Capítulo 22: Un Duelo para el Corazón
El sol se encontraba en su punto más alto, brillando con intensidad sobre el cielo despejado de Alyndor. La brisa fresca del mar acariciaba la superficie de la arena, donde Naeris esperaba con los brazos cruzados y una expresión de absoluta determinación. Frente a él, Lioren lo observaba con una ceja arqueada, su cabello oscuro moviéndose con el viento.
—¿Estás seguro de esto, Naeris? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Naeris sonrió con confianza. Lioren había sido su igual en muchas cosas: en la batalla, en la estrategia y, sobre todo, en la testarudez. Sabía que, si había una manera de llamar su atención y lograr que aceptara su propuesta, era a través de un buen duelo.
—Nunca he estado más seguro de algo en mi vida —respondió, mientras desenfundaba su espada con un movimiento fluido—. Te reto a un duelo, Lioren. Si gano, aceptarás ser mi esposa.
Lioren parpadeó varias veces antes de soltar una risa incrédula. —¿Me estás pidiendo matrimonio desafiándome en combate? —sacudió la cabeza con una sonrisa torcida—. Esa es, sin duda, la proposición más ridícula que he escuchado.
—Pero también la más adecuada para nosotros, ¿o no? —Naeris inclinó la cabeza, con una chispa traviesa en los ojos.
Lioren soltó un suspiro exagerado, aunque el brillo en sus ojos delataba su interés. —Si esto es una estrategia para hacerme aceptar, debo advertirte que voy a derrotarte.
—Eso está por verse —dijo Naeris, adoptando una posición de combate.
Con un movimiento elegante, Lioren sacó su propia espada y dio un paso al frente. La tensión en el aire aumentó, y los soldados y guerreros cercanos que presenciaban la escena se agruparon con interés. Nadie quería perderse un enfrentamiento entre los dos luchadores más habilidosos de Alyndor.
El primer choque de espadas resonó como el trueno en el aire. Naeris atacó primero, con una embestida rápida y calculada, pero Lioren bloqueó con facilidad, desviando la hoja y girando para lanzar una contraofensiva. Sus movimientos eran fluidos, tan naturales como respirar, y Naeris sintió un cosquilleo de emoción al enfrentarse a alguien que igualaba su destreza.
—Debo admitir que esto es entretenido —comentó Lioren mientras esquivaba un golpe y contraatacaba con una estocada rápida.
Naeris apenas logró evitar el filo de su espada, sintiendo cómo el viento del golpe pasaba junto a su mejilla. —Entonces no te molestes si me divierto un poco más.
Se impulsó hacia adelante, aumentando la velocidad de sus ataques. Lioren respondió con igual ferocidad, cada golpe de sus espadas resonando con fuerza. La arena se alzaba alrededor de ellos, y los espectadores contenían la respiración con cada movimiento.
Por largos minutos, la batalla continuó sin que ninguno de los dos cediera. Sin embargo, Naeris conoció el momento exacto para hacer su jugada maestra. Fingiendo una apertura en su defensa, provocó que Lioren lanzara un ataque directo. Con un movimiento rápido y calculado, desvió su golpe y, en un solo paso, la desarmó, atrapando su muñeca con firmeza y empujándola suavemente contra la arena.
Ambos respiraban con dificultad, el calor del combate haciéndolos jadear. Naeris la miró con una sonrisa triunfal mientras mantenía su agarre sobre ella.
—Parece que he ganado —susurró, su rostro a solo unos centímetros del de ella.
Lioren lo miró fijamente, sus labios entreabiertos, el color en sus mejillas mezclándose entre la emoción y la frustración.
—Maldita sea —murmuró, con una sonrisa ladeada—. No puedo creer que haya caído en tu trampa.
Naeris río suavemente, sin soltarla. —Acepta la derrota con dignidad, mi futura esposa.
Lioren chasqueó la lengua, pero no se apartó. Su corazón latía con fuerza, no solo por la adrenalina de la pelea, sino también por la forma en que Naeris la miraba. Había sido su compañero de batalla, su aliado, su amigo. Y ahora, su prometido.
—Está bien —dijo finalmente, con una sonrisa desafiante—. Acepto casarme contigo. Pero no te acostumbres a ganar siempre, Naeris.
Naeris soltó una carcajada y, sin esperar más, se inclinó para besarla. Un rugido de aclamación surgió de los espectadores, celebrando la unión de dos de los guerreros más formidables de Alyndor. Pero para ellos, el sonido se disipó en el fondo, porque en ese momento, solo existían el uno para el otro.
Mientras el sol brillaba sobre ellos, Naeris supo que, de todas las maneras en las que pudo haberle pedido matrimonio a Lioren, esta era la más perfecta. Y así, entre el filo de las espadas y la pasión de la batalla, sellaron su destino juntos.