Aelys

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Capítulo 18: El Vínculo de los Elementos - Ithara y Erysha

El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de naranja y rojo, mientras las aguas de Iskanara brillaban con destellos plateados. Las olas del océano chocaban suavemente contra las rocas, una melodía constante que resonaba en los corazones de los Väelith y los Arthea. Tras la feroz batalla contra los Threx, los dos pueblos se habían unido en la tarea de reconstruir su hogar. Pero más allá de la ruina, los elementos de la naturaleza seguían siendo los custodios de la vida en Iskanara.

En las profundidades del océano, los Ithara, criaturas marinas magníficas, se deslizaban con gracia entre las corrientes. Eran seres de gran tamaño, con escamas que brillaban como perlas bajo la luz del sol, y sus ojos, grandes y plateados, reflejaban la sabiduría ancestral de las aguas. Con una conexión profunda con los Väelith, los Ithara habían sido guardianes del océano y sus secretos durante generaciones.

Por otro lado, en los cielos despejados sobre Iskanara, los Erysha danzaban entre las nubes. Estas criaturas aéreas, ligeras como el viento, eran la extensión de los Arthea en el cielo. Sus cuerpos, cubiertos de plumas iridiscentes, brillaban con los tonos del amanecer y del atardecer, mientras sus alas extendidas les permitían deslizarse con una elegancia inigualable. Los Erysha y los Arthea compartían un vínculo especial, uno que les permitía volar juntos en armonía, surcando las alturas con la libertad que solo el aire podía otorgar.

Hoy, sin embargo, no era un día común. Los líderes de ambos pueblos, Calyon Väelith y Siria Arthea, habían organizado una ceremonia en la que los Ithara y los Erysha se encontrarían, por primera vez, en un vínculo mutuo. Era una prueba de la unión que se había forjado entre los dos pueblos, una alianza más allá de las palabras, en el que los elementos naturales se fusionaban.

Calyon se acercó al borde de los acantilados, mirando el vasto océano, esperando la llegada de los Ithara. Al lado de él, Siria estaba de pie, con el viento agitando su cabello platinado y sus ojos fijos en el horizonte. La solemnidad del momento no pasaba desapercibida para ninguno de los dos. La batalla había sido feroz, y el precio de la victoria había sido alto. Pero al igual que la tierra y el mar, las almas de los Väelith y los Arthea debían encontrar un equilibrio. Y este encuentro representaba ese equilibrio.

Entonces, el agua frente a ellos comenzó a moverse con un ritmo hipnótico, como si un susurro profundo recorriera las profundidades. En el instante siguiente, un Ithara emergió, su silueta resplandeciendo bajo la luz del atardecer. Su cuerpo serpenteaba con una gracia sobrenatural, y sus ojos plateados observaban a los dos líderes con una curiosidad tranquila.

"El vínculo de los Ithara con los Väelith se fortalece, Calyon", dijo la criatura, su voz resonando como un eco en las aguas. "Estamos listos para unirnos con los Erysha."

Calyon asintió, sintiendo una profunda admiración por el majestuoso ser frente a él. Los Ithara habían sido durante mucho tiempo los custodios de las aguas de Iskanara, y su presencia era tanto una bendición como un recordatorio de la fuerza que habitaba en los elementos.

Por encima de ellos, el cielo comenzó a moverse también, como si los vientos estuvieran respondiendo al llamado del océano. Pronto, un grupo de Erysha descendió en un deslumbrante espectáculo de plumas y luz. Sus alas se extendían en arco, cubriendo el cielo como un manto que brillaba con todos los colores del amanecer. Las criaturas aterrizaron suavemente cerca de los Ithara, sus ojos brillando con la misma sabiduría ancestral.

Siria, observando el encuentro, sonrió ligeramente, su mirada fija en la figura de un Erysha en particular, que descendió hasta ella. El vínculo entre los Arthea y los Erysha era tan profundo que su conexión era casi tangible en el aire.

"Es el momento de unir nuestras fuerzas", dijo Siria, acercándose al Erysha. "El cielo y el mar deben trabajar juntos para que Iskanara siga viviendo."

Con un movimiento suave, Siria extendió su mano hacia la criatura, y el Erysha inclinó su cabeza, acercándose para tocar su palma con su pico. Era un gesto simbólico, pero en ese instante, el aire y el agua parecieron resonar en un solo latido. Los Ithara y los Erysha se conectaron, como si sus elementos se fusionaran en una sinfonía perfecta.

Calyon observó todo con una mezcla de respeto y asombro. Sabía que este era un momento histórico, no solo para los Väelith y los Arthea, sino para Iskanara en su totalidad. La conexión entre el agua y el aire, entre el mar y el cielo, había sido el principio de todo, y ahora, finalmente, los dos pueblos y sus criaturas estaban aprendiendo a vivir en armonía.

"Este es solo el comienzo", dijo Calyon, mirando a Siria. "Juntos, los Ithara y los Erysha serán nuestros aliados en la reconstrucción de Iskanara."

Siria asintió, y el viento comenzó a soplar más fuerte, elevando las plumas de los Erysha y agitándolas con la fuerza de una nueva era. Los Ithara sumergieron su cuerpo en el océano, y las olas se calmaron, sus aguas reflejando el cielo que ahora era claro y sereno.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.05.2025

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