Dos sirvientes -un dos de tréboles y un tres de diamantes- le llevaron a la Reina su espejo. Corrieron las cortinas y apagaron las luces.
Catherine contempló la superficie del espejo, se miró a su misma, y luego, la corona sobre su cabeza.
Oh, como la odiaba.
Se acercó al espejo. Si, estaba desesperada, pero al tocar el espejo, ya no estaba en la sala de la corte...
-El huerto de calabazas- Cath estaba perpleja.
Miró a su alrededor, todo era como lo recordaba. El huerto, las calabazas destrozadas, la vieja cerca, la choza de Sir Petter, y en el lodo... El cuerpo sin vida de Jest.
Apartó la mirada, y sintio un frío gélido en su mano derecha; la espada Vorpal, con su empuñadura de hueso y su hoja manchada de sangre, se aferraba a la mano de Catherine.
Alguien alguna vez le había dicho que, la venganza no trae felicidad, y mucho menos paz; pero no era eso lo que Catherine buscaba, no, había hecho justicia. Para Jest.
¿Y lo hizo?, si
Ahora era la reina, y lo sería por siempre.
Se acercó a Jest. El lodo seguía mezclado con su sangre, y algunas flores -posiblemente de calabaza- crecían a su alrededor. Permanecía intacto, como si nada más estuviese durmiendo. Quería tocarlo, y que el abriera sus ojos...
Pero su cabeza yacía a más de un metro de el, y así hasta imaginar era difícil.