Un beso es un poema escrito en la piel...
Alysa.
Tumbada en la cama con las sábanas pegadas a mi cuerpo me limité a pensar en todo lo ocurrido ayer con Owen mientras sonreía como una estúpida. Recordé cómo paseamos por el lago y luego dimos vueltas por la ciudad hasta que nuestros pies pedían a gritos un descanso. Comimos helado hasta cansarnos y luego fuimos hasta una de las que eran sus tiendas favoritas. Una tienda de fotografía. Había demasiado arte en un lugar tan diminuto. Nos detuvimos allí durante horas observando cada una de ellas. Apreciando. Detallando. Admirando.
Recuerdo cuando Owen se detuvo en una. La observó durante minutos mientras sonreía y luego me atrajo hacia él para que la pudiera observar con mis propios ojos. Me quedé fascinada, y era cierto. Nunca antes una fotografía me había hecho sentir tanto... Y es que cuando la miré en mi estómago se formó un nudo imposible de describir.
Era una rosa, con sus espinas y con sus imperfecciones. Estaba entre una enredadera, intentando escapar.
Así era como yo me sentía. Atrapada en el pasado constantemente, en el que cada vez que intentaba escapar las ataduras me agarraban con mucha más fuerza. Parándome y haciéndome retroceder. Llenándome de dolor y haciéndome sangrar, aunque esa sangre era invisible, y supongo que por eso dolía aún más, porque nadie era capaz de ver lo que realmente ocurría. Hasta que llegó Owen y me enseñó a que el dolor tiene escala de intensidades, y que cuando estaba a su lado mágicamente desaparecía. Me sentí tan identificada que mi mirada lo decía todo.
Owen al ver mi reacción me abrazó y me besó como si no hubiera un mañana. Agarró mi rostro entre sus manos y decidido besó mis labios. Haciéndolo placentero, tanto que sus labios se habían convertido en mi adicción favorita.
Después de estar un rato discutiendo acabé cediendo y me regaló aquella fotografía que tanto había llamado mi atención. Dijo algo como: los regalos son los recuerdos que mantienen viva la llama ardiente de una vela a consumir. Y tras decir eso volvió a besarme una y otra y otra vez...
Caminamos hasta su coche y deseé no tener que llegar a casa antes de medianoche. Quería escapar, fugarme junto a él y perderme en el lugar más alejado del mundo solo para estar a su lado. Cómo cambian las cosas...Si a la Alysa de hace un año le dijeran todo el caos que tiene montado en su vida y sobre todo el lío que hay en su cabeza por culpa del odiosísimo Don Perfecto seguramente estaría riéndose hasta morir, porque nunca pensé que esto podría llegar a pasar. ¿Qué estás haciendo en mi vida Owen Walker? ¿Acaso habías llegado a desestabilizarla por completo?
Me quedé acurrucada en su pecho hasta el último minuto antes de tener que entrar en casa. Y cada minuto que pasaba era como vivir una vida más. El tiempo que pasaba a su lado se volvía efímero pero inigualable. Cuando llegó la hora de irme gruñí porque realmente no quería volver y tener que separarme de él, porque después de mucho tiempo había pasado la tarde como una niña pequeña en su propio mundo. Lleno de diversión y locura. De amor y pasión. Y de felicidad y dulzura.
Owen me avisó de que debía entrar a casa, porque si no iba a tener que llamar a mi padre diciéndole de que me había raptado por no poder separarme de él y que se olvidara de volver a verme ya que me llevaría a un lugar donde nadie pudiera encontrarme. Y eso de que estuviera pegada como una lapa a su cuerpo le encantaba más que un a un tonto un lápiz. No sé siquiera cómo tuve fuerza de voluntad para despegarme de él y entrar en casa. Pero lo hice, aunque llegué un poco más tarde de la hora, y sorprendentemente papá no estaba en la puerta como de costumbre para hacerme el interrogatorio de mi vida, aunque realmente casi siempre le mentía para no andar preocupándolo más. En realidad, no era mentir, ¿no? Era obviar gran parte de la verdad para no tratar de preocuparle.
Subí los peldaños hasta mi habitación y me fijé en la puerta de mi padre que estaba abierta, la luz de su baño personal delataba que estaba en él y por el murmullo que logré escuchar fue como si estuviera hablando por teléfono con alguien mientras reía, me extrañó durante unos segundos, pero no le di mucha importancia y me dirigí hasta mi habitación. Justo cuando cerré la puerta de este dejándome caer sobre él un mensaje llegó a mi móvil. Y mi cuerpo se aflojó al ver su nombre en la pantalla. Tiré mis zapatos y caí sobre mi cama para acomodarme a leerlo.
Espero que la princesita no haya sido castigada en el castillo, porque el príncipe azul está un poco cansado para rescatarla.
La princesita está a salvo, ningún príncipe tiene que venir a salvarla, tranquilo.
Tardó unos minutos en contestar. Y me desesperé, no lo voy a negar.
Mañana paso a recogerte a la hora de comer. Tengo que enseñarte algo.
¿De nuevo va a raptarme en la hora de comer señorito Walker? Creo que el señor Barbrow va a empezar a odiarlo.
Mmm...¿un amor imposible?, suena tentador.
Reí ante la estupidez que me acababa de soltar, y es que sin darme cuenta conseguía hacerme sonreír. Sonreía como cuando un niño sonreía ante sus regalos de cumpleaños tan esperados. Una ilusión que vivía en mi interior había sido rescatada del fondo más profundo de mi ser, y Owen había sido el causante.
¿Te he dicho alguna vez lo idiota que eres?