Alysa.
—Alysa—dijo alguien bajito mientras me meneaba suavemente—despierta.
Apenas podía abrir mis ojos, estaba tan a gusto que despertarme iba a ser una tarea tediosa. Nunca había dormido tan bien como ahora. Estaba tan sumida en el sueño que su voz sonaba como un dulce eco retumbando en mis oídos, una melodía relajante que se escuchaba a lo lejos y hacía que el sueño fuera cada vez más profundo. Esa voz...que te transportaba a cualquier parte del mundo, que era igual que una suave caricia en la piel y que era capaz de incrustarse debajo de esta.
—Wach auf, meine liebe—murmuró una voz reconocible mientras me acariciaba la cara y seguido de esto me llenaba de besos. Suaves. Dulces. Y mágicos.
Cuando por fin mis ojos se abrieron ante la reacción de aquellos besos por mi rostro se encontraron al instante con los suyos y sonreí al ver cómo él se encontraba sonriéndome mientras trataba de despertarme, estaba a mi lado, sentado justo donde mi cabeza descansaba, su torso estaba desnudo y no pude evitar que mi mirada descendiera hasta él. Aquella mañana estaba más que resplandeciente y es que tan solo llevábamos dos días fuera de Albury pero algo en él había cambiado, su rostro estaba más iluminado y se veía mucho mejor que antes. Era como si su cuerpo hubiera reaccionado a la partida de aquella ciudad que ciertamente le retenía como a mí.
—Buenos días dormilona, pensé que nunca despertarías.
Me estiré tratando de mover todos los músculos de mi cuerpo mientras frotaba mis ojos ya que la luz del sol me molestaba un poco aún, era como si no consiguiera ver con nitidez todo a mi alrededor, solo una versión distorsionada de la realidad.
—¿Qué hora se supone que es?
No estaba segura de ello, pero sabía que era temprano ya que el sol todavía estaba saliendo y no había llegado a su punto más alto, la luz que emitía era mucho más suave y el calor que desprendía no era nada insoportable.
—Lo suficientemente temprano para poder aprovechar el día.
Yo aún enterrada en la cama fruncí el ceño, no de confusión sino de cansancio, ese día lo único que quería era revolverme entre las sábanas y no moverme en horas. Quería poder disfrutar de las horas de sueños acumuladas, de la brisa marina, de los sueños álgidos y de las olas revoltosas que sonaban de fondo. Quería disfrutar de la libertad, de poder sentir y sentir junto a él. Quería experimentar nuevas experiencias a su lado.
Mi vida había sido siempre tan caótica que nunca había estado en un momento de relajación como el que estaba viviendo y era una sensación única y placentera, por primera vez en mi vida no tenía ninguna otra preocupación más que vivir. Vivir mi vida y disfrutar lo máximo de ella, poder hacer lo que me diera la gana sin tener que pensar en nadie más que en mí. Y esa mañana las sábanas se habían pegado a mí como una segunda piel que hacía que levantarme de la cama fuera algo casi imposible.
—Qué afán por aprovechar los días al máximo, ¿por qué no simplemente podemos seguir durmiendo?—gruñí.
—Porque necesitas vivir, y no creo que puedas hacerlo si nos pasamos las horas tumbados en la cama.
—Podemos vivir en la cama—dije sin pensarlo. Lo había dicho en serio, esta cama tan cómoda es perfecta para pasar toda la mañana tumbados en ella mientras dejamos pasar las horas hasta que la noche caiga y las estrellas alumbren el cielo sobre nuestras cabezas.
—Me encantaría poder hacerlo—se acercó hasta mí y susurró—que lastima que ya tenga planes para hoy.
Hundí mi rostro en la almohada dejando un leve suspiro por mi parte. Owen rió y como reacción a mi movimiento de poner mi cuerpo boca abajo me acarició la espalda suave y lentamente, su mano descendía de arriba hacia abajo por mi columna siguiendo la línea de esta. Giré mi rostro hacia donde él estaba muy despacio y pude ver cómo estaba concentrado en hacerlo, su mirada estaba fija en un punto concreto de mi espalda y la tocaba con tanta delicadeza que podía asegurar que estaba tocando el mismísimo cielo en aquel instante. Sus caricias a veces podían llegar a ser la cura para arreglar toda una vida llena de grietas. Yo sonreí y él no me vio ya que parte de mi pelo tapaba mi rostro y lo agradecí ciertamente porque pude apreciar y disfrutar mucho más aquel momento, sentir cómo su mano se fundía con mi piel de una manera única y cómo la calidez de esta hacía estragos en mi cuerpo. Cerré mis ojos y sentí cada caricia, cada roce de sus dedos y cada contacto de estos con mi piel.
—Si tu propósito es que me levante de la cama no lo estás consiguiendo—dije tan relajada que ni siquiera sé cómo pude vocalizar—vas a hacer que me duerma de nuevo.
Owen sonrió, y lo vi porque aquella sonrisa era digna de una foto y deseé poder tener una cámara a mi lado para poder enseñarle lo maravillosa que podía llegar a ser su sonrisa, era tan perfecta que quedaba retratada en mi memoria y que me alegraba al instante cuando la recordaba. El sol estaba pegando en un lateral de su rostro y su mirada se iluminó, sus ojos se convirtieron en un azul claro, uno tan penetrante como atrapante que había captado mi atención al instante. Nubes despejadas y cielo totalmente vibrante, así es cómo describiría sus ojos aquella mañana.
—Lo sé, pero podría quedarme horas infinitas haciendo esto...—dijo bajito mientras su mano ahora se movía más suave.
Me hundí por completo en su voz, yo también podría quedarme horas infinitas a su lado, porque tenía la certeza de que junto a él nunca me aburriría porque siempre hacía que todo fuese mucho más ameno, lo que yo sentía con él era algo totalmente extraño que solo me había pasado con Owen, era como si la vida de alguna manera nos estuviera poniendo a prueba, y con cada bache que conseguíamos superar nos hacíamos mucho más fuertes, eso nos mantenía unidos porque los superábamos juntos y creaba algún que otro vínculo especial entre nosotros que nadie más tenía ni entendía, solo nosotros conseguíamos hacerlo.