Aeternum

Capítulo 25

Alysa.

Desde que Owen se había peleado con su padre había estado distante, estaba raro, más que nunca. Llevaba una semana sin saber nada de él. Una maldita semana. Estaba preocupada y es que había desaparecido sin decir nada.

¿A dónde se había metido? ¿Qué estaba haciendo?

Estaba tumbada en mi cama mientras miraba el techo, incluso puedo decir que deliraba un poco. Estaba en completo silencio y me quedé totalmente absorta en él, tanto que ni siquiera me había dado cuenta que había estado más de una hora en la misma posición.

Un mensaje llegó a mi móvil y me levanté corriendo de un salto de la cama para agarrarlo y ver de quién se trataba.

¿Qué te parece si quedamos para comer?

En el momento en el que vi que era mi mejor amiga me decepcioné un poco, supongo que tenía la esperanza de que fuera Owen disculpándose de haber desaparecido una semana sin decir nada. Las últimas palabras que dijo fueron: necesito pensar.

Pensé que con eso se refería a otra cosa, pensé que necesitaba estar un día solo, incluso dos, pero ya iba a hacer una semana y esto se estaba volviendo un completo infierno. Nunca antes unas palabras habían hecho eco en mí, dolían viniendo de él ya que le necesitaba, y ahora él parecía no necesitarme a mí.

Te veo a las dos.

Necesitaba verla, y a Owen también. Necesitaba hablar con alguien, sentirme arropada y no sentirme sola, porque así me sentí la última semana. Sola. Un vacío inexplicable que últimamente sentía cada día desde que sus palabras en el mirador habían roto mi alma a pedazos.

Abrí los mensajes de Owen y me quedé un rato mirando nuestra última conversación, intentando pensar si era buena idea mandarle algún mensaje, no sé... un simple ¿sigues vivo? Escribí varios mensajes, pero todos acabaron en nada, ni siquiera sabía qué decirle, pero necesitaba saber al menos algo de él. Necesitaba saber que estaba bien, que no le ocurría nada, pero me daba mucho más miedo que no quisiera saber de mí y que se hubiera cansado de repente.

Acabé borrandolos todos ya que no me convencían y supongo que todavía tenía la dignidad suficiente para no arrastrarme por él ni por nadie.

Cuando me vestí bajé y papá estaba cocinando algo que olía muy bien en la cocina mientras tarareaba una canción. Estaba muy contento aquella mañana. Más que contento estaba resplandeciente.

—Vaya—dije sorprendida—te veo muy contento.

—Buenos días a ti también cariño, ¿qué tal has dormido?

No había podido pegar ojo durante toda la noche, realmente estaba muy preocupada por Owen. Me quedé pensando y me mantuve en vela durante la madrugada mientras reabría recuerdos. ¿Se había alejado de mí por su padre? ¿era porque no quería saber nada de mí realmente? ¿tenía alguna otra razón para hacerlo?

—Bien—respondí.

Mi padre apartó la mirada de la comida y me miró a mí.

—No suenas muy convincente.

—Pues como siempre.

Me senté en la silla y agaché mi cabeza hacia la mesa, pegando mi frente en ella y envolviendo mi cabeza con mis brazos, a veces estaba agotada incluso de vivir. El cansancio a veces me consumía por completo.

—¿Tienes hambre? He hecho unas albóndigas que están de muerte.

—No, de hecho, he venido a decirte que voy a salir a comer con Marlene.

—Y...¿vas a perderte esta delicia?

—No sabes cuantas ganas tengo de probarlas, pero de verdad que necesito salir con Marlene. Dile a Clarise que venga—le animé—seguro que a ella le va a encantar.

Lo que menos me gustaba era tener que dejar solo a mi padre y desde que Clarise apareció en nuestras vidas me costaba mucho menos porque sabía que tenía a alguien más a su lado para hacerle compañía. Y es que todo parecía ir sobre ruedas en su vida ahora, aunque en la mía hay un clavo que a veces entorpece el camino. Supongo que una mala racha significaba el comienzo de algo mejor, o algo mucho más grandioso que estaba por venir...

¿Quién sabe? A veces la vida nos sorprende.

***

Marlene y yo nos encontrábamos comiendo en mi restaurante favorito. Estábamos solas. Como siempre habíamos estado. Como en los pocos recuerdos felices que todavía quedaban presentes en mi memoria.

Habíamos terminado de comer y en la mesa toda quedaban los platos de la comida, esta vez había pedido una hamburguesa con patatas y estaba tan rica que no duró ni diez minutos en el plato, adoraba las hamburguesas y hacía mucho que no las comía, desde que mi madre murió todo lo relacionado con ella era un completo reto para mí, y sin la ayuda de Susan, seguramente hubiera sido incapaz de volver a comer alguna de nuevo.

—¿Estás bien?

Mi mejor amiga preguntó cuando notó que mi mirada a veces se perdía en la nada. Y es que cuando miraba hacia un punto fijo mi mente construía una película mental con esos recuerdos maravillosos que quedaban justo al fondo de la memoria, que al estar encerrados era difícil de liberarlos, pero nunca era imposible y salían siempre en el peor momento.

—¿Crees que debería irse a Alemania?




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