Alysa.
Mis ojos se abrieron de par en par, angustiados y sobre todo estaban demasiado pesados. Me costaba abrirlos, pero la luz pegaba directamente en mi rostro y esto hacía que de manera inmediata estos se abrieran. No tenía fuerzas para levantarme, pero debía hacerlo. Ahora más que nunca debía hacerlo.
Alysa, una semana más…
Empezaría el verano y los problemas se esfumarían...O eso creía yo. Que ilusa de mí. Solo acababan de comenzar…
Me levanté como pude y cuando estuve lista esperé a Marlene en la acera de enfrente como siempre hacíamos todas las mañanas. Miré el reloj y no daba señales de vida. ¿Dónde demonios estaba?
Saqué mi móvil y fui hasta su contacto.
Marlene, ¿dónde estás?, llegaremos tarde.
Pasaron unos minutos y la desesperación llegaba hasta mí, no contestaba y si no venía pronto llegaríamos de nuevo tarde a clase. Estaba decidida a ir hasta su casa y agarrarla de los pelos si hacía falta, pero antes de poder hacerlo mi móvil vibró.
Lo siento Aly...ayer bebí más de la cuenta y tengo una resaca de la hostia.
—Genial—dije mientras suspiraba.
Quería decirle que moviera su culo, pero en cambio guardé mi móvil y emprendí yo misma mi camino mientras que esperaba a que hoy fuera uno de esos días en los que nada caótico ocurría y todo el mundo ni me miraba a la cara. No quería saber nada de nadie. Nada más llegar fui hasta mi taquilla y pude escuchar el leve ajetreo que siempre había en los pasillos, pero esta vez era diferente. Me sentía observada. Y es que lo estaba, todo el instituto tenía sus ojos puestos en mí. ¿Qué ocurría? Todo el mundo susurraba cosas a mi alrededor.
—Marc la ha dejado por Hailey. Tendrá que estar destrozada...
—Dicen que se acostó esa misma noche con el mismísimo Owen Walker, sí, con el cachas que parece salido del Olimpo.
Eso me hizo bastante gracia he de admitirlo, pero los siguientes comentarios que vinieron después no me gustaron nada.
—Se ve que esta noche no ha dormido nada. Pobrecita. No es fácil que te dejen por otra.
—¿Acaso creía que un chico como Marc estaría con ella para siempre?—se comenzaron a reír.
Yo me contuve las ganas de gritar. Pero en cambio, puse mi mejor cara y salí de allí rumbo a Álgebra, sí. ¡Mi clase favorita! Encima tendría que verle la cara al estúpido de Owen, porque otro nombre no tenía después de lo que me hizo en el puente. ¿Seducirme e irse? Eso sí que era juego sucio.
Pasé por en medio de todo el mundo teniendo que aguantar murmuras hacia mí, pero siempre manteniendo mi postura erguida. No quería mostrar que aquellos comentarios podían afectarme, quería que parasen y no quería darles más bola de la que ya se estaba formando. Entré a clase y me senté en mi sitio. No pude evitar dejar de jugar con el lápiz mientras mi pierna se movía del nerviosismo. Todo el mundo hablaba de mí…Joder, no sabía si era capaz de soportar aquello. No sabía si podía sin volver a derrumbarme.
Entonces entró, Don perfecto. Tenía su pelo bien peinado y una camiseta negra que resaltaba sus ojos. Maldita sea. ¿Por qué era tan atractivo? Era difícil mirar con malos ojos a alguien que era jodidamente atractivo, pero eso solamente era por fuera, seguro que por dentro tendría que estar completamente podrido y negro de la arrogancia y soberbia que recorre todo su ser.
Entonces se sentó en el sitio vacío justo al lado de mí, sí, aquel en el que debería de estar mi mejor amiga. Marlene parecía tener un radar para mis desgracias, en cuanto sabía que me ocurriría una, ella no estaba. Desaparecía al instante.
—¿Qué tal has dormido, manchitas?—dijo mientras se sentaba. Arrogante. La única palabra que se me venía a la cabeza para describirlo.
—Genial.
Entonces la señorita Smith entró por la puerta.
—Espero que ya hayáis empezado a estudiar para el examen del viernes. Es el más importante del curso para aquellos que están en la cuerda floja.
Mierda, el examen ¿Cómo podría olvidarme de algo tan importante? A ver, teniendo en cuenta que en un mismo día había cenado con los tres mosqueteros, me había quedado casi coja, me habían puesto los cuernos, había besado a Owen Walker y había acabado mi día de una manera catastrófica entiendo de que en ningún momento mi mente haya decidido pensar en el maldito examen de Álgebra del viernes. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?
—¿Tienes un bolígrafo?—dijo interrumpiendo mi cacao mental.
Le miré con ganas de asesinarle porque su voz conseguía querer arrancarme los tímpanos.
—Lo siento, para ti no.
Me observó y me analizó el rostro por completo. Riéndose.
—¿Dolida por lo de ayer?—dijo soberbio.
—Para nada, ¿dolido tú, Walker?
—En absoluto.
Una conversación que no tenía ni siquiera argumentos, solo se basaba en haber quién de los dos quedaba por encima del otro. Así éramos. Un poco imbéciles. Pero era totalmente irremediable.
Mientras miraba a la pizarra de clase atenta e intentando concentrarme noté cómo una mano llegaba hasta mi mesa y me quitaba el bolígrafo de ella. De un tirón.
—¿Qué crees que estás haciendo?—dije intentando pararle, pero sin obtener resultado.
—Coger el bolígrafo—lo puso a la vista.
—Te he dicho que no, y lo necesito, no puedes quitármelo.
—Sé que tienes otro en el estuche, es más tienes dos bolígrafos nuevos... Precavida, ¿eh?
Rodé mis ojos y aparté mi vista de él. De ese rostro tan llamativo.
Me quedé embobada en la clase porque apenas entendía nada, ¿cómo demonios aprobaría? Esto iba a ser más difícil que encontrar la cura para la gripe.
—Señorita Barbrow, ¿puede venir un momento?—la profesora me llamó cuando se encontraba sentada en su silla.
Esto significaba dos cosas: una muy buena en la que me daba su consideración y en la que consigo aprobar mediante un trabajo u otra muy mala que significa que no voy a aprobar ni queriendo.