espera."
Siria no se intimidó. "No subestimes a los Arthea." Respondió, desafiando su mirada.
Mientras los dos continuaban con su batalla, Naeris observaba desde su posición. Aunque se había burlado de la falta de habilidad de los Arthea al principio, ahora su curiosidad aumentaba. La intensidad con la que luchaban le intrigaba. Lioren, que observaba desde un rincón, mantenía sus ojos fijos en Naeris, claramente sin querer perder detalle de lo que sucedía.
"Calyon está perdiendo el control," comentó Lioren en voz baja, mirando la lucha.
Naeris la miró con desdén. "¿Te sorprende? Ese chico tiene demasiada confianza en su fuerza. Los Arthea no son tan débiles como parece."
Lioren asintió, aunque no dijo nada más. Sabía que el tiempo para los Väelith y los Arthea estaba por cambiar. El mundo de Iskanara ya no podría ser el mismo.
Siria dio un salto hacia atrás, evitando el nuevo ataque de Calyon y respondiendo con un golpe preciso que lo dejó desequilibrado. Calyon, furioso, no podía ocultar su frustración. Nunca había sido derrotado por alguien como ella.
"¡Basta!" gritó, furioso. Pero Siria, con una sonrisa desafiante, se mantuvo firme. Había demostrado su punto: los Arthea no eran menos que los Väelith.
"Esto no ha terminado," murmuró Calyon, levantándose, el sudor en su frente reflejando la luz del sol. Pero mientras lo hacía, algo extraño pasó. Sus ojos se encontraron con los de Siria, y por un momento, la furia en su mirada se suavizó, dejándola ver algo más profundo, algo que ni él mismo comprendía. Una chispa, algo que podría ser admiración o algo mucho más peligroso.
Siria, sin embargo, no lo vio. Ella solo estaba enfocada en lo que venía: la batalla que definiría el futuro de ambos pueblos. Sabía que las aguas de Iskanara estaban a punto de volverse mucho más turbulentas.
El entrenamiento terminó con un aire tenso que colgaba en el ambiente. Los Väelith se retiraron, sin decir palabra, mientras las hermanas Arthea se reunían cerca, respirando con dificultad. Siria les dirigió una mirada desafiante, sabiendo que había ganado al menos una pequeña victoria.
En la distancia, Zayren observaba a Vanya desde el agua. Sus ojos azules, siempre tan distantes, ahora mostraban una leve fascinación. Aunque intentó ignorar sus propios sentimientos, algo en su interior no podía evitar sentir que este encuentro, esta enemistad forzada, estaba cambiando algo en él.
El océano susurraba, y el futuro de Iskanara se volvía más incierto con cada ola que chocaba contra la orilla.