Aelys

14

Capítulo 14: El Encuentro del Silencio y la Sabiduría

La brisa marina susurraba suavemente entre las rocas de Iskanara, mientras el cielo se teñía de naranja y rosa con el atardecer. La isla, normalmente llena de sonidos del océano y el viento, parecía estar en un estado de calma inexplicable. Lioren, quien rara vez se sentía tan conectada con el entorno, caminaba por la orilla, sus pasos ligeros sobre la arena. El horizonte, teñido de colores cálidos, reflejaba una belleza que, por primera vez en mucho tiempo, lograba tocar su corazón.

No estaba buscando nada en particular, solo alejarse del caos que siempre la rodeaba. Las tensiones con los Väelith seguían siendo palpables, especialmente con Naeris, el hermano de Calyon, cuya actitud cínica y retadora había empezado a ser más que una simple molestia. Había algo en él que no lograba entender. Y sin embargo, hoy había algo diferente en el aire. Una extraña quietud.

Al avanzar por la playa, vio la silueta de Naeris sentado cerca de la línea del agua. Sus cabellos plateados reflejaban los últimos rayos del sol, y sus ojos azules, eléctricos y penetrantes, observaban el mar con una concentración que Lioren no había visto nunca antes.

Por un momento, Lioren dudó. No había duda de que Naeris era la persona más difícil de Iskanara, siempre desafiando a los demás y buscando maneras de demostrar su superioridad. Pero algo en esa escena parecía sacarle la actitud desafiante. Por más que quisiera evitarlo, una extraña sensación de curiosidad la empujaba a acercarse.

—¿Qué haces aquí, Naeris? —preguntó con una voz calmada, aunque aún cargada de escepticismo.

Naeris levantó la mirada, y sus ojos brillaron con una chispa de sorpresa antes de desvanecerse en una sonrisa cínica.

—¿No debería preguntarte yo eso, Lioren? No es frecuente verte alejada de tu tribu de desierto.

Lioren frunció el ceño ante su tono, pero en lugar de contestar con burla como era habitual, decidió hacer algo que raramente hacía: no responder. Se sentó a su lado, observando el mar con una seriedad inesperada.

El silencio entre ellos se alargó, pero no se sintió incómodo. Era como si, de alguna manera, los dos pudieran entender lo que el otro no decía. Ambos se sumieron en la belleza del paisaje, el agua tocando suavemente la arena, el viento jugueteando con sus cabellos.

Finalmente, fue Naeris quien rompió el silencio.

—Es raro... —dijo con una voz baja, tan diferente a la de su habitual tono arrogante—. Esta isla... hay algo en ella que cambia todo. A veces siento que el océano está... observándome.

Lioren lo miró de reojo, sorprendida por la vulnerabilidad en sus palabras. Naeris nunca había mostrado esa faceta de sí mismo.

—El océano tiene memoria. Recuerda a todos los que han pasado por él. Los Väelith creen que el agua tiene una conexión con el pasado y el futuro... Quizás, en algún lugar profundo, tienes razón. Nos observa a todos.

Naeris la miró fijamente, como si estuviera buscando algo en su rostro, algo que lo hiciera entender esta conversación de una vez por todas. La dureza en sus ojos se desvaneció momentáneamente, y por primera vez, Lioren pudo ver lo que había detrás de su fachada: dudas, miedos, y una increíble curiosidad.

—Nunca pensé que los Arthea creerían en algo así —murmuró, casi para sí mismo.

Lioren se encogió de hombros.

—No es algo que todos los Arthea acepten... pero yo sí. Hay sabiduría en el agua, si aprendes a escucharla.

Naeris la observó en silencio, y por un momento, Lioren pensó que quizás él finalmente entendía lo que había detrás de su postura hacia el océano. Pero luego él volvió a la realidad, su expresión cambiando de nuevo hacia la distancia.

—Te burlo de ti y de los tuyos, Lioren... porque no entiendo cómo alguien como tú puede seguir la vida sin aferrarse al control. Siempre he creído que el control es lo único que puede mantenernos a salvo. Pero tú... tú actúas como si todo lo que te rodea fuera un juego, sin miedo.

Lioren lo miró con intensidad. La percepción de Naeris, esa insistente necesidad de control, le parecía desconcertante. ¿Cómo podía pensar así? ¿Acaso no veía lo frágil que era todo en su mundo?

—No todo tiene que ser controlado, Naeris —dijo en un susurro. —A veces, solo debes permitir que las cosas fluyan. Como el agua... o el viento.

Naeris no respondió de inmediato. En lugar de eso, miró hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a sumergirse en el mar. La luz reflejada en sus ojos azules parecía más profunda, casi inquietante.

—Tal vez... —murmuró, como si procesara sus propias palabras—. Tal vez tengas razón.

Lioren no esperaba esa respuesta. En lugar de sentir que había ganado algo, sintió una extraña sensación de empatía hacia él. Los dos eran opuestos, sí, pero había algo que los unía en este momento: la búsqueda de algo más allá del conflicto.

El silencio volvió a caer entre ellos, pero esta vez, no era incómodo. Era un silencio lleno de comprensión tácita, de una conexión que ambos no sabían cómo describir, pero que de alguna manera sabían que estaba comenzando a formarse.

Y así, bajo la luz cálida del atardecer, dos almas de mundos diferentes encontraron algo en común: la curiosidad de lo desconocido, el deseo de entender lo que se oculta bajo las superficies, ya sea en el océano o en el alma humana.

—Quizás, Naeris... el agua tiene algo que enseñarnos a ambos —dijo Lioren con una sonrisa tímida.

Naeris no dijo nada, pero su mirada, antes llena de arrogancia, ahora reflejaba algo más: un reconocimiento, una chispa de aceptación.

Y por primera vez, ambos compartieron una paz silenciosa, sabiendo que algo había comenzado a cambiar entre ellos.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.05.2025

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