Capítulo 20: La Gran Boda – La Unión de dos Mundos
El sol comenzaba a ponerse en Iskanara, bañando el cielo con tonos dorados y morados, reflejándose en el agua del océano que rodeaba la isla. Las olas rompían suavemente contra las rocas, como si el mar mismo estuviera celebrando lo que estaba por suceder. El aire estaba cargado de emoción, de expectativas y de sueños que finalmente se estaban haciendo realidad. Este no era un día común; este era el día en que dos pueblos, los Väelith y los Arthea, se unirían para siempre, no solo por un matrimonio político, sino por el amor que había brotado entre ellos.
La gran boda de Siria Arthea y Calyon Väelith estaba a punto de comenzar. La ceremonia se llevaría a cabo en una extensa plaza sobre una plataforma flotante, decorada con flores brillantes, hechas por las manos de los Väelith, y cintas doradas y plateadas que danzaban con el viento, enviadas por los Arthea. El mar parecía celebrar el evento con su suave murmullo, mientras las aves de los Erysha volaban por encima, como testigos de la unión de los dos pueblos.
Siria estaba lista en su vestuario ceremonial, un traje largo de tonos plateados y dorados que fluía como un río brillante a su alrededor. Su cabello, adornado con pequeñas flores doradas, caía en suaves ondas alrededor de su rostro, reflejando la luz de la luna que ya comenzaba a alzarse. Los ojos de Siria brillaban con una mezcla de emociones: nervios, felicidad y la calidez de saber que, a pesar de lo que había ocurrido antes, este matrimonio significaba un futuro nuevo para ella, para Calyon, y para los pueblos de Alyndor
Calyon la observó desde un costado del altar, su figura erguida y solemne, con un traje ceremonial de un azul profundo adornado con detalles plateados que resaltaban la riqueza de su herencia Väelith. A diferencia de su usual compostura severa, hoy había un brillo genuino en sus ojos, un brillo que solo Siria podía provocar. En su corazón no solo latía el deber, sino la emoción de saber que estaba a punto de unirse con la mujer que había aprendido a admirar y, por fin, a amar.
La ceremonia comenzó con una reverencia solemne a las antiguas costumbres. Los ancianos de ambos pueblos se alinearon, uno al lado del otro, en un círculo alrededor de Siria y Calyon, quienes se enfrentaban, tomados de las manos, frente al altar. El viento traía consigo las notas suaves de las canciones ancestrales que los Arthea solían cantar en sus ceremonias, mientras los Väelith mantenían una solemne quietud, sus ojos fijos en la escena.
Un sacerdote Väelith fue el primero en hablar, sus palabras resonando en el aire con un eco profundo. "En la unión de dos mundos, la fuerza de la tierra y la ligereza del viento se encuentran. Hoy, no solo se unen dos almas, sino dos destinos entrelazados, dos pueblos que aprenderán a vivir juntos, a crecer y a avanzar."
La ceremonia continuó con un ritual simbólico. Siria y Calyon intercambiaron anillos, hechos de materiales traídos de ambos mundos: metales marinos forjados por los Väelith, y corales que habían sido recogidos por los Arthea. Este intercambio simbolizaba el entrelazamiento de sus destinos y de sus pueblos.
Luego, un anciano Arthea comenzó la bendición final, elevando las manos hacia el cielo. "Que los vientos de la libertad soplen siempre en su camino, y que las aguas de la paz los rodeen eternamente. Que su unión sea como el amanecer sobre el mar: siempre nueva, siempre brillante."
Con esas palabras, un resplandor cálido iluminó el cielo, como si el propio universo hubiera bendecido este enlace.
Tras el ritual, el ambiente se volvió más ligero, lleno de sonrisas y susurros de felicidad. Siria y Calyon se miraron profundamente, sabiendo que este era el momento que marcaría un nuevo comienzo para ambos.
El baile nupcial comenzó poco después, un evento que estaba destinado a fusionar las tradiciones de ambos pueblos. La música que llenó el aire era una mezcla perfecta entre las melodías de los Arthea y los poderosos ritmos Väelith, fusionándose en una armonía que parecía unir los elementos de la tierra, el aire y el mar.
Siria y Calyon comenzaron a bailar en el centro de la plataforma, rodeados por sus amigos y familiares, pero en ese momento solo existían el uno para el otro. Los ojos de Siria brillaban con una felicidad que había sido inesperada, y Calyon, normalmente tan serio y contenido, no podía evitar sonreír ante la belleza de ese momento.
La danza era lenta y solemne al principio, pero luego se volvió más animada, incorporando movimientos de los Väelith, que giraban y danzaban con la gracia de las aguas, y los Arthea, cuyas acentuadas piruetas y saltos en el aire daban una sensación de libertad, de ligereza. Ambos pueblos, que se habían visto en guerra y en conflicto, ahora bailaban como si una nueva era hubiera comenzado.
Siria se dejó llevar por el ritmo de la danza, disfrutando de cada paso con Calyon, quien la sostenía con firmeza pero también con una ternura que no había mostrado antes. Mientras giraba, su mirada se encontró con la suya, y en ese instante, todo el peso del mundo desapareció. El amor que sentía por él, la admiración que había crecido a lo largo de los días y las batallas, finalmente había florecido.
"Este es nuestro comienzo, Siria," murmuró Calyon, su voz baja y llena de emoción. "Un nuevo mundo, una nueva vida, juntos."