Aeternum

Capítulo 37

Alysa.

—¡Quién va a ser sino, dame un abrazo tía!—dijo Marlene totalmente emocionada.

Le di un abrazo fuerte cuando ella corrió en mi dirección, ahora sí que nada podía ir a mejor. Sentí su calor al instante en el que su cuerpo y el mío chocaron, necesitaba verla al fin, tenerla a mi lado y vivir muchos más momentos junto a ella.

—¿Qué haces aquí?—pregunté confusa.

—Queríamos darte una sorpresa, no podía estar todo el verano sin ver a mi mejor amiga.

Me separé de ella y cuando dirigí mi mirada hacia atrás estaban Dan y West que se encontraban saludando a Owen. Me dirigí hasta ellos y les saludé como si fuéramos amigos de toda la vida, había echado incluso de menos el ver a los tres mosqueteros juntos de nuevo.

—El verano te sienta genial, campanilla—dijo West.

—¿Y Shade?

—¿No te lo ha dicho Owen?

Yo negué con la cabeza, no sabía de qué me estaba hablando.

—Me dejó por Gail, vaya cabronazo.

—Ella realmente te gustaba.

—Si...—dijo suspirando—pero bueno, ¿por dónde era la fiesta?

—¡Estamos en un momento familiar, cállate West!—respondió mi mejor amiga.

West miró a Dan que le respondió con un simple levantamiento de hombros.

—Eres un calzonazos.

Dirigí de nuevo la vista hasta Marlene, yo aún estaba impactada por todo lo que estaba pasando. No podía creerme que ellos estuvieran aquí.

—¿Y...cómo está mi padre?¿está bien?

—Mejor que nunca, no deberías preocuparte por él, Clarise tiene pensado mudarse a Albury, parece que lo suyo va totalmente en serio.

—Me alegro de que por fin las cosas le salgan como se merece.

—No hablemos de tu padre, me debes muchas charlas acerca de lo que has estado haciendo todo este mes desde que te fuiste, ¡y quiero detalles!

Reí inevitablemente, no recordaba lo que era vivir con una dramas día a día, y la echaba de menos, ahora que la tenía justo enfrente de mí era como si mi hogar hubiera llegado hasta mí sin la necesidad de moverme, y es que mi hogar eran las personas que me rodeaban, no una simple casa ni una simple ciudad, mi hogar eran ellos.

—¿Qué tal el verano?—preguntó Dan.

—Está siendo el mejor verano de mi vida—respondí mirando con una sonrisa tonta a Owen y recordando el día de la fiesta en el que me dijo que este verano sería inolvidable.

Owen tenía razón, porque sin darme cuenta me había sumergido en una burbuja tan irreal como perfecta, era mi vida, la que quería vivir. Agarré su mano y permití que me guiara por el camino al que quería llegar, como aquel día en el que le permití que hiciera de un verano normal y corriente a uno totalmente embaucador.

—Estás más morena y no te has quemado, dime cuál es tu secreto o si has hecho un pacto con el diablo sin decírmelo—saltó mi mejor amiga cuando me observó.

—Crema solar, ese es el secreto—respondió tranquilamente Owen por mí.

Marlene me agarró de las manos mientras me observaba de arriba hacia abajo, notando cada detalle, parecía estar examinándome.

—¡Estás guapísima con este vestido, es que no me lo creo! ¡No te reconozco!

—Me lo regaló Owen.

—Tiene buen gusto, no como el mío, eso seguro—dijo con sarcasmo—pero puedo decir que ha acertado a la perfección, estás preciosa.

Una sonrisa se ensanchó en el rostro de Owen al instante, ¿orgulloso? Estaba claro que sí.

—Ella siempre está preciosa, ese vestido solo hace que su belleza se acentúe.

A su lado West hizo todo un mohín de asco.

—Joder, qué moñas.

Todos le miramos a la vez de un movimiento de cabeza.

—¡West, siempre andas arruinando todos los momentos!

—Tu novia me tiene manía—se quejó cruzando los brazos como un niño pequeño.

—Tú te lo has buscado.

West bufó y se sentó en un escalón de la acera para esperar mientras rodaba sus ojos. Owen tiró su cigarrillo cuando le dio una última calada y se acercó hasta nosotros metiendo sus manos en los bolsillos.

—Dan, ¿puedo hablar contigo un momento?

West levantó su cabeza al escuchar que no había contado con él.

—¡Eh, y yo qué!¡Siempre soy el excluido del grupo!

Owen enarcó una de sus cejas sin comprender lo que estaba viviendo en aquel momento.

—Venga, tú también...

Se levantó contento cuando lo dijo.

—¡Ya era hora, la próxima vez que me dejéis de lado dejaré de ser vuestro amigo!

Se fueron los tres mosqueteros riendo—que gusto volver a decir ese nombre—y Marlene y yo nos quedamos a solas con la música de fondo que se podía escuchar desde la fiesta, nos sentamos en las escaleras que daban a la playa y ahí nos detuvimos a esperar.




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