Capítulo 9 – El Regreso de la Luz
El suave murmullo del océano resonaba en la distancia, mientras las olas lamían la orilla de Iskanara. La luz del sol atravesaba las aguas cristalinas, iluminando las formaciones rocosas que adornaban la isla flotante. Sin embargo, el ambiente tranquilo contrastaba con el caos interno de Vanya, quien descansaba en una cueva apartada, rodeada de las sombras protectoras de sus hermanas y Zayren.
Vanya había sido herida gravemente durante el ataque de los Threx. Sus costillas estaban rotas y su respiración dificultosa, pero lo peor de todo era el agotamiento que sentía, una pesadez que la mantenía atrapada entre la consciencia y la inconsciencia. La herida de su pierna había sido tratada rápidamente por Lioren, pero aún así, la joven no podía evitar sentirse vulnerable, como si el peso de la guerra se estuviera apoderando de su alma.
Zayren estaba junto a ella, imperturbable y tranquilo, como el océano que tanto amaba. Su presencia le transmitía una calma inquebrantable, un ancla que mantenía a Vanya firme en el presente. Había pasado días sin descansar adecuadamente, preocupándose más por ella que por su propio bienestar. Su conexión con el agua le permitía sentir las vibraciones del entorno, como si cada ola que rompía contra la costa fuera un latido del corazón de la tierra misma.
"Estás mejorando, Vanya", murmuró Zayren, su voz suave como el agua deslizándose por las rocas. "La fiebre está bajando."
Vanya entreabrió los ojos, mirando al joven con su característico brillo violeta, aún opaco por el cansancio. El sol se filtraba a través de la abertura de la cueva, dándole un halo de luz tenue que resaltaba la serenidad en su rostro. "Lo siento... he sido una carga." Su voz era un susurro débil, pero su corazón latía con la fuerza de las olas.
Zayren no respondió de inmediato. En su lugar, se acercó un poco más y sostuvo su mano con delicadeza, como si fuera una flor frágil que podría romperse con el menor movimiento. Los otros tres hermanos Väelith estaban afuera, cerca del campamento, haciendo lo que podían para mantener a raya los remanentes de los Threx, pero Zayren había decidido quedarse cerca de Vanya, porque en su silencio, ella parecía encontrar la paz que tanto necesitaba.
"No eres una carga, Vanya. Nadie aquí lo es. Todos compartimos este peso." Su mirada era profunda, intensa, pero también protectora. A través de su conexión con el océano, había sentido la tormenta interna de la joven, el dolor de estar atrapada entre mundos tan diferentes, pero al mismo tiempo, la fuerza inquebrantable que la mantenía luchando. "Estamos aquí para apoyarnos."
Las hermanas Arthea se movían a su alrededor, cada una con una tarea en mente. Siria estaba cerca de la entrada de la cueva, vigilante y atenta, lista para defender a su hermana en cualquier momento. Lioren, en el otro extremo, estaba preparando un remedio con hierbas marinas que había aprendido a recolectar. Kaelis caminaba de un lado a otro, impacientada, pero sin apartar la vista de su hermana. La energía rebelde de Kaelis nunca se apagaba, incluso en momentos de crisis.
Vanya dejó escapar un suspiro leve, sintiendo cómo las tensiones de su cuerpo comenzaban a desvanecerse. La calidez de la mano de Zayren era un bálsamo que le aliviaba el dolor y la ansiedad. Sin pensarlo, Vanya giró ligeramente la cabeza para mirarlo, sus ojos brillando con un destello de gratitud.
"Gracias", murmuró ella. Su voz tembló ligeramente, revelando un rastro de vulnerabilidad que solo Zayren había visto.
Zayren no dijo nada. Su mirada se suavizó, y por un momento, todo el ruido del mundo exterior desapareció, dejando solo el susurro de la cueva y la cadencia del mar. Él sabía que Vanya no solo luchaba contra su herida física, sino contra el temor de no encajar, de ser vista como una extranjera en Iskanara. Pero había algo en su espíritu, algo indomable que Zayren sentía en sus propios huesos.
"Descansa, Vanya", dijo él finalmente, su voz grave. "Hay tiempo para todo. Y ahora, necesitas sanar."
Las horas pasaron con lentitud. Vanya se quedó dormida, su respiración más tranquila y su cuerpo en un descanso profundo. Zayren observó, vigilante, pero en silencio. Fuera de la cueva, los sonidos de las olas continuaron su ritmo eterno, como si la isla misma le ofreciera una tregua, un respiro.
En ese intervalo de calma, Zayren se permitió reflexionar sobre las últimas semanas. Había pasado de la indiferencia hacia los Arthea a sentir una conexión inexplicable con Vanya. Aunque él nunca lo admitiera, había algo en su amabilidad y su pureza que lo desconcertaba, algo que lo arrastraba hacia ella como una corriente en el mar. Los Väelith siempre habían sido una familia de fuertes tradiciones, orgullosos de su linaje y de su conexión con el océano. Pero Vanya, con su corazón tan genuino, parecía desafiar esas barreras, mostrando que no todo podía definirse con una etiqueta.
Las hermanas Arthea, al ver la interacción entre Zayren y Vanya, no pudieron evitar notar el cambio en él. En su silencio, Zayren había comenzado a derribar las paredes que había erigido hacia los forasteros. Aunque nunca lo dijera en voz alta, el trato que le daba a Vanya era una clara muestra de que algo estaba transformándose en su interior. Para él, la guerra con los Arthea no era solo un conflicto físico, sino también una batalla emocional, una lucha por comprender a aquellos que, en su visión inicial, habían sido nada más que enemigos.
Finalmente, con el sol comenzando a descender, Vanya despertó, más fuerte, más consciente de su entorno. Su pierna seguía dolorida, pero los restos de la fiebre se habían disipado. Las hermanas la rodearon, y en sus rostros, Vanya vio una mezcla de preocupación y alivio.
"Sigue descansando", le aconsejó Siria, mientras Kaelis le sonreía de manera traviesa. "Pero sabemos que, pronto, estarás lista para volver a luchar."