El sol naciente bañaba Alyndor con una luz dorada, reflejándose en las aguas cristalinas que rodeaban el reino. Era un día especial, uno que marcaría la unión de los pueblos Arthea y Väelith de manera definitiva. La boda de Vanya, Lioren y Kaelis sería recordada por generaciones.
Los preparativos habían sido minuciosos. La ceremonia, en un gesto de respeto a ambas culturas, se llevaría a cabo en la costa, donde el mar y el cielo se unían en el horizonte. Se construyó una plataforma flotante sobre el agua para representar la conexión de los Väelith con el océano y de los Arthea con el aire.
Vanya fue la primera en presentarse, vestida con un delicado atuendo de telas livianas que flotaban a su alrededor como si fuera una extensión del viento. Su cabello platinado estaba adornado con pequeñas perlas, y en sus ojos violetas brillaba la emoción. Zayren la esperaba, vestido con una túnica azul profundo, con detalles plateados que recordaban el brillo de las olas en la noche.
Cuando Vanya llegó a su lado, Zayren tomó su mano con delicadeza y, sin mediar palabras, deslizó entre sus dedos una concha marina tallada en forma de anillo, un símbolo antiguo del compromiso Väelith. Ella sonrió, sintiendo cómo su corazón se llenaba de calidez.
Luego fue el turno de Lioren. Su vestido reflejaba la fusión de las dos culturas, con bordados en espirales que evocaban las corrientes del viento y las olas. Su expresión era serena, pero sus ojos destellaban astucia. Naeris la esperaba con su actitud despreocupada de siempre, pero en cuanto la vio acercarse, su sonrisa se suavizó.
—¿Lista para perder otro duelo? —susurró él, con un deje de burla.
—Siempre lista para demostrarte lo contrario —respondió ella, sonriendo.
En lugar de un anillo, Naeris le entregó una pequeña piedra pulida por el mar, grabada con palabras en Zailen. "Unidos por la eternidad". Lioren la sostuvo entre sus dedos y asintió con un brillo especial en su mirada.
Finalmente, Kaelis hizo su entrada. Su vestido tenía un corte más atrevido, con plumas y detalles que evocaban la libertad del cielo. En su pecho latía con fuerza la emoción. Al ver a Varion esperándola, sintió una mezcla de alegría y desafío.
Cuando estuvo a su lado, no esperó a que él hiciera el primer movimiento. Con voz firme, cantó una vez más la canción en Zailen con la que le había pedido matrimonio, su voz flotando en el aire como una brisa cálida.
Varion sonrió con una mezcla de diversión y asombro, y, sin dudarlo, tomó su mano y le colocó un brazalete tejido con hebras de coral y plumas.
El ritual nupcial comenzó. Líderes de ambas culturas se turnaron para bendecir la unión, combinando las tradiciones de sus pueblos. Luego vino el baile, una coreografía que unía la gracia de los Arthea con la fuerza de los Väelith. El mar y el viento parecían danzar con ellos, testigos de su amor y su unión.
Cuando la ceremonia terminó, el cielo se iluminó con luces danzantes. La boda de Vanya, Lioren y Kaelis no solo fue una celebración del amor, sino también del nuevo futuro de Alyndor, donde los Väelith y los Arthea vivirían juntos, como un solo pueblo, bajo un mismo cielo y sobre el mismo mar.