Capítulo 17: El Enfrentamiento Final – La Caída de Iskanara y el Renacer de un Reino
El viento rugía a través de las montañas de Iskanara, llevando consigo el sonido de la devastación. El cielo, teñido de gris oscuro, se había convertido en un manto ominoso bajo el cual los dos bandos se encontraban cara a cara. El sol ya no era más que una sombra apagada entre las nubes de humo, como si el mismo planeta estuviera temblando ante la amenaza que acechaba desde las sombras.
Los Threx, criaturas de otro mundo, enormes y destructivas, avanzaban con una furia imparable. Su ejército se desplegaba por todo Iskanara, arrasando todo a su paso, dejando una estela de ruinas y desesperación. En su frente, liderando el ataque, estaba Varkros, el líder de los Threx, su figura titánica emergiendo entre la niebla con ojos de fuego, y con un poder que parecía capaz de consumir el mismo suelo bajo sus pies.
En un rincón de la vasta ciudad, los Väelith y los Arthea se preparaban para lo que podría ser su última batalla. Unidos por el propósito de sobrevivir, pero aún desconfiados, los hermanos y hermanas de ambas razas se encontraban en silencio, observando la enorme fuerza de los Threx.
Calyon, el líder de los Väelith, caminó hacia Siria, la guerrera Arthea, con su mirada fija en el horizonte, donde las fuerzas enemigas se agrandaban con cada segundo.
"Este es nuestro final si no unimos fuerzas. ¿Estás lista para pelear a nuestro lado, Siria?" dijo Calyon, su voz grave y seria.
Siria asintió, su mirada feroz reflejando la misma determinación. "Nosotros también hemos perdido demasiado. Que no quede ni una sola vida más caída en vano."
Y así, el primer ataque comenzó. La tierra tembló con el impacto de las armas, los Väelith y los Arthea se lanzaron al frente con una fuerza colectiva, una batalla feroz que arrasaba el campo. Los Threx no solo tenían fuerza física; su poder oscuro parecía volverse tangible, una energía venenosa que alteraba la misma naturaleza de Iskanara. Pero, por fin, los Väelith y los Arthea pelearon juntos, uniendo sus fuerzas de manera inesperada.
Varion, montando su ithara, navego por los mares, enfrentando a las criaturas de los Threx. Sus flechas volaban en ráfagas, pero en su rostro, había una concentración feroz. Kaelis, disparaba sus propias flechas de luz, montada en su erysha iluminando el oscuro cielo, destruyendo a los monstruos uno tras otro.
Mientras tanto, Naeris y Lioren luchaban en el suelo, rodeados por los enemigos. Lioren usaba su agilidad para esquivar los ataques de los Threx, mientras que Naeris, con su dominio del lenguaje Zailen, lanzaba hechizos de confusión que debilitaban a los monstruos, haciéndolos más vulnerables.
Pero, la verdadera prueba llegó cuando Varkros, el líder de los Threx, apareció en el centro del campo de batalla. Su figura era tan imponente como un dios, y su poder parecía irrompible. Los dos bandos lucharon con toda su fuerza, pero incluso un ejército unido no era suficiente para derribar a semejante monstruo.
En ese momento, Zayren y Vanya, desde lo alto, percibieron algo extraño. El océano, el cielo y la tierra empezaron a retorcerse bajo la influencia de la oscuridad de los Threx. Las energías naturales de Iskanara estaban siendo absorbidas por la criatura, y todo el equilibrio del mundo comenzaba a desmoronarse.
"¡Tenemos que detenerlo ahora!" gritó Zayren, a través de su vínculo con Vanya. Ambos comprendieron al instante que la única forma de derrotar a Varkros era acabar con la fuente de su poder: el núcleo oscuro que se encontraba en su interior.
"¡Sigue mi ritmo!" le ordenó Vanya, con una determinación que no se veía en su rostro usualmente dulce.
Juntos, canalizaron sus energías, la conexión de Zayren con el océano y la calma de Vanya llenaron el aire con una energía pura. Las corrientes de agua y viento se entrelazaron alrededor de ellos, formando un vórtice de energía natural. Con un fuerte grito, lo enviaron hacia el núcleo de Varkros.
La explosión que siguió fue tan grande que toda la tierra de Iskanara tembló con fuerza. La luz cegadora iluminó el campo de batalla, y, cuando la niebla comenzó a disiparse, los Threx habían desaparecido, derrotados por la fuerza combinada de los Väelith y los Arthea.
Pero la victoria tuvo un precio. La batalla había dejado una estela de destrucción en su paso, y la tierra de Iskanara, aunque libre de los Threx, ahora yacía arrasada. La ciudad, los hogares, las aldeas... todo se había ido. Y en la quietud que siguió al conflicto, una triste realidad se asentó en el corazón de todos.
El sacrificio había sido grande. Varios de los Väelith y Arthea habían caído, pero, entre ellos, las hermanas Arthea y los hermanos Väelith se encontraban con las manos entrelazadas, mirando el horizonte destruido.
"Nos hemos enfrentado a la oscuridad juntos", dijo Lioren, mirando hacia Naeris.
"Y hemos sobrevivido", respondió Naeris, sonriendo por primera vez en mucho tiempo.
La calma llegó, pero no con facilidad. Los dos pueblos se miraron en silencio, compartiendo una pérdida común. Pero entonces, Calyon, con una mirada fija, caminó hacia Siria, su paso pesado sobre la tierra destruida.
"El mundo que conocíamos ya no existe. Pero podemos construir uno nuevo. Juntos."
Siria asintió. "Es hora de que dejemos atrás nuestras diferencias. Unamos nuestros mundos y nuestros corazones. Juntos, crearemos un nuevo reino."
Con un asentimiento de todos, la palabra se pasó entre los sobrevivientes. Un reino nuevo, unificado por la sangre derramada y las vidas perdidas, nacía de las cenizas.
Así nació Alyndor, un reino forjado en la adversidad, donde los Väelith y los Arthea se unirían para reconstruir su mundo y encontrar un nuevo propósito.