Alysa.
Marlene y yo estuvimos durante toda la tarde recorriendo las tiendas en busca del disfraz perfecto. Porque sí, tenía que ser perfecto. Durante toda la tarde tuve que escuchar a mi mejor amiga diciendo: Este no. Este...no te favorece. Ugh esto es horrible, parece sacado del basurero. Para ella todos eran horribles, aunque en eso estaba de acuerdo con Mar, algunos eran...espantosos. Hasta que por fin y recalco por fin encontramos el indicado que he de decir que no fue nada fácil.
Llegué a mi casa cargada con las bolsas a cuestas y mi padre estaba dormido en el sofá, con la televisión puesta. Intenté hacer el menor ruido posible al dejar las bolsas a un lado y me dirigí hasta él para taparle un poco con una manta y apagar la tele. Cuando llegué hasta él pude ver que en la mesa parecía haber ocurrido una catástrofe, estaba todo hecho un desastre y había botellas de alcohol repartidas por ella. Estaban casi vacías y el ambiente estaba cargado.
—¿Alysa?—dijo bajito y un poco desconcertado, bastante confuso de hecho. Hizo que mi mirada viajara desde la mesa hasta él—¿eres tú?
—Sí, soy yo. Ahora descansa—susurré.
Él todavía con sus ojos entrecerrados puso las manos a los lados del sofá para intentar levantarse. Estaba perdido, y lo noté en cuanto me miró.
—¿Dónde estoy?
—Estás en el sofá. Deberías descansar.
—No puedo. Me he desvelado.
Se puso recto y frotó sus ojos para poder mantenerlos abiertos. Yo me senté a su lado y le di una sonrisa.
—¿Qué tal con Marlene?
—Ya sabes, me ha obligado a comprarme un disfraz para la fiesta. Parecía que había tomado ocho redbulls porque no ha dejado de hablar como un loro durante la tarde.
Se comenzó a reír.
—Típico de Marlene.
—Sí, típico de ella—me reí junto a él.
Miré su rostro que estaba totalmente apagado, ese brillo que siempre emanaba había desaparecido por completo. Un brillo que en su rostro era peculiar y que era totalmente puro. Ya no estaba, había desaparecido.
—¿Estás bien?—pregunté al ver que algo le pasaba.
—Hoy...hoy hace cinco años...—logró decir con una voz que temblaba.
Todo el ambiente se volvió tenso. No era un recuerdo de esos que te encantasen recordar porque abrían heridas de una manera dolorosa sin previo aviso. Quitaban la poca sutura que conseguía mantenerlos al menos atrapados, aunque era tan mínima que cualquier cosa conseguía destruirla y que todo saliera como si nada. Y en ese preciso instante todo se abrió al completo y aquellos recuerdos que intentaba mantener encerrados habían vuelto a cobrar vida. Le abracé fuerte, tan fuerte como pude, e intenté no derrumbarme, pero era difícil cuando ya lo había hecho. Me había derrumbado por completo y él...conmigo. Joder, cinco años ya...Nunca olvidaré el día en el todo mi sufrimiento comenzó. 02/06/2014. Desde ahí supe que ya no volvería a ser la misma persona, que ya no vería el mundo con los mismos ojos que antes porque hubo algo en mí que se apagó y dejó de funcionar aquel día. Todo en mi vida tuvo un parón que todavía perdura. Uno que marcaba un antes y un después, un camino hacía un nuevo mundo desolador y agrio. Desde aquel momento todo en mi vida se ralentizó de inmediato, solo quedaba dolor…
Un dolor irrefutable. Un dolor inexplicable que causaba temor hacia la vida.
—Ella estará bien—intentó calmarme, aunque él también se había derrumbado por completo y de sus ojos brotaban lágrimas de dolor—no querría vernos en este estado.
Intentó ponerse recto, tratando de mantener la compostura ante mi persona porque sabía que quería que lo viera como alguien fuerte y valiente que no le temía a nada. Aunque todos tenemos algún miedo que nos atormenta día tras día.
—¿De verdad crees que estará bien? ¿sin nosotros?
Esto para mí era un infierno porque ella no estaba, los días se hacían mucho más pesados, era como vivir atrapada en una pesadilla constante. Mi madre era una persona que amaba con locura, una mujer y una madre ideal que hacía lo que podía por mantener feliz a todo el mundo. Una persona llena de vida y de color que incluso era capaz de transmitírselo a cualquier persona que estuviera cerca de ella. Era una mujer leal, valiente, segura de sí misma que tenía una vida por delante, un recorrido maravilloso que aún tenía que recorrer. Aunque hay veces en las que la vida no es justa y se lleva consigo a personas que no lo merecen.
—Ella nos cuida donde quiera que esté.
Mi padre trataba de calmarme, pero no era fácil cuando él también estaba derrumbado y decaído.
—Papá, ¿puedo preguntarte algo?
Él trató de limpiar el río de lágrimas que caían por su rostro. Yo también lo intenté.
—Claro.
—¿Tú estás aún enamorado de mamá?
La pregunta fue tan directa que incluso me costó formularla, no era fácil para mí hablar de estos temas, nunca antes lo había hecho e incluso hacerlo con mi padre me parecía un tanto extraño. Una pregunta difícil de contestar, ¿seguirías amando a una persona que ya no está presente en este mundo después de tanto tiempo?
La respuesta fue clara:
—Lo estoy, cariño. Todavía sigo amando a tu madre como el primer día—me abrazó fuertemente mientras lo decía.
Fue un punzante dolor que se dirigió directamente hacia mi pecho. Mi meta de vida siempre estuvo guiada por ellos, por ese amor que tenía como referente. Buscaba algo igual que lo que ellos tuvieron, hermoso, placentero, idílico…Aunque por desgracias de la vida no pudo continuar hasta el final, simplemente hasta que la muerte les separó. Una muerte cruel e injusta que cortó de raíz algo tan bonito como el amor.
El amor era tan importante para mí como respirar, es ese aire que te impulsa a vivir la vida y que sin él lo crees todo por perdido.
El amor significa momentos placenteros y dolor eterno.
Y para mi padre, era dolor eterno. De esos que se te quedan para siempre incrustados en un huequecito en el corazón, que al recordarlos duelen tanto como un balazo en todo el pecho.