Alysa.
Tenía ganas de dejarlo todo ir, me estaba ahogando en mi propio vaso de agua y no me daba cuenta. Flotaba en el borde de aquel vaso completamente lleno y no era capaz de salir, aunque puede que fuera porque no lo intentaba lo suficiente.
Sé que todos tenemos algún problema que otro, pero el mío, era un sufrimiento.
Siento como cada día en mi interior se origina una nueva grita, intento taparla incluso arreglarla, pero es prácticamente imposible. Estaba hecha de grietas.
Esa necesidad de intentar buscar la solución a un problema que no la tiene es frustrante. Mi problema era la muerte. Que te ahoga y te desespera por completo en el momento en el que todo se origina. Te quedas sin aire y te encuentras justo en unas profundidades oscuras y frías en las que ni siquiera llegas a ver la claridad de la salida. Te sientes tan al fondo que acabas ahogándote con tus propios sentimientos. Notas como cada vez tienes menos oxígeno del que respirar y notas como tu vida va perdiendo sentido a cada segundo que pasa.
Una muerte que simplemente llega en el momento que menos te lo esperas, tu mundo se viene abajo y todas las personas de tu alrededor intentan que todo vuelva a ser justo como era antes.
Antes como cuando todo era de color de rosas y arcoíris, cuando no había problemas y todo estaba en completa armonía y sintonía, como cuando era perfecto y no me daba cuenta de los pequeños detalles.
Pero llega un día en el que todo cambia y todo se desvanece como si nada. Todo se vuelve de color gris y de un sabor amargo que hace que tu vida se pare al instante.
Y dime, ¿a quién buscas cuando tu mundo se cae a pedazos?
Porque yo estaba sola, o eso quería creer…