Aeternum

Capítulo 36

Alysa.

Me desperté en la cama y las sábanas se encontraban revueltas, ni siquiera recuerdo cómo llegué aquí, seguro que Owen me había cargado en peso porque lo último que recuerdo es estar sentada en la escalera de la caravana mientras mis ojos se cerraban poco a poco.

Toqué a mi alrededor y me di cuenta de que la cama se encontraba fría y vacía, Owen no estaba a mi lado, así que muy confusa me levanté como pude y fui decidida a buscarle. Salí de la caravana con mis ojos todavía medio cerrados y cegados por la claridad de la luz y me fui poco a poco caminando por la arena hacia la orilla, mis ojos se encontraron al instante con él, Owen al parecer se había levantado temprano para hacer surf y yo me senté en la arena mientras veía cómo hacía aquellos giros alucinantes que me dejaban prácticamente con la boca abierta. Era incluso relajante. Aquellos movimientos eran irreales. No había palabras para poder describir lo que Owen conseguía hacer con aquella tabla en esas olas.

Estaba abrazada a mis piernas descansando mientras Owen venía hacia mi dirección cuando acabó con su última ola con su torso mojado y su pelo alocado al salir del agua. Se veía tan bien...

—Mis ojos están arriba, manchitas.

Yo volví en mí, pestañeando varias veces seguidas, me había quedado un poco embobada por varios segundos y cuando realmente me detuve a analizar que me había pillado mirándole al completo y detallando cada parte de su cuerpo mis mejillas se ruborizaron, fue algo totalmente instantáneo. Casi entré en pánico.

—¿Qué...? ¡Estaba mirando el mar, no todo gira a tu alrededor!

—Pues al parecer tú sí.

Se sentó a mi lado sin decir nada más poniendo la tabla justo al lado suya y ambos nos quedamos mirando hacia el frente, observando cómo el mar se mecía más calmado que ayer y las olas no eran tan grandes. Al menos no tan monstruosas.

—No quise despertarte, parecías bastante cansada.

—Ayer fue un día bastante duro, no eres un profesor fácil de llevar.

—¡Pero si soy todo un amor!

Enarqué mis cejas y le miré desafiante. Un amor para lo que quería, porque ayer no fue exactamente eso.

—Bueno vale...puede que me pasara un poquito, pero mírale el lado bueno...

—Tengo agujetas en partes de mi cuerpo que ni siquiera sabía que podía tener—dije—no puedo mirarle el lado bueno.

Agitó su cabeza mientras elevaba sus comisuras hacia arriba. Algunas gotas de agua caían de su pelo hasta la arena lentamente mientras soltó un leve soplido de risa.

—Me da miedo saber qué piensas.

—Las agujetas solo se quitan si sigues haciendo ejercicio—dijo con su sonrisa atenuante y relamiendo sus labios, en un tono bastante provocador...

—¡No seas tan pervertido!—le di un leve golpe en el hombro que casi ni le afectó mientras me reía al hacerlo.

El leve balanceo que le provoqué solo hizo que cuando regresara de nuevo a su posición se quedara mirándome por unos instantes intensamente, yo miré rápidamente al mar y me concentré en el ruido que hacían las olas al romper. Owen suspiró a mi lado. Yo le miré e inevitablemente sonreí. Estaba diferente, y la playa le sentaba como anillo al dedo, ahora estaba más moreno y tenía sus pecas más pronunciadas. Me atrevería a decir que estaba incluso más guapo de lo normal. ¿Acaso eso era posible? Pues sí, lo era. Don Perfecto podía llegar a ser aún más perfecto que nunca.

—Seré tu pervertido cuando quieras, solo tienes que pedírmelo.

No pude aguantar la risilla inevitable ante aquel comentario, ciertamente tenía su gracia. Lo había dicho sugerente y con una de sus cejas enarcadas en un intento de indiferencia.

—Eso espero, no sé qué haría sin ti, Don Perfecto—emití un suspiro.

Apoyé mi cabeza en su hombro que aún estaba mojado pero apenas me importó, me sentía completamente relajada a su lado con la brisa marina de fondo y el eco de las olas. Necesitaba el contacto físico cuando estaba a su lado, no sé porqué el calor de su piel conseguía mantenerme relajada al instante en el que la tocaba, era un sentimiento puro y que sin duda me mantenía en una calma constante de la que no quería desaparecer.

—No digas eso.

—¿Que no diga el qué?

—Que no sabrías que hacer sin mí, no quiero volver a escuchar eso de nuevo—dijo mirándome a los ojos—tú sola eres capaz de lograr todo lo que te propongas, no necesitas a nadie para hacerte notar.

Le sonreí al instante. Él me apartó el pelo de la cara con sus dos manos delicadamente cuando me mantuve cerca de su rostro. Me miró intensamente y descendió su vista hasta mis labios, mantuvo ahí la mirada sin moverla ni un milímetro, provocando una reacción en mí. Tuve que tragar grueso para no desmayarme y sentí cómo todos mis sentidos ni siquiera estaban completamente hábiles. Mi pulso se aceleró al instante como si fuera lo más normal del mundo y su mirada seguía ahí, justo en donde me provocaría un infarto, no la movió y vi cómo también tragó grueso. Estaba indeciso pero se mostraba seguro en lo que hacía. Yo al no ver ningún tipo de reacción por su parte casi que me acerqué para darle un beso, pero no lo hice. Me mantuve a escasos centímetros de besar su boca con la mía un poco entreabierta y una mirada tentadora. No le iba a dar ese gusto tan rápido.




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