Alysa.
Calma, todo estaba en constante calma. Una calma que llega, que te llena y te suaviza. Estaba sentada en la arena mientras el sonido de las olas del mar me mantenían en una completa y serena calma. Habíamos viajado hasta Gold Coast y decidimos parar para tomar un descanso, caminé por la arena mientras dejaba atrás a Owen que todavía estaba en la caravana. Mi impulso me hizo avanzar, y paso tras paso me iba acercando hacia la orilla, pero antes de llegar a esta me senté en la fresca arena mientras la manoseaba con mis manos. Sentí cada granito de arena rozando la palma de mi mano y la leve brisa marina atrapándome con su característico olor indescriptible.
Noté cómo alguien avanzaba detrás de mí y supe que era él quien se acercaba, clavó sus rodillas en la arena justo detrás y mantuvo sus manos firmes en mis hombros mientras me hacía un leve masaje en ellos.
—Echaba de menos el mar—suspiró.
Yo no quité la vista de las olas que se rompían justo delante de mis ojos. Esto era como vivir en el cielo. La playa era un lugar mucho más que magnífico. Ahora comprendía lo que un simple lugar podía hacerte sentir, y es que esto no se comparaba con ninguno de los anteriores sitios en los que habíamos estado, esto era diferente. Un lugar en el que relajarse al instante.
—No me imagino cuánto deberías haberlo echado de menos—dije al reconocer que incluso yo que nunca había estado en la playa también lo echaría en falta.
—No tanto cómo te he echado de menos a ti, Alysa, es un sentimiento incomparable.
Fueron cinco años, lo suficiente como para parecer todo un infierno. De algo de lo que estoy completamente segura es que esa ruptura nos ha hecho más fuertes, porque hemos vuelto con más intensidad y con las cosas más claras. Creo que hemos vuelto con muchas más ganas que antes porque ya sabemos cómo es nuestra vida por separado, y ha pasado el suficiente tiempo para darnos cuenta de que eso simplemente iba a ser algo momentáneo, porque algo me decía que el destino nos había puesto a ambos para compartir toda una vida juntos. Justo como deseaba.
Owen me dejó un beso en la cabeza haciendo que cada parte de mí se tensara al roce de sus dedos cuando subieron hasta mi cuello.
—Nunca más me vas a tener que echar de menos. He vuelto para quedarme contigo. Para siempre.
Dejó un silencio antes de responder, como si tuviera que pensar la respuesta con detenimiento. Oí cómo tragó grueso mientras su mano me acariciaba lentamente con delicadeza.
—Lo sé.
Owen se puso justo en frente de mí y me miró fijamente luego de mirar hacia las olas que hacían un perfecto eco a nuestro alrededor.
—¿Sabes qué?—preguntó retóricamente—alguien me debe todavía unas olas...
Yo sonreí, apenas me acordaba de aquel día en el que le dije que le debería un día de surf cuando intercambiamos el examen de historia, aunque nunca me imaginé que fuera a pasar en estas circunstancias. Ahora al menos estaba segura de que lo disfrutaría, y que intentaría agarrar cada ola con fuerza. Sería algo diferente. Estaba segura de mí misma y algo mucho mejor, estaba segura de que todo lo que había vivido era solo una prueba para ver realmente quien puedo llegar a ser, y ahora ya lo tenía más que claro. Sabía qué hacer con mi vida. Sé qué hacer con mi vida. Y sé con certeza quién soy. Una chica que a pesar de haber vivido muchas cosas complicadas y duras sigue teniendo fuerzas para seguir viviendo y luchar por lo que quiere. Y yo quería esto.
—Me encantaría poder aprender a surfear—dije aún con mi sonrisa.
Owen tendió una de sus manos para levantarme y yo la agarré para hacerlo. Me puse de pie y su brazo rodeó mi hombro mientras andábamos de nuevo en dirección a la caravana.
Cuando el sol estaba en su punto más álgido ya teníamos nuestras tablas, las llevábamos a cuestas en dirección a la orilla, pero justo antes de meternos al agua Owen me frenó de golpe cuando yo iba ya decidida a introducirme en el agua.
—No creerás que vas a surfear ya, ¿verdad?—preguntó—Primero deberás aprender en la arena a mantener el equilibrio, no quiero que en la primera ola te mueras.
—Qué poco confías en mí.
—Confío poco en las olas—rió—pero sobre todo en tu equilibrio, con una simple brisa te caerás si no practicas antes.
—¿Y no podemos saltarnos todo este rollo antes?
Owen enarcó una de sus cejas.
—Ya, está claro que no—dije poniendo mi tabla en el suelo, rindiéndome.
Me puse encima de ella viendo cómo él me miraba hacerlo. No entendía que debía practicar, era sencillo, ¿verdad? Solo debes subirte a la tabla y mantenerte de pie.
—Bien, comenzaremos con la clase, señorita Barbrow.
—Uhh—dije atrevida—ahora podré llamarle profesor Walker.
—Muy graciosa.
—Me lo suelen decir mucho.
—¿Se puede saber quién?
—Marlene y... —dije mientras pensaba—mi padre también, ¡y mucha más gente, que eres un entrometido!
—Ya... —reímos a la vez—Venga comencemos con las clases—dijo y luego se acercó hasta mi altura para posicionarse a mi lado poniendo su tabla en la arena para poder enseñarme.