Soltó la espada, y al hacerlo, se encontró nuevamente en la sala de la corte, sola y en la oscuridad.
Podría no tener un corazón, vivo y palpitante, no podía sentir el amor. Pero su mente aún recordaba y no se pueden callar los recuerdos.
Se encontró mirándose a si misma a los ojos, su propia mirada penetrante y llena de odió. Su mano estaba apoyada en el cristal, frío y traslúcido.
Transcurrieron algunos minutos, y Cath seguía mirando su impávido reflejo.
-¿Que es lo que miras, querida? ¡si te ves perfecta! - Esa voz, la reconocia. Cheshire.
El gato -únicamente la cabeza- apareció de la nada, sobre el marco del espejo y miro a Cath, mostrando una sonrisa enorme y grotesca.
-Crei decir que quería estar sola, no quiero a nadie aqui- dijo Cath, aparentemente calmada.
Jamás discutas con un gato Cheshire, es un caso perdido.
- Oh, lo hiciste, pero resulta que yo no soy nadie - ronroneo - ¡Soy un gato!-
-Si, uno muy molesto- concluyó Cath.
-Igual que el Rey, y aun asi estais con el- remato Cheshire, ensanchando aún más su sonrisa.
-El rey es el rey, tú por otra parte, eres insufrible, y quiero que te vayas-
-Bueno, me iré, aunque es una lastima, pensé que querías encontrar a Alicia-
Catherine estaba a punto de empujar el espejo, para hacer caer a Cheshire, pero se detuvo al escuchar estás palabras.
-¿Donde está ella?-
-¿No lo imaginas?-